22.3.21

Pandemia (05) China o el impulso que necesitamos para cambiar el siglo


No será suficiente con el COVID para asegurar un cambio de Ciclo, de Era, de Sistema
, por mucho que esta situación actual por su duración en el tiempo ponga todos los elementos para ello. Lo establecido está muy bien como está, y esta pandemia le ha venido a trastocar su caminar que requiere tranquilidad en sus zonas de influencia y complejas violencias y movimientos entre sus zonas de suministros. 

Sobre todo el Sistema que domina y ya establecido, lo que desea por encima de todo es dominar también las crisis. Y aunque esta ni la ha provocado ni la entiende bien, está aprendiendo mucho más rápido que los propios científicos que buscan una solución médica al problema.

Es mucho más complejo poder construir una vacuna eficaz que aprender a controlar un proceso enfermo antes que el enemigo. 

Pero contra la vacuna solo existe la dificultad del tiempo y las defensas no siempre entendibles del virus. Contra el enemigo social todo es más complejo pues también quiere posicionarse, defenderse con tus mismas herramientas. Un virus es en realidad tonto aunque estropee la vida de millones de personas. Un Sistema Social enemigo es mucho más similar a otro Sistema Social y utiliza los mismos mecanismos de defensa y ataque. 

Ya en las primeras páginas de esta seria de reflexiones me preguntaba: ¿Quién liderará el mundo tras este proceso que nos ha movido los cimientos del capitalismo consumidor?

Todas las esperanzas a una salida rápida están puestas en una vacuna urgente, eficaz, con capacidad de inmunizar durante suficiente tiempo, barata, fácil de administrar y de conservar. 

Cada vez que un laboratorio occidental habla de “su” vacuna suben en Bolsa sus valores. Saben que ese es el gran próximo negocio. De marca, de utilidad como empresa, de futuro. También de beneficios por la venta de su producto, pero eso importa mucho menos. 

Hemos sido incapaces de poder construir una alternativa de defensa que no pase por una vacuna. En ningún lugar del mundo. Incluso tampoco hemos sido capaces de conocer bien sus métodos de transmisión y por aerosoles se ha reconocido a partir de octubre de 2020 aunque la propia China advertía de esta posibilidad en sus revistas médicas en febrero de ese año 2020. ¿Por qué hemos vivido esos 8 meses de pérdida de tiempo o de error en los métodos de defensa pasiva?

La Comisión Nacional de Salud y la Administración Nacional de Medicina Tradicional China advirtió a mitad de febrero que al contagio por gotículas respiratorias y contacto con elementos donde se hubiera depositado el virus había que incluir el aire del ambiente sobre todo en lugares cerrados por acumulación de aerosoles de la respiración de las personas afectadas. 

Se refería a la mezcla del virus con gotitas en el aire para formar aerosoles, que pueden flotar por largas distancias y causar infección después de la inhalación. Y eso se advertía en ese mismo febrero, antes de que en España por poner un ejemplo cercano se hubiera decretado la existencia del problema.

La rectificación del plan inicial chino también sugería entonces que los pacientes ya recuperados se quedasen en casa y evitaran el contacto cercano con otras personas durante 14 días para reducir el riesgo propio de infección con otros patógenos y visitarán el hospital para chequeos en la segunda y cuarta semana después del alta, advirtiendo además que los pacientes infectados con Covid-19 en condiciones severas podrían sufrir una "falla orgánica múltiple” de momento sin especificar. 

¿No supimos leer estos Planes de China para defenderse ellos del COVID en febrero de 2020? Si observamos el transcurso de los meses, de sus propios datos de contagios y fallecimientos, tal vez debamos pensar que se puede hacer todo y siempre, de varias formas. Y algunas son torpes.

Los datos de acierto y error son tan contundentes que nos obligan a sopesar que la batalla por el liderazgo mundial ya está planteada, al menos en su primera fase. 

Del total a finales de marzo de 2021 de unos 124 millones de contagiados, en los EEUU hay casi 31 millones, en España 3,2 millones y en China unos 90.000. La población de China es cuatro veces superior a los EEUU y unas 30 veces superior a España. China nos puede engañar con sus números de contagiados, seguro. ¿Tantas diferencias entre contagiados pueden ser capaces de engañar?

Sin duda estamos en muy distinta fase, y las medidas tomadas en China y países cercanos han funcionado de muy diferente forma a las de Europa, incluso siendo similares restricciones. 

En la propia ciudad de Wuhan hay vídeos en YouTube de españoles que viven allí y las mascarillas llevan meses sin estar siendo utilizadas hoy con el rigor de España, aunque nadie se salta las normas impuestas por su Gobierno, sean las que sean. 

Por ejemplo es normal ver a personas voluntarias que toman la temperatura de los viandantes cuando traspasan puntos cruciales de la ciudad o zonas que marcan la división entre barrios. De forma voluntaria y respetada por todos los vecinos de la ciudad que no se quejan de los mecanismos que puso (y sigue poniendo) el Gobierno chino para frenar la pandemia.

Este impulso de datos tan diferentes va a marcar el futuro, no tanto porque los ciudadanos dejen a de creer en sus propios países, como por la elevación de las economías de los países que mejor están sorteando este proceso que afecta contundentemente en los procesos de productividad y de consumo. Si la pandemia es un grave problema, que afecta de forma muy diferente a unas zonas u a otras, supone un añadido de distanciamiento ante el poder de gestión mundial.

Recuerdo que en los años 70 se decía en mis círculos de joven una frase que por entonces no sabía descifrar bien. “Cuando despierte China, el mundo temblará”, pues yo la achacaba más a sus procesos comunistas, a la posibilidad de que se enfrentara contra Rusia, a que se estaban multiplicando tanto los propios chinos que no cabrían en su país.

La realidad ha sido distinta y el mundo está temblando ante China por sus abrazos al mundo occidental para aprender de sus economías, de sus producciones, de sus tipos de comercio, de su capacidad a dominar el mundo sin hacerlo temblar, simplemente infiltrándose entre sus estructuras.

La realidad es que 1.400.000.000 personas consumiendo a la vez, descontroladas en sus consumos energéticos y contaminando en un crecimiento descontrolado no es soportable sin que el Planeta haga “clic” y se raje. 

Tienen derecho los chinos a tener nuestro nivel de vida, a comportarse como nosotros nos hemos comportado antes durante décadas. Y tienen la fuerza para que nadie les diga nada. Y el resto tenemos la debilidad de no haber sabido prevenir el proceso, o al menos de retrasarlo o lentificarlo, para hacerlo asumible. ¿Cuántos Planetas necesitamos si todos nuestros habitantes por igual desean consumir y contaminar lo mismo que un americano medio?

Si repasamos las aglomeraciones urbanas más grandes del planeta vemos que casi todas ellas están en el Sudeste Asiático. Un ejemplo de donde se mueven las personas, en donde se pueden esconder los problemas y las soluciones, por donde debemos mirar si queremos observar los cambios geoestratégicos del mundo más próximo. 

En esas ciudades se vive el futuro en estos momentos. No es algo que debamos copiar, en su interior no está la calidad de vida, el ejemplo a seguir, pero sí está la realidad del presente. Hay ciudades metropolitanas con más población que toda España.

Cantón, Tokio, Shangai, Yakarta, Delhi, Manila, Bombay, Seúl, México, Sao Paulo, New York, El Cairo, Daka, Pekín, Laos, Bangkok, Karachi, Los Ángeles, Osaka, Moscú, Calcuta, Buenos Aires, Estambul, Teherán, Londres, Johannesburgo, Río de Janeiro, Lahore, Tianjin y Kinsasa forman el núcleo de las 30 principales ciudades y sus entornos por número de habitantes. Estamos hablando de unos 640.000.000 de personas encerradas en 30 conglomerados urbanos alrededor de 30 ciudades ingobernables.

De todas estas personas sobre unos 400 millones habitan en la zona del Sudeste Asiático y unas 240 millones en el resto del mundo y muy repartidos. Hablamos siempre de enormes conglomerados que a veces llamamos ciudades. Es normal pensar que será en su interior en donde se gestará una parte importante del futuro de la humanidad. 

¿Cómo es posible gestionar una conurbación de casi 47 millones de habitantes? Estamos hablando para entendernos de espacios teóricos como Barcelona y su entorno periurbano, el Gran Bilbao, etc. pero con una población multiplicada al menos por 10.

Cualquier decisión que se tome de cara al futuro del Planeta pasa por entender este tipo de conglomerados, de saber qué se gesta dentro de ellos, qué capacidad tenemos para evitar su multiplicación.

E incluso de cara a las soluciones que necesita el mundo actual para defenderse de la pandemia, hay que entender la complejidad de la gestión democrática de una enfermedad de transmisión comunitaria como esta pandemia entre espacios urbanos tan inmensos. 

¿Cuántos hospitales se necesitan en estas ciudades? 

¿Es fácil contar a los fallecidos diarios? 

¿Qué capacidad de obediencia se puede dar en estos conglomerados para controlar la propagación de una enfermedad? 

¿Sabemos contar bien los contagios? 

¿Sirven el mismo tipo de medidas para los distintos tipos de conglomerados urbanos?

Evidentemente las respuestas con complejas y muy diversas. Cualquier error en la gestión de todos estos millones de habitantes se notará en el futuro, sobre todo porque están viviendo en una zona muy sensible, con grandes esperanzas internas de cambio, con una cultura claramente distinta a la occidental y a veces con odios contenidos, y con unas economías emergentes que pueden suponer un cambio tremendo en las maneras que hoy entendemos el comercio, la industria, las relaciones entre distintas culturas y espacios económicos.

Tenemos el mundo dispuesto a cambiar de rumbo, pero necesitamos ese impulso que la pandemia del COVID podría darle aunque también es muy posible que no sea suficiente. 

Para que algo se produzca muchas veces necesita dos impulsos simultáneos. La gasolina y la cerilla por separado no son peligrosos, para lograr un desastre necesitamos que se unan en el mismo momento y en el mismo lugar.