En los años de la Transición española, antes o después de morir el dictador Franco, la toma de posiciones de diversos partidos políticos, legales o consentidos, con fuerza de poder o con la fuerza de parte de la sociedad, era constante aunque no siempre importante.
La Falange y los que añoraban que tras la muerte de Franco era su momento, desfilaban por Madrid incluso varios años después de la muerte del dictador, con la tranquilidad de quien se sabe que produce respeto aunque en realidad fuera miedo. Y las fechas cercanas a la muerte celebrada con boatos militares, eran un buen momento para llenar Madrid de azules camisas aunque siempre hiciera frío. En los últimos años 70, eran miles las personas que llegadas desde toda España, dedicaban ese fin de semana a glorificar el azul como color de futuro.
Os dejo un cartel de una concentración de la Falange en el Valle de los Caídos, del año 1971. La fecha coincidía con la muerte de José Antonio, que había sido un 20 de noviembre.
7.11.18
Cuando la Justicia es noticia, estamos perdiendo el sentido de la justicia
Ayer fue un día muy malo para la justicia en España e incluso para las relaciones sociales de un país que está sufriendo tensiones innecesarias por las torpezas de algunos responsables que no saben gestionar su presente. Por un lado la patada en los riñones de Estrasburgo con el caso Otegui pone contra las cuerdas los usos retorcidos que a veces se utilizan desde la justicia para resolver lo que la política es incapaz de lograr. Por otro lado la sentencia revisada del Tribunal Supremo sobre quién debe pagar los impuestos de las hipotecas, que de momento nadie sabe cómo va a terminar.
Ante la justicia no cabe más que acatar. Pero sin duda cabe también criticar, opinar, revolverse, y empezar a sopesar si no nos estaremos equivocando mandando a la justicia asuntos que nunca deberían llegar, y sobre todo, intentando evitar que las torpezas supongan que el remedio sea mucho peor que la enfermedad. Veremos hasta donde se puede estirar el chicle.
Ante la justicia no cabe más que acatar. Pero sin duda cabe también criticar, opinar, revolverse, y empezar a sopesar si no nos estaremos equivocando mandando a la justicia asuntos que nunca deberían llegar, y sobre todo, intentando evitar que las torpezas supongan que el remedio sea mucho peor que la enfermedad. Veremos hasta donde se puede estirar el chicle.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
