La falta de libertad no es estar preso dentro de una habitación.
Es estar preso de ti mismo.
La idea de Libertad Negativa del filósofo Isaiah Berlin nos habla de la libertad como el espacio en donde un individuo puede actuar sin ser obstaculizado por otros. La falta de libertad, por tanto, es la reducción o anulación de ese espacio. Y ese espacio en donde estás preso sin estarlo, es la Libertad Negativa.
La tiranía, la esclavitud, la censura, las leyes opresivas, la vigilancia constante.
Eres menos libre cuantas más puertas te cierran otros.
Para John Stuart Mill, la falta de libertad ocurre cuando la sociedad o el gobierno se entrometen en la esfera personal del individuo más allá de lo necesario para prevenir el daño a terceros.
La falta de libertad es una jaula construida por otros.
La libertad no es solo que te dejen en paz, sino tener la capacidad y los recursos para autogobernarte y realizar tu potencial.
El miedo, las adicciones, las fobias, los traumas o las pasiones incontrolables te han restado tu libertad.
Un adicto no es libre, pues su voluntad está secuestrada por su deseo que se ha apoderado de ti.
La ignorancia, el adoctrinamiento, los prejuicios o la ideología absoluta te cierran tu libertad. No puedes elegir libremente si no eres consciente de las opciones reales o si tu mente está colonizada por ideas que no has examinado críticamente.
La libertad no es solo una cuestión de derechos legales o de voluntad, sino de poder personal real.
La pobreza extrema, la marginación, la falta de acceso a la educación, a la sanidad o un trabajo digno, es falta de libertad.
La falta de libertad no es un estado sólido y palpable, sino un espectro que va desde la opresión política hasta las cadenas invisibles de la propia mente y las barreras invisibles de la sociedad. Es la condición de aquel, cuyo ser y hacer no están determinados por su propia voluntad y razón, sino por fuerzas externas, pasiones internas o circunstancias que lo superan.

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