Meter en una franja de pocos kilómetros a dos millones de palestinos o rodearlos de un muro en Belén, convertido en Capilla Sixtina contemporánea por Banski, ha terminado por asfixiarles, enloquecerles y embrutecerles. No veo en ello inocencia alguna israelí.
Tampoco los palestinos son ningunos timoratos ni estúpidos en su devenir político, una vez ya lo escribí. Pero es que a la perspectiva básica de conflictos europea, a la postverdad en este verdadero conflicto, le interesa no recordar algunos aspectos que a continuación solo quiero mencionar de pasada, por haber vivido Israel en una ocasión como peregrino sefardí, como mero visitante de mis antiguos parientes en la judería de Jerusalén y a los fabricantes de textos sagrados de origen aragonés, establecidos antes de ningún Estado de los presentes en la época final de los cruzados, con Saladino y los pachás turcos, en Galilea y Judea.
Aunque el gobierno israelí en ocasiones oficie como delegación USA, 52ª provincia de la Unión, la facción parlamentaria laborista reciba el aliento favorable y la comprensión de los judíos incluso ortodoxos de Brooklyn o los desplazados a la industria del cine de Hollywood, como Spielberg o el acosador Harvey Weinstein, la composición política del mismo, el gobierno de concentración nacional con generales retirados de todas las ideologías al que se va –como en la Guerra de los Siete Días- recoge las diferentes sensibilidades que existen en esa sociedad, una de las más jóvenes organizadas por la humanidad.
Cuya base es la tradición organizativa de la Fundación sionista de Herzl, lo que ya denota mucha parcialidad aun siendo el único régimen democrático de toda un área de teocracias.
Así hay en Israel dentro de la izquierda, derecha y centro en el Kneset –parlamento: etimológicamente lugar de reunión y palabra que aparece como parte de los vocablos de hospital y sinagoga, casa de reunión- por cada corriente ideológica dos facciones: la que persigue el entendimiento con Palestina considerándoles un Estado sin Estado y la que piensa que los palestinos al día siguiente de obtener ser parcialmente restituidos irían por más y buscarían la expulsión militar y religiosa de los judíos de su tierra santa, por otra parte compartida.
De allí que la operación de Hamas desde Gaza mencione a la Mezquita de la Roca, Al-Aqsa, como justificación de una presunta venganza.
Entonces, considero que la izquierda española cuando da su apoyo total a causas como la palestina o saharaui no analiza de forma torticera estas aristas. Una cosa era apoyar las justas reivindicaciones de Arafat y al-Fatah, siquiera también recurrieran a la violencia, y otra la de una organización con Irán detrás como Hizbolá y cuya traducción más aproximada es la de fervor.
Pero está también la situación y confusión interesada sobre los dos millones de palestinos, ¿colaboracionistas entonces?, que viven dentro de Israel, que son israelíes aunque no judíos.
La transformación de la propiedad de la tierra en Eretz Israel, el Estado, fue llevada a cabo mediante compras patrimoniales de lo que nada valía a palestinos o a beduinos errantes por los wadis, auténticos navajos.
Después desde la Fundación Herzl se buscó y encontró sin dificultad, el proceso liderado exclusivamente por judíos alemanes y resto de asquenazíes, la financiación para, tras garantizarse militarmente las fuentes de agua del Golán y un poco secar el río Jordán, hacer una concentración parcelaria, volviendo las llanuras de Galilea y Dan prósperos campos de regadío, a la manera que se hizo en Aragón en Bardenas o Monegros 2.
De este modo, surgieron nuevos títulos de propiedad inscribibles como inscripción primera que es la que siempre interesa para escribir la historia a favor de los ganadores, cuyos titulares y es transmisible son personas concretas, y entonces no ya otras: los kibutzín, pioneros, que hoy como en el campo aragonés que percibe subvenciones pueden ser ya incluso fondos de gestión de capital judío americano por venta de los colonos de sus “derechos”.
De este proceso no participaron los palestinos, se quedaron como forasteros en reservas en su propia tierra cuando no hacinados en franjas a las que se les puede cortar el agua y la luz y se convierten por su densidad de población en un foco de insanias y violencia. Los judíos del Este que se creyeron alemanes un día, altos y rubios, devolviendo la consideración a un pueblo, como mínimo, de inferior y reprimiendo, por no decir algo más duro.
Esto no lo podemos compartir ni se comparte por un amplio espectro de judíos de origen yemení, provenientes de países árabes o sefardíes de España, expandidos a París, Amsterdam, la judería de Venecia o la de Lisboa.
Como en el caso del problema vasco, las ideas de confrontación por uno y otro bando en un primer momento dialogadas, se convierten en una lucha por la supervivencia, en pasto de la venganza por envidia, lideradas por psicópatas. Calienta que sales, Mengele.
No existe solución, no se va a alcanzar por intereses geopolíticos, siempre van a caer los niños e inocentes, los que en un kibutz o en un asentamiento palestino procuran la simple supervivencia personal y de sus familias.
No es verdad que en la España de las tres culturas se conviviera. Existieron intereses económicos que propiciaban el intercambio porque era comercio, pero los habitantes de las medinas, aljamas y barrios cristianos se casaron entre ellos y no se mezclaron.
Sin embargo, la sociedad de Israel de menos de treinta años va hacia el mestizaje. Es común que los un poco clasistas o quizá también de familias racistas judíos pelirrojos y rubios, altos y fuertes, hoy se mezclen y tengan parejas de origen yemení judío, de raza negra etíope o en vida privada se enamoren de una o de un sefardí.
Lo que yo me pregunto es cuántos jóvenes de Gaza o cuantos componentes judíos de los de milicia obligatoria que entrarán para terminar con Hamás si así lo hablan y acuerdan Putin y Biden –y China e Italia, como España en armamento, vendiéndoles a todos- se verán obligados a hacerlo teniendo sus parejas o amores imposibles al otro lado.
Todos recibiendo la consigna de termina con ellos en el nombre de Allah o Yahveh, que es impronunciable sin embargo, y comiendo idénticas raciones de falafel y ensaladas maravillosas repletas de hierbas y rematadas con el mismo queso desde Atenas hasta Karachi.
Otra cosa que me pregunto de la actual situación es dónde queda la autoridad moral inglesa, hacedores de fronteras en Oriente Próximo, y de Turquía, última administración con la que todos convivieron y sus ensayos e informes en este punto.
Recientemente me narraron que en Argelia a los barones Rothschild, principales banqueros de París desde finales del XIX y hasta su salida a Nueva York, les molestaba que judíos y musulmanes bereberes vistieran con idénticas prendas y chilabas. Así que hicieron una campaña de falso crowd founding para distinguirlos, para vestirles como europeos, y crearon un odio irreversible de último de la fila entre sus antiguos convecinos.
Según dijo el profeta menor para el judaísmo, que viene del sustantivo salvador, Jeshua, los últimos parece ser que serían los primeros. Quizá por este motivo debería ponerse a mediar el Papa Francisco en la cuestión, sin enviar tanto cruzado encubierto a Tierra Santa.
13.10 Luis Iribarren