18.7.17

Diseño de los barrios en la Edad Media

En la Edad Media, las villas y localidades de las zonas comarcales eran poco numerosas en habitantes, pequeñas en tamaño comparadas con las actuales. A lo sumo contaban con unos pocos miles de habitantes, pues la mayoría de los ciudadanos vivían y trabajaban en el campo, alejados de los núcleos urbanos, a los que acudían a comprar o en busca de servicios.


Las ciudades en cambio sí estaban muy pobladas, aunque su tamaño físico era en comparación menor al actual para el número de personas que las habitaban, que se apiñaban en callejones estrechos, llenos de recovecos y a lo sumo de pequeñas plazas.


El crecimiento de las ciudades venía del comercio y de los beneficios que este generaba en cuanto a distribución o almacenaje. Junto a esta actividad, eran los artesanos los que predominaban, agrupados en cofradías o gremios, donde se protegían de sus intereses para que los precios fueran acorde con las necesidades vitales de sus negocios, y no se apoderaran de todo el control los propios comerciantes.


Por ello era normal en las grandes ciudades la existencia de barrios pequeños si los comparamos con la extensión de los actuales, donde vivían juntos los profesionales de los mismos gremios.

Esta imagen es del desarrollo urbano del barrio El Boterón de Zaragoza, cercano al de Sementales o al de Tenerías. Calles estrechas y que al modo árabe, se retorcían o configuraban callejones sin salida.

Parque argentino. Mismas soluciones a los problemas idénticos

En la ciudad argentina de Buenos Aires comenzaron las obras para remodelar el Parque Las Heras, ubicado en el centro del barrio de Palermo, con la intención de renovar toda su superficie y servicios. Como podemos ver en las indicaciones de las reformas, se va a realizar un tratamiento muy común, básico y de sentido común en todo tipo de arreglo en parques urbanos de barrio en casi todas las ciudades europeas y americanas. Todos nos copiamos de todos.

Entre los principales cambios, se reparará el cierre perimetral sobre la Avenida Las Heras, se aumentará el número de arbustos, herbáceas y se repondrán más de 100 ejemplares de árboles nuevos. Aumentará la superficie de césped y de tierra compactada suprimiendo zonas de cemento, el rediseño de de los caminos existentes adaptándose a los usos actuales de los vecinos, un nuevo sistema de riego y de canalización de aguas de lluvia y además se creará un circuito aeróbico con postes para hacer ejercicios y una zona para perros. Se aumentarán los bancos para descansar, se ampliará el número de accesos pues el parque está vallado, se realizará un estudios de toda la masa arbórea actual para podar los árboles que lo necesiten y tratar de enfermedades el resto, cambiando algunos árboles de crecimiento deficiente o en mal estado. Se pondrán papeleras nuevas y más mesas para estar jugando. Y además se modificará todo el sistema de iluminación.


17.7.17

Tres cubos de basura en el Central Park de New York

En la entrada del Central Park de New York y a partir de allí en todo su interior, podemos encontrarnos estos cubos de basura, solicitando ya que nosotros mismos vayamos distribuyendo la basura en los clásicos tres cubos que allí son negro, gris y verde. En el negro la basura y desechos orgánicos, en la gris las botellas de plástico y el vidrio, y en el verde los periódicos y el papel. Estos cubos o papeleras grandes, a veces están saturados, llenos de basura. peor por el suelo de las calles o parques es difícil ver en New York basura, algo que es más fácil ver en algunas ciudades importantes de Europa.


Viajar para conocer el urbanismo y sus gentes

Podríamos decir que el mejor regalo para un urbanista es hacer un viaje por el centro de Europa, por ejemplo Berlín, y otro por New York o por Tokio. No es que nos tengan que enseñar muchas cosas a los españoles estas ciudades tan saturadas, sino que simplemente son símbolos fáciles, donde tenemos que mirar mucho para aprender, fijarnos en sus ideas, poner en valor lo que en España está mejor que es bastante, y observar lo que ellos han logrado en amabilidad de uso.

Dejamos fuera la clásica pregunta de si nos cambiaríamos a vivir allí, pues en casi todos los casos donde mejor se está, en en nuestra cueva particular. No hay que viajar en búsqueda de mejores destinos fijos, sino en mejores recuerdos, en llenar nuestra memoria de vivencias diferentes.

Pero viajar supone ver otros urbanismos, otros parques, calles o soluciones. Y también otras gentes, otros locales de todo tipo, otros comercios cada vez más iguales entre sí, otros barrios. 

Una ciudad no se ve en su centro, pues en esas zonas cada vez se parecen más unas ciudades a las otras; se ven en sus barrios, en sus cementerios o mercados, en sus bares o en sus rincones menos concurridos. 

Viajar supone conocer también esos lugares que (casi) nunca salen en los libros, estar en esos locales que alguna vez te dicen en un programa especial o en una crónica de sabores. Viajar es ver a las gentes moverse y saber mirarlas sin ser visto. Visitar sus universidades, sus bibliotecas, museos, tiendas de pan, mercadillos de viejo, sus orillas de ríos o sus parques de barrio.

La imagen es de junio 2017, de una mañana nublada en New York, cuando los edificios más grandes se esconden entre la niebla.