6.7.18

La Avenida Cataluña, un ejemplo casi único

Conozco bien la Avenida de Cataluña de Zaragoza, un barrio dentro de un barrio por el que nadie daba un duro social hace una década y que hoy parece ver las luces encendidas. Un barrio problemático por su decadencia urbana, una Carretera Nacional en el centro de Zaragoza, con un urbanismo discontinuo y que curiosamente no ha sufrido (de momento) lo que todos los libros de sociología urbana hubieran marcada como inevitable. ¿Y gracias a quien? Pues curiosamente gracias a muy pocas personas, que sin saberlo bien, han logrado revertir lo que parecía de libro de la especulación más simple. Y a un mal control de los tempos de los que siempre juegan a manipular el urbanismo para sacar sus beneficios, y que NUNCA son los políticos.

Algunos pensarán que estoy loco si digo que la Avenida de Cataluña de Zaragoza estuvo a punto de convertirse hace una década en el Bronx aragonés. Pero jugaron con unos tiempos un poco adelantados (yo no creo en las casualidades), y no tuvieron en cuenta ni la discontinuidad urbana que no creaba un problema grave y rápido, ni la urgente reacción de los responsables políticos municipales para resolver los indicios de peligro grave.

Curiosamente en toda zona urbana que decae, se logra abaratar tremendamente los valores de los espacios, también logran (sin querer queriendo) que estos se vacíen y se puedan comprar a bajo precio, para alisarlos y prepararlos para volverlos a vender por mucho más precio. Molestan las personas y por ello nada como dotarlos de malos servicios, llenar las zonas de otras personas problemáticas allí trasladadas para joder, vaciar y abaratar la zona, destrozar el clima social, etc. Y todo esto se inició hace una década en esta zona, sin contar con unos factores que lo impidieron…, de momento.

Esto no se logró en su totalidad en la Avenida Cataluña de Zaragoza, porque ayudó la crisis y sin duda el trabajo de una persona muy concreta 
(un vecino) , que supo gestionar muy bien la situación desde numerosos despachos, dando esperanzas a los residentes de siempre y logrando así que estos no escaparan, tuvieran paciencia. 

También ayudó y mucho el rápido diagnóstico municipal (por comparación con otras ciudades) de lo que estaba sucediendo en esta zona de Zaragoza. Pero todavía no todo está logrado.

Normalmente cuando un barrio tiene serias carencias de servicios y de calidad (y se quiere hacer negocios urbanos manipuladores), son primero los propios habitantes los que se quejan amargamente
en una fase de unión vecinal sin líderes claros, para a continuación soportar la manipulación urbana casi silenciosa y con ello poco a poco el desencanto personal y de futuro, el abandono después de los vecinos más activos y con mejores posibilidades de escapar, para finalmente entrar en la fase del recambio vecinal con personas que son trasladadas hasta allí para aumentar los problemas.

El barrio al que se desea manipular para hacer negocios de laboratorio urbano, y que es ya una zona con carencias de servicio, se convierte con diversas actuaciones que parecen casuales en un barrio complicado, un clásico gueto de difícil solución social. Y es entonces cuando van entrando las excavadoras para arrasar tras comprar barato. Y después las mismas máquinas para edificar zonas de muy alto precio con diseños modernos y viviendas para una clase social totalmente diferente a los primeros vecinos. Si quedan algunos vecinos antiguos, los precios del comercio en el nuevo barrio los van expulsando poco a poco.

El caramelo de la Avenida Cataluña era extraordinario. Y los vecinos que se quejaban de los malos servicios podrían haberse convertidos sin darse cuenta en los primeros soldados a favor de los manipuladores…, pero supieron trabajar muy bien. 

Es un ejercicio clásico de grandes negocios inmobiliarios que se reproduce en numerosas ciudades europeas y americanas. 

La Avenida Cataluña es una zona céntrica, muy amplia, muy bien comunicada, con muchas posibilidades de ampliación con la ordenación urbana de un polígono industrial a su vera si fuera necesario, lo que podría haber logrado más de 100.000 nuevos habitantes compactos, en el lugar donde ahora no hay más de muy pocos miles de vecinos y muy diseminados. Un negocio tremendo. Pero el Ayuntamiento supo pararlo sin casi decirlo. O mejor dicho, desde el Ayuntamiento junto a unos muy pocos vecinos supieron pararlos sin casi decirlo.

Hoy, otro partido político (ZeC) ajeno a los dos (PSOE y CHA) que supieron entender el problema de la Avenida Cataluña, ha continuado con las soluciones. No son perfectas, es imposible. No son completas y habrá que seguir muy atentos, pues los millones de euros son un enorme caramelo que arrasa con casi todo. Pero se ha logrado algo que no suele venir en los libros: que un barrio destrozado se dignifique sin que antes tengan que salir los vecinos de siempre.

Lo repito por si hay dudas. Se ha logrado que la Avenida de Cataluña se esté dignificando sin tener que expulsar antes a los vecinos de toda la vida, lo que sin duda es un éxito de muchos, pues lo habitual en otros casos similares es que los vecinos que empiezan las luchas vecinales por dignificar los barrios maltratados, nunca estén viviendo allí cuando al final se logran los objetivos de calidad. Antes han tenido que huir.

Los efectos negativos del turismo en las ciudades

Terminaré hablando del Barrio Chino de New York, pero antes debo centrar el tema del turismo manipulador. Y es que ya nos estamos preguntando cómo afecta el turismo a nuestras ciudades, para respondernos que además de su impacto positivo en las economías, tienen dentro un gran impacto negativo de transformación de nuestras ciudades, por elementos ajenos a la realidad urbana y sobre todo a las necesidades de sus habitantes.

El turista tienen unas necesidades muy diferentes a las de los habitantes fijos de las ciudades. Y curiosamente los centros de las grandes ciudades se están adaptando a este fenómeno muy creciente, desplazando a los vecinos tradicionales. Esto convierte en Parques Temáticos a las zonas que se visita desde el turismo dentro de las ciudades con nombre turístico. Es decir, falsea de algún modo la realidad de estas urbes. El turista cree estar visitando una ciudad “de verdad” pero en realidad está visitando una ciudad adaptada a ellos mismos, donde ya se han suprimido elementos clásicos de “la ciudad” y se han cambiado por formas, colores, ritmos, comercios o servicios que son comunes en cientos de ciudades repartidas por todo el mundo.

El turismo produce en las ciudades una dependencia económica clara, al pivotar en exceso y en algunas zonas muy concretas de la ciudad sobre las economías que traen los turistas. Todo se forma a su alrededor. los comercios se cambian a costa de una subida brutal de los alquileres hasta convertir las calles clásicas y famosas de las ciudades en lugares comunes a todo el mundo. No sabes si están en Asia, África o Europa. Todos los colores de la decoración y los logotipos de las paredes son iguales. Se desplazan a los habitantes clásicos y se cambian por modelos de calle similar al diseño del momento.

A su vez y tras desplazar a los habitantes de siempre hacia zonas pobres o hacia zonas de nuevos pobres, estas no se adaptan o están preparadas para asumir estos cambios, lo que producen cambios urbanos y sociales que se alejan de los centros dedicados a los turistas.

En las calles turísticas se destruyen comercios y servicios y se llegan a crear zonas donde las leyes locales no se cumplen, donde los cambios sociales de uso de los espacios extrañan incluso a los habitantes fijos y de siempre. Un turista es una persona que está entre uno y cinco días en un mismo lugar. Eso marca su actividad. Y que no conoce ni las leyes locales ni mucho menos las costumbres del lugar.

Pero el turismo también acaba con los espacios públicos simples. Los ciudadanos vecinos fijos de las urbes necesitan unos espacios públicos muy distintos a los que reclaman los turistas con sus gastos. Los primeros quieren pequeñas plazas y espacios de convivencia o cultura que sean pequeños y sencillos a la vez que baratos y útiles. El turismo reclama grandes espacios y muy caros, sin importarles mucho el precio de la inversión ni el de la entrada. El vecino prefiere una plaza a un parque lleno de fuentes. Un espacio deportivo de calle a un gran estadio. Un Centro Cultural o biblioteca antes que un Gran Museo. Un salón público antes que un gran palacio moderno. Los vecinos necesitan un sistema de transportes públicos hacia toda la ciudad y barato, mientras que un turista necesita una red de transporte público hacia lugares muy concretos sin importarle el precio.

El turismo es una actividad que necesita regulación, control ajeno a sus beneficios en el corto plazo, y no caer en la trampa de homogeneizar todas las ciudades a unos modelos iguales, idénticos, presionados por las empresas privadas. Este modelo de ciudad idéntica no sirve en el medio plazo, pues cansa al propio turista, que cada vez más, reclama ciudades “verdaderas”.

El ejemplo del Barrio Chino de New York es el más clásico y contundente que conozco. Hay dos barrios chinos. Uno pequeño lleno de turistas, totalmente falso y artificial. Y otro barrio chino muy cerca del anterior pero difícil de encontrar y muchísimo más grande, no visitado por turistas, lleno de servicios para la comunidad oriental de New York. No se parecen en nada. Pero todos los sistemas turísticos llevan a los visitantes al primero de los Barrios Chinos, al que viene en los libros, para no modificar la realidad del segundo que es donde viven los ciudadanos. De esta forma han logrado salvar el auténtico barrio oriental sin que haya que llamarlo Barrio Chino.