31.1.20

¿Un atún muerto es un cadáver o un filete?

La pasada semana el temporal Gloria que nos azotó en España —qué bonito, un temporal femenino que nos azota— dejó cientos de atunes rojos muertos en las playas de Murcia, algunos enormes y que nada tiene que ver con el Mediterráneo lógico, por su tamaño. Y es que aguas adentro hay una fábrica de atunes gordos, de los de 200 kilos, de los de exportar a los japoneses o a los restaurantes caros.

El temporal que nos azotó movió tanto las aguas que con sus olas altísimas logró que los atunes salieran saltando de sus jaulas. Para una vez que los animales saben salir de sus jaulas se encuentran a un temporal femenino que los azota. No tuvieron suerte.

El caso es que estos atunes enormes llegaron a las playas de Murcia, que creo que ya lo he dicho, y los vecinos de la zona se apresuraron a ir con cuchillos a cortarles los lomos y dejar las tripas y las espinas —enormes, claro— en la arena. Un atún a rodajas en un supermercado es un atún, pero cortado en la playa con un cuchillo jamonero es un cadáver.

Los pobres atunes se preguntan desde el Más Allá cómo es que su libertad les duró tan pocos minutos. 

Pero siempre nos queda la sensación positiva de que igual algunos no se quedaron azotados por el femenino temporal y en unos años podamos pescar para el supermercado atunes enormes en el Mediterráneo.

Sigo pensando en los murcianos que se comieron los cadáveres y me entra como repelús. Comerse a un muerto sin saber de qué ha muerto no debe ser sano. ¿De qué habrán muerto los pollos asados que nos comemos?

Vi a un joven leyendo en un autobús, y era un libro en papel

Ayer en el autobús urbano me encontré con un joven que iba leyendo un libro de papel. Sorprendente caso de enfermedad intelectual que deberíamos evitar como pudiéramos. 

Si increíble es que todavía existan especímenes que lean libros en espacios públicos, peor es que sea un joven y que además lo lea en papel. ¡¡Qué ejemplo es ese!! 

Pero lo soportamos todo el resto de viajeros con estoicismo y sin llamarle la atención. Nos costó, todo hay que decirlo. 

Encima, yo creo que para provocar, el libro era gordo, de esos antiguos de más de 700 páginas que leerlo en papel es una enfermedad que te puede dañar los brazos de sujetarlo, un caso atípico. 

El resto intentamos disimular como pudimos siguiendo escondidos entre las pantallas del teléfono, sin mirar, pues a veces hay enfermedades que se contagias simplemente por la mirada. 

Al llegar a casa me lavé los ojos con manzanilla para evitar recordarlo.