23.9.11

Qué es la ira y cómo controlarla

Todos tenemos ira, y todos tenemos que gastarla, desfogarnos de ella, dejarla salir. Pero la ira debemos dominarla y al sacarla debemos controlarla para que no sea destructiva en ningún momento. La ira no tiene mucho sentido pues no nos produce nada beneficioso aunque asumimos que por nuestra forma de ser, animales racionales, la poseemos a veces, se nos va cargando hasta que definitivamente la sacamos y vaciamos.
No emplees nunca la ira para conseguir objetivos pues al final se volverá contra ti misma. O al revés. No permitas que la ira de otros te dominen y logren de ti unos objetivos que no se conseguirían por otros motivos.
Si empleas la ira conseguirás que la otra persona se enfade, se tenga que defender, se cargue también de ira y se termine en una batalla cuando menos dialéctica. Al final ambas personas terminan llenas de ira y se enfrentan con ella, luego se consigue lo mismo que con la razón pues uno ganará y otro perderá, pero empleando la violencia mental.
La ira es un enfado en grado sumo, un siguiente paso que camina hacia la violencia. No es un enfado o un cabreo normal, es una explosión. Y no, la ira no es humana, no debe servir la frase hecha de que es humano tener ira. Lo es, pero lo es por ser animales en nuestro interior, así que debemos tener claro que la ira nos acerca más a la irracionalidad, al ser animal que llevamos dentro.
Si hay que desfogarse, vaciar esa ira, nada como hacerlo en privado, incluso mirándote a un espejo, sin que tengas a nadie delante. Una vez vaciada tu mente de ira, busca otras respuestas para resolver tus enfados que a veces hay que resolverlos frente a otras personas.

No es lo mismo una depresión leve de un duelo no complejo

Todo tipo de depresiones requieren tratamiento. También las leves. Ante una depresión —o lo que es mas claro—, ante los primeros síntomas depresivos, hay que acudir al médico de familia y consultar. No todo lo que creemos ser el inicio de una depresión lo es, y equivocarse en el tratamiento es grave.

Incluso aunque nos creamos que la depresión leve ha desaparecido hay que consultar con un profesional e intentar resolver todos los problemas que tenemos encima. Él nos dirá si son problemas o situaciones pasajeras.

La presencia de síntomas que pueden asemejar a la depresión: como tristeza, cansancio físico o mental, ganas de llorar sin motivo, nerviosismo, dificultad para dormir, etc., son habituales en situaciones de problema personal grave o mantenida en el tiempo, o en situaciones de pérdida o duelo. 

Y no es lo mismo un duelo doloroso que una depresión leve.
Para diferenciar una depresión de un duelo no complicado hay que tener en cuenta que en el duelo no suele observarse la presencia constante de ideas de culpa o inutilidad, no existe una alteración importante del modo diario de comportamiento y no suelen aparecer las ideas de suicidio, que sí suelen ser más frecuentes en la depresión.

Además, el duelo no complicado suele empezar poco después de la pérdida, y mejora a lo largo de los meses, pues el tiempo va resolviendo el problema. 

La mayor parte de los duelos no complicados se resolverán por si solos, como situación humana normal que es, y solo se tratarán con antidepresivos cuando por su larga duración o gravedad de los síntomas acaben complicados con un episodio depresivo.

Y recordar siempre que aunque una depresión leve se haya resuelto, hay que mantener la medicación al menos unos 9 meses más, para evitar recaídas. 

Nunca se debe dejar la medicación, sin el consejo y control médico o profesional.