12.12.25

Los pobres son los culpables de la pobreza

Uno de los mayores éxitos de toda la política en España ha sido convencernos poco a poco —pero ya sin duda— de que la culpa de que haya cada vez más pobres la tienen los otros pobres. 

Somos pobres por culpa de los pobres y no de los ricos.

El problema del reparto no es el de que los ricos tengan mucho dinero y poder y se lo queden solo para ellos, sino el problema es que ya estamos excesivamente número de pobres para repartirnos las migajas. 

Además hay otra variable terrible. 

La de los que vienen de fuera, que algunos de ellos vienen con ganas de trabajar mucho, con ganas de no tener derechos y cobrar poco, y con ganas de abusar de todos nuestros servicios para los pobres, por lo que nos toca menos para repartir, los que vienen digo, además de ser pobres vienen obedientes y se las saben todas.

Nos hemos dado cuenta de que nuestros enemigos están en la cola del médico, en el supermercado que ha subido todo un 65% pues hay más compradores, en las bibliotecas públicas —pues encima los que vienen ya fabricados pobres de fuera—, quieren estudiar y ser tan listos como nosotros. Terrible.

Los ricos son el objetivo en el que copiarnos. Todos queremos ser ricos, como ellos. Adoramos a los ricos, pues es posible que en breve seamos también como ellos, ricos pero a nuestra manera. O al menos seremos los esclavos de los ricos  y los veremos de cerca, que también mola.

Pero hay otros pobres que no nos dejan hacerlo, pues nos quieren adelantar por la derecha. 

Por la izquierda ya no adelanta nadie, pues no hay izquierda. O al menos no hay izquierda que sepa hablar y explicarnos bien esto de los ricos y los pobres. Nos hablan de la Lucha de Clases, y nos dicen que tenemos que defendernos de los ricos. 

Pero nos engañan los de izquierdas, pues los ricos están escondidos en sus casas de ricos y en sus barrios de ricos, y no los encontramos a mano. 

Los realmente enemigos son nuestros vecinos de barrio, que van a nuestro mismo médico y a nuestra misma parroquia a recoger las migajas. ¡¡Uff!! cómo me estoy poniendo. 


11.12.25

Jorge y Robe: Patrimonio de la Posteridad


Sus apenadas viudas, yernos y sobrinos somos todos y los músicos que dejan detrás: el guitarrista de los Suaves hacía llorar la guitarra para Iniesta, Jorge impuso a todos los ilegales la pasión punk del profeta con traje.

No nos dejan huérfanos, son inmortales a partir de su obra. Otros vendrán después, están viniendo, pero no cogerán estos testigos. Pero la aventura viene de la carencia de obligaciones concretas, recordatorio para las nuevas generaciones de creadores que se las echan en redes y están estirando su primera comunión cada mañana. La música como márquetin cercano al de la política.



Jorge hizo el papelón de gijonés displicente y macarra, cantando como un pijo a la reconversión industrial con indumentaria atildada e irónica; el extremeño con su pose de cerrau, más que un tuper de los nuevos. Ambos bivalentes, complementarios y de tantos, actores de kabuki de alma maquillada que han dejado poesía.

Imagino más fácil, pero es un suponer desde la distancia del desierto, entender a Robe persona, sus ramalazos de odio a la popularidad, quebradizo como Labordeta, que al sucesor asturiano de Los Ramones cuyo más vívido retrato humano lo hico La 2 en “Un país para escucharlo. Asturias”.

Estoy menos de lo desolado que estará el periodista Iñako Díaz Guerra, un atlético que me transportó en el peor momento en vida pública y privada de mi vida hasta las letras de Robe. Nunca me ha gustado oírlas en casa, prefiero que me las ponga, y mañana se lo pediré a Jose en el Reconquista. Establecen para mí una cesura de viernes, de cañas con dignidad y mirada hacia dentro. Faltará humo pero habrá calor y silencio, respeto por el creador en su primer entorno de coser música para garitos.


En cambio, Ilegales me transportan a las noches de los 90 de Monzón y Sabiñánigo, a mi yo legendario del día después –el de los comentarios en el bar de Berdún exagerados relatando entre risas ahogadas lo que no se había vivido la noche anterior, mejorándola-, a ir de marcha in a siderúrgica way.

He asistido a sus conciertos, he viajado a Gijón por Ilegales y su certamen de novela negra y he visto a Universidad Popular y Cimavilla antes que las playas –las lloreras por el Hotel Asturias de Garci llegaron con la madurez-. Cabalgando como cuando fui a Vigo a imantarme con el espíritu de Coppini, en una ocasión di una vuelta por el casco viejo de Plasencia y me detuve a oler la cerveza revenida una mañana de cierzo que emanaba de los callejones de la pequeña ciudad y se me aparecieron las letras de Robe, no la persona. Al creador hay que olfatearlo en su madriguera.

Y les sobra el valor que les falta a mis noches

Ni santos ni inocentes, título de la última gira de Robe. Menos lobos, Caperucita.

Ayer por la tarde me tomé dos aguardientes y no me puse su música, la saturación es lo que tiene. Ninguno de ellos, ningún músico, alcanza por mi desconocimiento de su vida íntima que les mitifique. En eso Rosendo y Robe fueron iniciáticos: se protegieron como hizo Daft Punk tras sus máscaras, el primero no le dejaba ni a su hijo tocar con él, en este país de nepotismo y gilipollas malintencionados, listos que se hacen los tontos.



Así que me puse a este grupo francés que nos ha dejado en su vida, kitch pero poético, proustiano como solo consigue el arte francés para ver si conseguía bailar con el alman. Después en otra huida hacia adelante, ignorando a Johnny Cash y al disco London Calling de los Clash porque me los recordaría, tras llorar como cada vez que oigo el homenaje a Giorgio Vocoder de Daft, me sumergí en los nuevos románticos ingleses. En Spandau Ballet y la huida del post punk al pop que lideró en España con talento el zaragozano Auserón. Por respeto al aliño indumentario y dandy de Jorge, que tanto bien nos ha hecho a sus queridos hijos de obreros.

Terminé la jam del día con los últimos discos de Radio Futura y esa guitarra lenta pero punteada de Sierra que tanto me recuerda cómo calmaba las riendas de los Ilegales, cómo tenía dentro del punk el soul de Alabama, el ingrato pero tan humano de Jorjón.

Después sobrevolé las Hurdes y el Jerte, sus bosques que hemos suicidado este verano y se me metió el alma de Iniesta, el más grande. Robe quiso liderar incorpóreo, fundirse en las masas para no pasar a la posteridad por su lado agresivo, dispersarse para ser sensual. Se ha ido por su vereda de la puerta de atrás, maktoub (estaba escrito).



Ilegales es un exponente de la gracia redentora de la velocidad en la vida cotidiana, del ska como huída a tanto acoso laboral e ir al curro con la melena heavy (véase la regresión hasta los escotes del reggaetón que tanto gustan a los machirulos de la política).

Más vale ponerse “Enamorados de Varsovia” en el puente del Vístula por el que, al pasarlo por megalomanía en la avenida hasta Rusia, fueron finalmente destrozados Napoleón y Hitler que seguir una ruta de Chopin, entrar a un museo, comer un plato escaso con aspecto de obra de arte de la cocina japonesa.

Niños sin escuela de ayer, Jugadores de billar
No les mires en los ojos, Porque van desesperados. Agotados de esperar el fin.

Todo fin es agotador, hasta para los paquidermos de la vida que se retiran.

Quedan las obras de ambos, esas músicas con rabia o lamento que no se conciben como regalo empaquetadas en un papel oriental de colores. Ni cabe escucharlas en televisión por una flamenca en bata y un toro de colores, la maestría de la Rosalía metiendo a Björk con calzador. Dónde está la poeta.

Ni Robe ni Jorge fueron invisibles, cuerpos extraños, en su alteridad. Tuvieron conexión contigo. De tener el enchufe suelto, estás a tiempo de meterlo a la red. Porque directamente vas por la vida, de lo contrario, sin módem ni disco duro.



Mi generación, todos nosotros, fatigados de las órdenes por nuestro bien del Mayo del 68, de los conciertos recetados por la izquierda no moral en las plazas de toros.

Robe y Jorge son emperadores sin practicarlo del kanashimi. Sus letras, ellas sí jirones de sus vidas, transmiten cómo conviven la devastación con el milagro por la vía de la emoción. Dominaron y reflejaron la compasión ante la fragilidad. Fueron capaces de poner blanco sobre negro sus sentimientos espontáneos. Huyeron de las dependencias que causa someterse a los acuerdos sociales y, pese a ello, fueron amados por el barrio y la ciudad.

Porque fueron pastores de alma, no fueron rebaño ideológico, combatieron con la prosa poética y la altanería a tantos músicos al servicio, no te los imaginabas haciendo duetos con la izquierda exquisita. Les echaron de todos los coros.

Salud, amigos. Viernes noche, sonaréis en el Rekonkista, aunque formáis parte del alma del desaparecido, como vosotros, Narvik de Sabiñánigo. Entre tantos de las siguientes generaciones a las vuestras, a quienes habéis convencido por ética y estética, reinará el silencio.

Tiempos nuevos, tiempos no salvajes

Cállate y mira al bies, esta no es tu pelea.


11.12 Luis Iribarren