23.3.08

El patito feo

Las pera de la variedad Roma son el "patito feo" de la fruta. Ahora que nos invaden variedades desconocidas de frutas de otros países, algunas europeas están siendo arrancadas de los campos.
La variedad de pera Roma no la compran los consumidores porque en apariencia tiene picazos y manchas que parecen indicar que está por dentro dañada. Pero al abrirlas uno se da cuenta de que son simples manchas propias de la variedad.
Ya es tarde, creo, pues en muchos pueblos de Aragón se están arrancando los árboles porque nadie quiere comprar esta pera dura, muy fuerte a la hora de aguantar meses en graneros, con un sabor potente y dulce a la vez que jugosa si se cosecha en su momento (algo casi imposible en la actualidad para ningún tipo de fruta) y que soporta muy bien los fríos.
Los campos se plantan de pera conferencia, más sosa, pero mucho más bonita en la frutería y por consiguiente más vendible.
Estos ejemplares son del pueblo de Miedes (Zaragoza), se cosecharon el año pasado, y están perfectos para su consumo. ¿Alguien conoce muchos otros sistemas de conservación capaces de aguantar la frescura tantos meses dentro de una piel muy delgada?
Pues son los patitos feos de las peras. Si los ve en la frutería, al menos mírelos con buena cara.

22.3.08

La autocensura

La autocensura es la forma más asquerosa de censura que existe. Bueno, excepto la violenta, claro. Cuando nosotros mismos somos los que nos coartamos la libertad de opinión, de expresión, de decisión, estamos dejando de hacer algo importante, cercenando la posibilidad de que algo crezca y se desarrolle, tome vida y libertad.
La libertad tiene que ser total, pero…
…pero a veces, inevitablemente, es necesaria esconderla un poquito para cuidarla.
El silencio público no es contrario al silencio privado, no es contrario a la utilización de los mecanismos necesarios para “hacer cosas”.
No todo se debe decir en voz alta, no todo se debe hacer con luz y testigos, porque en todo tipo de partidas de ajedrez, las jugadas sólo se conocen según se van realizando, nunca se le avisa al que tienes sentado enfrente de la mesa, qué es lo que buscan con ese movimiento tonto, qué es lo que exploras con esa pérdida de calidad o de pieza.
El contrario, al que se le supone una inteligencia igual a la tuya, debe detectar los futuros movimientos, esas son las reglas del juego, y debe saber defenderse de tus ataques. Pero en este caso como en muchos otros, el silencio y el trabajo intelectual soterrado tienen que ir acompañados el uno del otro.
La autocensura es una barbaridad mental a veces inevitable.
El trabajo en silencio es el antídoto que evita la autocensura.
Gracián, Gracián, siempre Gracián.