20.11.11

Estamos cansados de no hacer nada. Estamos quemados

Las personas acuden cansadas a votar, con pocos deseos de participar del cambio, con la dejadez más bien del "ya basta" sin calibrar bien si su elección es la que se necesita, tal vez por saber que ninguna es milagrosa e incluso ni buena.

Hemos logrado destronar el desencanto, pues para estarlo, antes, hay que estar embutido en el encanto, en la creencia, en la ilusión por algo. La ilusión por la política la perdimos hace ya un par de décadas, lo que supone que muchos de los actuales votantes no la han tenido nunca. Ahora casi toca el asco, la tristeza, la mala gana, la huida. Y eso es complicado de asumir, pues tras esto yo ya no sé, qué puede venir después que sea peor. Tal vez el suicidio social.

Mal resultado para la izquierda española; por culpa de la izquierda

En los colegios electorales visitados los apoderados del PP casi triplicaban a los del PSOE ya derrotados antes de empezar el recuento. Lo malo es la poca sal, la escasa potencia que queda tras la derrota, la necesidad de volver e edificar esperanza o ilusión en un proyecto hoy herido, tal vez por errores personales de quien no supo formar equipos serios a su alrededor.

No me gusta perder, pero menos detectar la derrota antes de tiempo, notar el olor a final anticipado. Es triste y doloroso anticiparse al hundimiento, y eso es lo que ha marcado una campaña socialista mala e insulsa, poco profesional y no dirigida a ganar sino a perder por lo menos posible, y que no han contado con el factor sorpresa ni con el golpe contundente que obligara al contrincante a destapar un poco su defensa.

Ahora es tiempo de peones, de soldados que vuelvan a edificar las trincheras, la intendencia, la sanidad mal tratada de unos socialistas que han huido antes de ver el barco hundirse. Duro camino para ser recorrido sin generales contundentes y sólidos, muy respetados dentro y fuera de sus cuarteles de invierno.