28.6.08

Una llamada telefónica

Una llamada telefónica, una simple llamada puede cambiar tu vida, no solo este día, sino muchos otros días que te esperan.
Estamos a una sola llamada de teléfono de alcanzar el triunfo o el fracaso, de tener un mes gozoso o una pena, penita, pena.
Somo tan débiles, tan poco cosa, que nuestro destino se esconde en un sonido, en una decisión que nosotros no podemos modelar. Creemos que dominamos el mundo, al meno el nuestro, y es falso porque todo se puede venir abajo o te puede invadir para los restos porque otros decidan por ti algo que te afecte profundamente.
Las decisiones importantes, muchas veces, no depende de uno, son fruto de la casualidad, de estar en un cierto sitio en un momento dado, de un encuentro fortuito, de una relación que se cruza por casualidad, de un simple si sin importancia que te lleva a muchas otras afirmaciones inevitables.
Nos vemos obligados a tener que seguir andando, esto es algo inevitable, cada día se empieza y se agota, y no se pasa por él de una forma trasparente. Se interactúa con la vida, se participa de ella por acción o por omisión, todo deja huella. Y esas decisiones que tomamos, que son muchas veces pequeñas, se agrandan por decisiones que otros toman sin nosotros saberlo.
No estamos solos, no decidimos solos, es imposible no asumir que muchas decisiones de otros nos afectan en gran medida.
Hoy me han llamado por teléfono para que una persona que no conozco, me diga que adquiere una inversión que está a la venta. Eso modifica muchas espectativas que afectan a tres personas. Todavía dos de ellas no lo saben. Yo si. Pero ellas, ajenas a esta llamada, también verán cambiadas sus vidas a partir del momento en que les informe.
Tengo en mi mano, ahora, su futuro.
Una tremenda responsabilidad, fruto de una simple llamada que podia no haberse producido en meses o no haberse producido nunca.
¿Qué somos?

Los déspotas escondidos

Hay personas que incluso ostentan cargos representativos, que en tiempos pretéritos se creyeron incluso demócratas en sus ideas, y que la gestión de la pequeña parcela de poder les conviertes en déspotas.
Pequeños sicarios de la imbecilidad que lo único que hacen es empobrecer la política diaria no tanto porque sus decisiones trasciendan a la sociedad, porque ya aviso de que son pequeños reyes de rincones perdidos, sino porque a su alrededor crean tejidos contagiosos y enfermos que multiplican su acción hacia otras parcelas sociales.
Todo gestor está en su perfecto derecho a dirigir las acciones de gobierno como él crea mejor para los intereses colectivos, paero la diferencia entre un buen gestor y uno pésimo, es que el primero consigue más y mejores artes, empleando el oficio y no el desgobierno de la dictadura, utilizando el diálogo y convenciendo y no la violencia verbal y el despotismo ilustrado que es la peor forma de ser déspota.
El tonto que se cree poderoso porque gestiona con mano de hierro oxidada una pequeña parcela, no detecta que nunca pasará de ser un simple sicario que será utilizado para limpiar lo que moleste a los que realmente mandan.
La descentralización del poder municipal lleva a que muchos tontos ocupen puestos responsables, a que estos bobos tengan que utilizar a representantes vecinales como soldados de fortuna para aplaudir las gracias, a que se vistan de soldados cuando no pasan de ser meros matones de barrio.
Los vecinos deben saber y lo de menos es cómo. Porque tan importante es realizar gestiones, como explicarlas; tanto o más entrar en la batalla, como informar de ello; decidir con qué ejército te alías como explicarlo a tu ciudadanía con suficientes datos; porque nada agradece más el ciudadano de a pie, que se le informe de todo, aunque sólo sirva para no escucharlo.