13.12.23

Rubén Darío y Ángel Orensaz, trabajaron juntos

La Zaragoza del año 1967 era una ciudad sórdida, aplastada por una cruenta dictadura militar, iletrada y salvaje, queriendo crecer a golpe de inundar huertas de cemento. Sin embargo, tuvo siempre pequeñas luces que resplandecieron ante el miedo y la incultura, prefigurando lo que debía ser, pudo ser, pero no es. El peso de la bruma provinciana, tosca e ignorante fue tal, que aún hoy sufrimos sus devastadores efectos.

El 1967, sin embargo, es un año memorable para Zaragoza y el buen gusto. Incomprensiblemente, en ese ambiente, el Ayuntamiento decidió conmemorar el centenario del nacimiento de Rubén Darío, el príncipe de las letras en lengua castellana, una de las cumbres del buen gusto y la excelente literatura.

Y lo hizo encargando una escultura al entonces joven Ángel Orensanz, recién llegado de su formación en la École de Beaux Arts de París y premiado ese mismo año en la IV Bienal de Arte de Zaragoza

El monumento se conoce como “Niño con estrella” y se encuentra en el Parque Grande José Antonio Labordeta, en el espacio conocido como “La Rosaleda”, hace unos años arrasada vilmente por una de las Corporaciones municipales más zafia, insensible e iletrada de cuantas ha habido en la Ciudad.

Es esta una obra de juventud de Orensanz y, a mi juicio, la mejor escultura del autor, por su localización, su concepción y su ejecución. Situada en una glorieta solitaria, en un parque exquisito y juega con la vegetación y la luz, cambiantes según las estaciones del año, tanto del entorno como del propio monumento.

El autor renunció a esculpir un retrato del homenajeado (como estaba haciendo en la coetánea dedicada al Tío Jorge en el parque del mismo nombre) y evitó tanto el modelado geométrico como las abstracciones y los elementos que irán predominando en su obra paulatinamente, hasta devorar lo figurativo.

Representa a un niño, de reminiscencias rodinianas (recuerda al “Fugit amor” de Rodin), sobre una gran roca, en su origen, cubierta de vegetación atrapando una estrella, alegoría de la poesía, símbolo del alma soñadora y sensible, que existirá…:

mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, / mientras la onda cordial aliente un ensueño, / mientras haya una viva pasión, un noble empeño, / un buscado imposible, una imposible hazaña

…como dice el poeta nicaragüense al que se dedica la composición en su poema “Al Rey Óscar”, que se cita en el mismo monumento de Orensanz. Este año, sesquicentenario del nacimiento de Rubén Darío, celebramos también el L aniversario del nacimiento de alguna luz de buen gusto y belleza en la Zaragoza de 1967.

Jorge Marqueta Escuer

Miguel Hernández y su Elegía

Este poema que os dejo más abajo y de Miguel Hernández, se titula “Elegía” y fue posteriormente cantado expléndiamente por Juan Manuel Serrat y por Jarcha

Todo comenzó de alguna forma cuando en Orihuela se cambió el nombre de una plaza el 14 de abril de 1936 para ponerle el nombre de Plaza de Ramón Sijé, que era un escritor de la misma localidad que Miguel Hernández.

Aquí podemos ver al poeta en la reinauguración de la plaza con el nuevo nombre, dirigiéndose a sus vecinos de Orihuela con unos textos que fueron los que inspiraron luego a la poesía “Elegía”.

El alcalde franquista de Orihuela, en el año 1958, la volvió a cambiar de nombre por la de Plaza de Marqués de Rafal. 

Pero en el año 2016, y por iniciativa de Ciudadanos, se volvió a su antiguo nombre de Plaza de Ramón Sijé, amigo de Hernández y gran escritor de ese su pueblo murciano, que murió muy joven también..


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.