13.4.15
Extremadura 21 - y en la cena los pellejos estaban en la sopa
Cuando se viaja te encuentras comidas que no soportarían el control más elemental de un inspector de turismo. Hoy en la cena, en un hotel de cuatro estrellas, la crema de verduras tenía pellejos de complicado diagnóstico aunque todos hemos asegurado que parecían vegetales. Era como si los tallos duros de unos espárragos los hubieran triturado con el resto de verduras y sin colar hubieran servido la presunta crema. Yo soy muy fino y como es lógico tras analizarla la he dejado. Pero tras una carne de cerdo pasada de fritura nos han servido el postre que nos ha resultado curioso en la forma de servir, en serio. Yo lo llamaría sistema "Colegio Mayor" o "Servicio Militar". En un plato hondo han servido para cada mesa de seis comensales que te conoces de dos días viajando: una naranja, una mandarina, un plátano, un kiwi, una pera y una manzana. Y que cada uno decida como repartirse la macedonia natural. Nadie nos hemos peleado por elegir una clase de fruta pero algunos tampoco hemos tomado variedad para no abusar de los abueletes que tienen preferencia.
Extremadura 20 - y de postre un mouse de chocolate excelente
Hay días de viaje donde la comida es un simple complemento necesario para no morir y otros un pequeño descubrimiento que da alegría. El primero de la comida de hoy eran unas alubias casi de cuaresma con verduritas muy picadas y dos rodajas de chorizo potente, salvando el conjunto por el pimiento de la Vera que llevaba el caldo de su cocido. Bien. El segundo y estando en Zafra que es tierra cercana a Portugal, parecía obligado que fuera un bacalao con pisto casi excelente pero con receta antigua. Hace unas décadas algunos platos de los de fuego y salsa se dejaban excesivo tiempo a cocer para que el sabor de las viandas se trasladara al acompañamiento. Este era el caso y el sabor del bacalao estaba en el pisto y casi nada en el pescado. Ahora estos platos se tienen con la mezcla final del tomate y el sofrito más el pescado muy poco tiempo al fuego, para que cada elemento tenga y conserve su propio sabor. Pero la sorpresa estaba en el postre. En vaso muy simple podías elegir entre natillas, flan de queso, helado y mouse de chocolate. El mouse de chocolate era un descubrimiento pues con un color muy clarito aunque intuías en su interior el polvo rallado de un chocolate, este resultó algo trufado entre el batido de nata y creo que claras de huevo para terminar con otro golpe de chocolate rallado a modo de decoración simple. De tan sencillo que imaginabas al recibirlo sorprendía encontrarse un sabor muy potente a chocolate trufado que te obligaba a sonreír pues el color no invitaba a sospechar que aquello supiera con fuerza a chocolate. El vino y el postre un aplauso al restaurante El Cazador de Zafra.
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