El síntoma mas común en los pacientes de Covid19 en el momento del ingreso hospitalario en España es la fiebre (la tienen un 83,9% de los ingresados), seguido de la tos seca (73,1%), dificultad respiratoria (57,5%), fatiga (43,2%), diarrea (24%), anorexia (19,7%) y pérdida del olfato (7,4%). El perfil de las personas hospitalizadas por COVID19 se compone en más de la mitad de los casos de hombres (57,2%) y con una edad media de 69 años que ha ido bajando en las sucesivas Olas de la pandemia. Son datos del Registro Clínico SEMI-COVID-19, en el que analizaron más de 19.000 pacientes por 686 profesionales médicos de 150 hospitales.
El día 9 de enero de 2020, el centro de control de enfermedades de China ya había identificado a un nuevo coronavirus como responsable de esta enfermedad. Y pocos días después varios grupos de investigación lograron secuenciar el primer genoma del patógeno y la publicaron en abierto para que todo el mundo pudieran acceder a esa información. Ha pasado más de un año pero no es suficiente lo que ya sabemos, y además el conocimiento de la enfermedad ha sido lento por mucho que se diga que se ha trabajado a velocidades de vértigo, que no lo dudo pues no es incompatible lo uno con lo otro.
Toda la comunidad científica del mundo se puso a trabajar con presupuestos extraordinarios para saber de qué tipo de problema estábamos hablando y qué soluciones se podían lograr o tener ya para controlarlo.
Más de un año después son casi más las dudas y lo que no se conoce de la enfermedad que lo que de momento podemos dar por seguro, admitiendo que incluso una parte de esto tampoco lo será según se vaya demostrando con estudios posteriores.
Pasado un año se ha avanzado mucho en la detección de la enfermedad, en la fabricación de EPI para todo el mundo, pues en el momento del inicio de la pandemia no había suficiente material de defensa ni para los sanitarios, incluso se han cambiado mucho los protocolos hospitalarios para evitar que se llegue a las UVI o para salvar a los pacientes que están dentro de ellas.
No hay todavía a principios de 2021 un tratamiento preventivo, tampoco hay un tratamiento claramente eficaz para los casos graves aunque se han realizado intentos con diversos fármacos que a veces funciona bien pero otras no.
No hay un antiviral aunque los tratamientos que se utilizaban en marzo y abril ya no se usan, cambiados por otros mejores que dan más porcentaje de recuperaciones. Corticoides, Remdesivir, fármacos contra las inflamaciones internas, sistemas de prueba y error que no siempre funcionan, en espera de otros tratamientos nuevos que se siguen investigando sin descanso.
Pero si bien la enfermedad se conoce poco, ya está demostrando que además de sus efectos graves en el corto plazo deja una secuelas que todavía es pronto para evaluar aunque ya preocupan a los profesionales de la sanidad. La fatiga, el cansancio crónico o el dolor de cabeza inespecífico parecen síntomas que duran semanas o meses en un número importante de personas que han superado el COVID.
Pero hay también otros síntomas de mayor gravedad que producen una cierta incapacidad por falta de capacidad pulmonar para respirar como antes. Unido en algunos pacientes casi recuperados, a unos ciertos problemas psicológicos de miedo y temor a no volver a la situación anterior y a enormes dudas de su capacidad de tener anticuerpos para salvarse de recaídas por la misma enfermedad.
Es pronto para saber cuanto duran los anticuerpos en los que ya han pasado la enfermedad, como lo es saber la duración de las vacunas cuando todavía no se han ni aprobado todas, quedando las mejores todavía en un periodo largo de espera.
Y aunque hemos admitido hace pocos meses que el contagio por aerosoles en ambientes poco ventilados es superior a ningún otro tipo de contagio, incluso mucho más que el contagio por contacto aunque sigamos priorizando el uso de guantes e hidrogel cuando por contacto tenemos que tocar primero una superficie que contenga virus y después tocarnos con esa mano los ojos, la nariz o la boca de forma casi interna, son muchas las cosas que no sabemos todavía del COVID.
Vamos por ciclos y a finales de año 2021 todavía todo el mundo estaba analizando los procesos de los aerosoles, dónde se producen, donde se acumula CO2 del aire ya respirado por personas y por mala ventilación puede estar ese aire lleno —y flotando en el aire— de virus que esperan ser respirados.
Esto nos lleva a la conclusión de que en estos lugares mal ventilados el efecto de la mascarilla es relativo, pues respirar tenemos que respirar aunque estemos con mascarilla. ¿Nos filtran el aire las mascarillas? Pues no del todo, si acaso impiden que nos entren o salgan de forma directa las gotículas de otras personas que están cerca de nosotros y que con su respiración pueden lanzarnos virus antes de caer por la gravedad.
Pero curiosamente las mascarillas con filtros no se aconsejan, pues dicen que ofrecen una falsa seguridad. ¿Sirven las recomendaciones de abril 2020 para marzo 2021? Claramente no aunque no se intenten actualizar.
La ventilación (cambio) del aire, sea de forma natural o forzada por máquinas o los filtros de aire en espacios cerrados parecen imprescindibles en diciembre cuando no lo eran en marzo.
Lo cierto es que con casi todas las personas utilizando mascarillas excepto en sus domicilios particulares, los contagios se mueven en cifras similares a la primavera de 2020 y en cifras a veces descontroladas excepto que el miedo o el respeto a la enfermedad que actúa sobre los modos de comportarse de las personas.
Somos cada uno de nosotros los que tenemos que tomar las decisiones correctas de relación con otras personas, con los espacios, con nuestras decisiones.
Sabemos ya que tan importante es con quién nos relacionamos, como el lugar en donde se produce esa relación y el tiempo en minutos que estamos en una situación de riesgo.
Claramente es un proceso acumulativo, donde las matemáticas y la estadística tiene mucho que hablar. Se habla ya de 2 metros de distancia, de valores de CO2 inferiores a 700 partes por millón y estando menos de 15 minutos en espacios de riesgo. Y sin dejar de usar mascarilla, de lavarnos las manos con hidrogel primero y con agua y jabón una vez llegamos a casa.
Y yo añadiría algo lógico y de sentido común.
Si el contagio se produce por inhalación y se queda en las zonas de entrada de nuestro cuerpo esperándose a multiplicarse poco a poco, sería lógico recomendar un lavado interno de las fosas nasales al llegar a casa (el clásico “sonarse con fuerza”) y un lavado de boca con enjuague bucal al llegar al hogar, tan importante como lavarse las manos.
Sabemos que los confinamientos hacen bajar los contagios, por lógica al no relacionarnos se frenan aunque no desaparecen pues los contagios son entre personas, pero ese proceso lleva a una paralización total de algunos sectores y el frenazo muy alto en algunas actividades de ocio, cultura, turismo, relaciones entre familiares, etc.
No sirve el confinamiento eterno, no sirve tampoco observar olas que suben y bajan, no sirve seguir en el tiempo eterno sin disponer de un tratamiento paliativo o preventivo al menos para evitar algunas gravedades que surgen sin saber tampoco por qué motivos.
Se sabe del COVID19 menos de lo que ya se ha demostrado y aunque eso se intenta paliar con mucho más trabajo del personal sanitario, no es posible mantenerlo de forma eterna. Sobre todo porque la Sanidad en España no está a la altura de lo que creíamos todos antes de la pandemia.
Un ejemplo de que los problemas sanitarios en España nos han mostrado brutalmente la realidad de nuestra Sanidad la han dado los profesionales sanitarios de Huesca a través de sus organizaciones colegiales y sindicatos, denunciando los "muchos errores" cometidos durante la pandemia y solicitando una auditoría sobre la gestión de la crisis desde marzo del 2020. El Colegio Oficial de Médicos y el de Enfermería de Huesca se lamentan de que nadie escuchara las voces dadas años antes, alertando de la falta de profesionales, para reforzar el sistema sanitario a nivel estructural y de recursos humanos que ya era desde hace una década algo fundamental a mejorar.
Recuerdan además el durísimo trabajo en Atención Primaria y en Hospitales durante los primeros meses de pandemia sin suficiente material de protección ni planes de actuación bien elaborados, con centros sanitarios desbordados también en las siguientes oleadas tras el verano.
Innumerables protocolos e instrucciones cambiantes y a veces contradictorias han llevado a un cansancio sumado al del propio trabajo, cuya suma no es lógica.
En la Atención Primaria se quejan además y de forma constante sobre la dedicación de los profesionales a excesivas tareas administrativas por el COVID hoy —pero por otros motivos ya antes— lo que en estos momentos de estrés laboral imposibilita el adecuado seguimiento del resto de las patologías agudas y crónicas.
Se necesitan planes de actuación más participativos y desde diversas ópticas, diálogo fluido entre las partes, garantías de seguridad en su trabajo, recuperación de la accesibilidad de los pacientes a los Centros de Salud y aumentar la labor de prevención y la atención al resto de patologías, mejoras en la atención telefónica de los centros de salud y "liberar a los profesionales de la ingente labor burocrática y administrativa que devora su tiempo asistencial".
Además, en los hospitales debe haber planes de contingencia y mantener la atención al resto de patologías.
Es imprescindible hacer una Auditoría de todo lo acontecido y la forma en que se ha tratado este proceso crítico, para hacer protocolos válidos para otras ocasiones similares en el futuro.
Hoy sabemos que la Sanidad en España se asentaba en exceso sobre el día a día, con falta de profesionales que en muchos casos se iban a otros países con mejores contratos laborales y sueldos más altos, con alta movilidad profesional, con un uso de la medicina privada en algunos casos irregular y sin controlar, y son una división clara y excesiva de los profesionales entre la Atención Primaria y la Atención Hospitalaria.
No conocemos tanto de la enfermedad COVID como de las debilidades del actual sistema sanitario.
Incluido el sistema de investigación, la mala relación entre Farmacia y Sanidad, entre Veterinaria y Sanidad o entre Atención Primaria y Atención Hospitalaria.
Hay detectado un egocentrismo excesivo en algunos sectores sanitarios, que llevan a una compartimentación excesiva entre los distintos grupos de trabajo, que afecta a todo lo que rodea a la Sanidad española.
Ese corporativismo excesivo —pues no es uno sino varios— hace mucho daño a las posibles soluciones, a optimizar los recursos.
Y si es una enorme debilidad del Sistema de Salud en periodos normales, es un drama en periodos como este. No sabemos tanto de la enfermedad porque no se han puesto a trabajar conjuntamente todos los compartimentos sanitarios, donde se incluyen muchos más que los médicos de personas.
Julio M. Puente Mateo