9.1.16

Los españoles que han sufrido la crisis con brutalidad

Tú tienes suerte. Como yo. Estamos entre ese 70% de españoles que no han sufrido la crisis con la virulencia suficiente como para destrozarnos la vida. No nos hemos empobrecido (más). Pero un 30% de los españoles sí se han empobrecido, unos catorce millones de vecinos, se han convertido en pobres  o en más pobres por estos años bárbaros que nos han roto España, nos han destrozado el sistema laboral, el sistema productivo y social, la forma  de entender ese estado del bienestar que ya era falso y ahora más. Nos han llegado a convencer que encima la culpa es nuestra, de todos nosotros, sobre todo del 70% como tú y como yo, por vivir por encima de lo que se podía.

¿Nos hemos leído el documento “Informa sobre el Estado Social de la Nación 2015?, se refiere a España, claro. Jodo. No se trata de asustar, se trata de saber dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos, y los años que tardaremos si todo se hace de otra manera, hasta llegar a donde estábamos en el año 2006. Han pasado 10 años muy duros, tardaremos otros 10 años muy duros para recuperar la situación anterior, y eso si desde Europa nos dejan hacer políticas diferentes a las de países condenados a la pobreza.

Este informe y para meternos en cintura, nos habla en la página 2 de 98 de los millones que se gastaron unos responsables públicos (de todos) desde Caja Madrid sólo como un detalle sin (casi) importancia pero que nos indica quien vivió por encima de lo que se debía, gastando en hoteles, comidas, joyas, viajes, ropa, cine o supermercados para usos privados y con el dinero de todos. Si, 15,5 millones entre 80 responsables públicos. Con ese dinero (sólo de una Caja de Ahorros) se podrían haber ayudado con 500 euros a 31.000 personas en riesgo de exclusión por no poder pagar la luz, el gas, la comida. La Caja de Ahorros que se gastó esa pasta entre sus directivos, tuvo que ser rescatada con dinero de todos, para que no se terminara de hundir. Otra vez tuvimos que pagar para evitar daños mayores.

Ahora se nos dice que ya hemos salido de la crisis. Y de ser cierto eso sería terrible. ¿Tú te imaginas que ya hayamos salido de la crisis, es decir, que ya estamos en una situación “normal”? Si esta es “la nueva” situación normal a la que nos tenemos que acostumbrar, con un 30% de pobres, con una juventud sin trabajo, con más de 4 millones de desempleados, la crisis ha sido un periodo de rotura brutal de una sociedad.

Yo te aconsejaría un paseo diurno (si es nocturno es brutal y mucho peor) por las calles céntricas de Madrid. Si eres habitual de Madrid verás el cambio de esta década. Si no quieres viajar, puedes darte el paseo por Zaragoza. Hace seis años me vanagloriaba de que en mi Distrito del que soy Vocal, no teníamos indigentes ni personas viviendo sin hogar. Habíamos logrado resolver los problemas que se habían presentado. Ahora en 2016, se nos mueren por las calles, en una semana dos indigentes. No es un abrupto comentario, es cierto con dolor. Los cajeros, algunos escaparates, las esquinas de algunos jardines que permiten construir con cartones y paneles “algo”, los edificios abandonados y sin servicios, incluso los campos junto al río o debajo de algunos puentes, podemos ver en mi Distrito a personas malviviendo. Incapaces ya de resolver su problema. ¿Hasta dónde, hasta cuándo?

8.1.16

Dos frases muy diferentes que dicen lo mismo

Fíjense en estas dos frases finales de la entrada. La primera está dicha en un medio de comunicación nacional por una periodista conservadora. La segunda es la realidad de la decisión. Dicen lo mismo (o casi) pero de forma totalmente diferente, mediatizando al que escucha, manipulando incluso con las palabras. Este tipo de modificación del mensaje es habitual. Todos los días se dan en la comunicación. Esa acción de transmitir cómo se desea para enfatizar las ideas propias, además de habitual es manipulación sin que casi nos demos cuenta, pues se escuchan, calan sólo lo justo, pero en el tono que se desea para abrir y cerrar unos u otros caminos.

“Artur Más da a la CUP 200 millones de euros para proyectos sociales”.

“La Generalitat de Cataluña destina 200 millones más a proyectos sociales, solicitados por la CUP”.

No es lo mismo escuchar para entender, que escuchar para contestar

Parece lo mismo a la hora de comunicarnos, y el primer problema es ese precisamente, que no sepamos o queramos diferenciar nuestra actitud. No es lo mismo escuchar para entender, que escuchar para responder. No es lo mismo estar predispuestos a aprender que estar siempre predispuestos para intentar enseñar. Y recordar que no es lo mismos enseñar que mostrar.

7.1.16

Plurinacionales sociales y no sólo culturales

Hoy el sin duda reconocido y respetado (excepto si nos llama establo) Fernando Sabater nos escribe en El País sobre la España plurinacional, lo que ya es un camino nuevo en sus planteamientos. Pero iniciado el camino habla sólo de la diversidad cultural como la ùnica diferencia entre las Españas, olvidándose —por que que así lo ha decidido— de la diferenciación social, mucho más importante que la cultural, tal vez por desgracia —que sea menos importante— para la marcha de las sociedades.

España es la suma de varias sociedades, y por ello de varias naciones, y admitirlo con calma e inteligencia es el mejor camino para la convivencia social con éxito. Cada sociedad tiene su cultura, algunas de ellas su propio idioma y/o sus leyes, sus distintas formas de arquitectura, de entender la educación, de comportamiento empresarial, de encarar el día a día, sus fiestas, sus horarios, su interacción con sus vecinos y con sus geografías. Esto es indudable.

Un vasco o gran parte de los aragoneses están más cercanos de la forma social y también cultural de su vecina Francia que de Andalucía. Un catalán se parece más en sus formas sociales a un italiano que a un canario. Y en esa diversidad que admitimos e incluso admiramos está el problema, no por la diversidad sino por el entendimiento y la aceptación de esa diversidad. Y con el entendimiento, las bases para reconocer esas diferenciaciones. Somos diferentes, y en vez de explotar desde la irresponsabilidad por no querer reconocerla y por ello darle valor político, nos ofuscamos en minimizarla cuando es ilógico. ¿Cual es el camino, lograr que un catalán se parezca a un canario o que un canario se parezca a un francés o italiano? La solución es respetar esa diferencia y reconocerle valor político. Y no darnos mieda en que crezca, entre otros motivos porque luego nunca crece.

Las diferenciaciones sociales y culturales no tienen que suponer independencia o ruptura. Es posible y deseable la convivencia de todas estas piezas del puzle, pero para ello debemos respetarnos e intentar hacer un esfuerzo por entendernos. Cada ciudadano quiere ser lo que ya es. Y simplemente quiere respeto, reconocimiento y justicia lógica de los resultados económicos de su sociedad.

Es verdad que la suma en una gran nación de varias pequeñas naciones, tiene sus puntos de conflicto lógico como en todo tipo de sociedades. De esas diferenciaciones saldrán las soluciones mejores para todos, pero si no rompemos los constantes diálogos desde los que se deben negociar y construir las relaciones. Pero si vamos rompiendo cuerdas, al final los barcos se nos irán al centro del mar, y además en cuanto sople un poco de aire con mala leche. No es necesario un temporal. Sirve un soplo de mala baba sobre un mar ya revuelto por no saber darse cuenta que se nos van rompiendo las cuerdas de sujeción, poco a poco.