12.1.17

Hay que leer más. Empieza por este texto…, por favor

Que en España se lee poco es un hecho que me cuesta creerme, pues creo yo que leo poco pero una media de unos 8 libros me caen todos los años. Soy de las raras, sin duda. Según los últimos estudios, en España el 40% de los españoles no han leído ni un sólo libro en el último año. Sumado a otro 7% que dice haber leído un sólo libro, y a un 28% que dice haber leído dos a cuatro libros, me quedo pues entre ese 25% que lee un poco más.

Yo creo que en las escuelas se enseña mal a leer libros. Y lo digo con conocimiento de causa por mis muchos años en las escuelas como profesora o como integrante de la familia escolar en Ampas y similares. Los alumnos se toman los libros como una obligación, casi como un castigo. En algunos colegios todavía se les obliga a leer un libro determinado en vez de darles libertad para elegir el que les guste en cada momento.

Creo que también afecta el convencimiento de que un libro es algo muy serio, que si se empieza hay que terminarlo. Pues yo creo que no, que un libro también se puede dejar a mitad si no te gusta, y elegir otro en su lugar.

Se lee poco en España en relación sobre todo a Europa, y es muy fácil encontrar a familias que no tienen en su hogar ni una modesta biblioteca. ¿Es posible no tener en casa al menos una biblioteca de como poco un centenar de libros? Pues si, es muy habitual.

Puede que no tengamos tiempo, como excusa sencilla. Pero lo tenemos para la televisión, para irnos de copas o de vinos, creemos que leer es cansado y duro, que requiere nuestro esfuerzo, algo que las películas de la tele no, pues os lo dan todo mascado. ¡Uff! Internet parece que nos ocupa el tiempo, pero al no ser lectores de libros, empleamos internet como un lugar de lectura de titulares. No pasamos más que segundo delante de una página y no nos leemos el cuerpo del texto. ¿Sigues leyendo esto? Eres una afortunada.

La tele se puede apagar, lleva un botón. Tras apagarla viene el silencio, la calma, pero no el vacío. Seguimos estando nosotros y nuestras decisiones. Leer es entrar en otros mundos, es soñar y volar. ¿Quieres? Y la ventaja de leer es que nos creamos nosotras mismas los personajes y los paisajes. Nadie dirige nuestros pensamientos, el escritor tan solo boceta para que nosotras terminemos de crear los personajes.

La televisión entra por la vista, que es una actividad muy pasiva. La lectura entra por el cerebro y tenemos que moverlo un poquito. Y eso nos preocupa. ¿Mover el cerebro para enterarnos de algo?

Lo cierto es que los niños se basan en las recomendaciones que les hacen en el colegio, y si pillan a un o una profesora guay, el éxito es mucho mayor que si pillan a una pelma que cubre el expediente y punto pelota. Las familias también deberían ayudar comprando libros, hablando de libros y autores, sin ser pesado eso sí, buscando el placer por leer.

Los libros que se llaman Bestseller han hecho por la lectura mucho más de lo que nos imaginábamos. Lo importante no es elegir el mejor libro del mundo mundial, sino leer. Poco a poco se aprenderá a seleccionar qué. Se puede empezar por lo fácil, y poco a poco se irá solicitando más. Y leer aunque sea en el autobús o en el Metro. 

¿Habéis probado leer unas pocas páginas en la cama, antes de dormiros? Se sueña luego con lo que se lee, y eso si sabemos elegir el libro, está muy bien.

Medranica Ajovín

Economía del bien común, un modelo de futuro

Se empieza a escuchar con fuerza otra forma de entender la economía pública y privada, a la que con diferentes nombres llamamos “Economía del bien común”, es decir, un sistema económico que “también” busca matrices de resultados que afecten positivamente a la sociedad presente y futura. 

¿Y en qué se basa este nuevo concepto de “Economía del bien común”?

Afecta a todos los segmentos de la economía del consumo, productiva, social, laboral o de relaciones con el dinero, aunque no sea dinero real.

Si empezamos con los proveedores, debemos acotar la figura del proveedor como algo mucho más grande de lo que nos imaginamos. Proveedores somos todos, de muy diferente forma, de un tamaño muy distinto. En la medida en que nos relacionamos, entregando servicios o productos, somos proveedores de algo o de alguien.

Y aquí la oferta como proveedores debe ser como poco más ética. Algo que sin duda se debe exigir por encima de casi todo a los que controlan la financiación de todo el proceso económicos, sean bancos o similares.

Podemos tomar como ejemplo una lechuga o un kilo de carne de pollo. Desde que alguien vende las semillas (o los pollitos) y hace un contrato de compra de futuros por los miles de kilos de lechuga que aún no se han plantado en la tierra, ya entra la ética a gobernar la relación. Los precios se marcan para que el agricultor gane lo justo para que no desee dejar el campo. La ética del precio al producto no busca el beneficio de quien lo trabaja ni de quien al final compra y paga por todo el producto final. Todo se organiza para que en las estaciones intermedias los vendedores y compradores ganen lo más posible.

Estos conceptos de economía sin dignidad y de laboratorio económico para controlar los beneficios de los procesos, es la que hay que revertir y modificar. A eso hay que añadir que todos los procesos sean sostenibles tanto en el presente como en el futuro.

Un reparto más lógico de las plusvalías que van generando todos los pasos de la producción, es lo que hay que controlar para que la economías ea más del bien común, y no sólo del bien privado de unos pocos. Los beneficios de los procesos deben ser mejor repartidos entre todos, productores entre ellos, pero también la propia sociedad que alienta y permite los grandes negocios con un consumismo programado.

Un reparto más justo de las rentas, menos desigualdades, más democracia y transparencia, mayores estándares de calidad y control, cambiar el concepto social de los pasos intermedios en los procesos de distribución, y sobre todo orientar parte de los beneficios que se obtienen hacia las acciones de bien común que se necesitan. Hay que repartir, así de simple.