30.11.25

Preguntante y preguntado en la España actual


Dijo Umbral hace ya mucho años, Don Francisco Umbral para los amigos y enemigos —que no sabremos nunca qué eran más— que él no era periodista aunque escribiera en periódicos, y que por eso no tenía que decir noticias. Pero que en cambio había difundido muchos rumores, que eso además era más eficaz y complicado.

Ahora nos estamos empeñando en decir solo verdades, y lo que logramos a cambio es que se digan cada vez más rumores, bulos y mentiras. Cuando alguien dice SI y el otro dice NO, uno de los dos… o miente o está diciendo un rumor o un bulo.

El rumor o el bulo funcionan muy bien, decía Umbral, pues requiere una dosis de imaginación. Mentir es también eso, es simplemente una verdad disfrazada. 

Mentir por mentir es de idiotas, pero en cambio mentir pareciendo verdad es de inteligentes.

Hay que seguir inventando rumores, bulos, mentiras, para que ya nadie nos creamos nada de nada. 

Por eso intentar decir solo la verdad para ser correcto, me parece una forma de censura. Y lo curioso es que además si mientes te pueden decir que es ilegal. Jodo.

No entiendo bien cuando hacen preguntas en el Congreso de los Diputados, en esas sesiones que llaman de Control, y que se parecen más a un Teatro Romano de gladiadores que se pinchan con sus lanzas, no entiendo bien decía, por qué no se emplea el sarcasmo con normalidad.

Me imagino a un preguntante haciendo la diatriba larga y pesada para desarrollar un tema complejo, y que obtuviera como respuesta un sencillo y simple: —No.

Bueno, o un —Si— según el momento. 

No entiendo que en las contra preguntas, cuando ya se entra con toda la mala leche a insultar, no se les responda (me daría igual quien a quien) con una respuesta sabrosa sin insultar, diferente, simpática, amorosa incluso, que descolocara al preguntante. 

O una simple respuesta fácil: —Mire usted, como me ha insultado, mientras usted me vaya insultando, yo no le pienso responder.

29.11.25

Hay que hablar claro. Sin ser un mentiroso


Estoy cansado de escuchar a las personas que dicen que son claras y que siempre son así y sienten que tienen que decir la (su) verdad, por encima de todo.

Y que insisten en decir lo que piensan sobre las personas que se le acercan a su vida, como si la osadía de ser unos bocazas, tuviera algún valor. Son peligrosas pues dan un valor a su verdad, que muchas veces duele.

Si todo fuéramos diciendo por la calle lo que pensamos, apañados estaríamos todos. ¿Y para qué serviría, qué beneficio trae eso?

En la relaciones con los demás hay que tener educación, empatía, elegancia, a veces silencio, otras incluso debemos ser capaces de transmitir pequeñas mentiras, porque se debe ser benevolente con los que nos rodean, sin pensar además, en que es muy posible que nuestra verdad no tiene porque ser "la verdad".

Seamos un poco más suaves, y no pensemos que nuestra opinión tiene más valor si la espetamos a la primera de cambio; ni pensar que lo que nadie se atreve a decir es muestra de valentía, sino en cambio de imbecilidad.

Con los demás, hay que construir, no destruir. Y no, no siempre hay que decir la verdad. La verdad está sobrevalorada.