30.10.17

Yo tengo un amigo muy pesado. Pero muy amigo

Este de la imagen, blanco, blando y con pintas de alfombra es mi amigo, pillado en uno de sus cabreos, descansando en su propia casa, tumbado pegado al suelo y mirando de reojo. 

A mi amigo los enfados le duran minutos como mucho. Enseguida entiende que estar enfadado no conduce a nada. Y se viene a mi vera a buscarme y a mirar mi mirada. Sabe entenderme y descubre enseguida…, de que antes que él se desenfadara, yo ya estaba desenfadado.


Mi amigo es muy positivamente fiel desde el egoísmo y la inteligencia social, un poco pesado en sus peticiones pero muy amigo de los que es imposible no querer. Sabe estar encima de mí, incluso ahora que estoy escribiendo con pocos dedos y haciendo piruetas para no dejar caer al amigo que tengo sobre las piernas. Él se tumba sobre mi tripa mientras estoy escribiendo en el sillón y aguanta poniendo su cabeza sobre los apoyabrazos. Cuando quiere reclamar sabe moverme con su morro mis manos, para que deje de escribir y lo atienda.


Es imprescindible tener amigos en la vida. Todos los necesitamos. Aunque creen —los que nos ven desde fuera— que algunos amigos no sirven para hablar. Se equivocan. Yo con mi amigo hablo mucho, y él más todavía conmigo. Aunque no digamos palabra, y eso que él es de los ladradores cuando quiere.


Mi amigo está mayor, tiene ya 12 años y eso es mucho para él. Ya no salta como antes aunque lo intenta con la misma o más fuerza. No se sube a la cama a la primera, se cansa, se ha vuelto con peor carácter cuando algo no le gusta, no quiere tener mucha relación con los extraños y ya solo va en búsqueda de las palomas más cercanas olvidándose de las que vuelan sobre su cabeza, cuando está en la terraza que es su propio campo.

Somos amigos porque así lo quisimos ambos cuando él necesitaba un adulto que lo cuidara. Y lo seguiremos siendo hasta que uno de los dos deje de saber cuidar al otro. Es Ley de Vida.

Las 40 ciudades más antiguas del mundo

Dejo un pequeño listado con las 40 (41) ciudades más antiguas del mundo, ciudades o pequeñas localidades que han logrado sobrevivir e incluso crecer en muchos casos, durante más de 10.000 años. Auténticas supervivientes, que nos muestran que el concepto "ciudad" es un elemento muy seguro ante la historia, para mantenerse en el tiempo.

Mitilene, Grecia, 1.000 a.C.
Huelva, España, 1.000 a.C.
Gaza, Palestina, 1.000 a.C.
Pekín, China. 1.000 a.C.
Patras, Grecia, 1.100 a.C.
Xi’an, China, 1.100 a.C.
Cádiz, España 1.100 a.C.
Lisboa, Portugal, 1.200 a.C.
Calcis, Grecia, 1.200 a.C.
Lárnaca, Chipre, 1.200 a.C.
Hebrón, Palestina, 1.500 a.C.
La Canea, Grecia, 1,700 a.C.
Chania, Creta, 1.700 a.C.
Bal ó Bactria ó Balj, Afganistán, 1.880 a.C.
Varanasi ó Benarés, India, 1.800 a.C.
Luoyang, China 1.900 a.C.
Kutaisi, Georgia, 2.000 a.C.
Jaffa, Israel, 2.000 a.C.
KirKuk, Irak, 2.200 a.C.
Erbil, Irak, 2.300 a.C.
Homs, Siria, 2.300 a.C.
Jenin, Palestina, 2.450 a.C.
Rayy ó Rey, Irán, 3.000 a.C.
Beirut, Líbano, 3.000 a.C.
Jerusalén, Israel, 3.000 a.C.
Luxor, Egipto, 3.200 a.C.
Gaziantep, Turquía, 3.650 a.C.
Sidón, Líbano, 4.000 a.C.
Atenas, Grecia, 4.000 a.C.
Faiyum ó El Fayún, Egipto, 4.000 a.C.
Tyro ó Tiro, Líbano, 4.000 a.C.
Plovdiv, Bulgaria, 4.000 a.C.
Tebas, Grecia, 4.100 a.C.
Susa ó Shush, Irán, 4.300 a.C.
Alepo, Siria, 4.300 a.C.
Damasco, Siria, 4.300 a.C.
Al Jubail, Arabia Saudí, 5.000 a.C.
Argos, Grecia, 5.000 a.C.
Byblos, Líbano 5.000 a.C
Catalhöyük, Turquía, 7.500 a.C.
Jericó, Palestina, 10.000 a.C.



Aprobar no es la meta de aprender

Una constante en el mundo educativo es encontrarte a alumnos que no saben lo que en teoría ya habían aprendido. Llegan a cursos superiores o a la Universidad sin los conocimientos necesarios en materias básicas que le resultan imprescindibles para seguir las nuevas clases.

Hay una teoría (o dos) entre los alumnos mediocres, de que al colegio se va para aprobar los exámenes. No para aprender TODO. Y lo que es casi lo mismo. Mucho de lo que intentan enseñarte los profesores NO SIRVE para nada.

Así que con esta ideas, se aprende lo justo para aprobar el examen, y se olvida enseguida, como si nuestro cerebro, nuestra capacidad de aprender y de retener conocimientos, fuera finita y se tuviera que desaprender algo para dejar espacio para lo siguiente.

Nuestro cerebro no es un disco duro que se llena y tiene un tamaño determinado. O si lo tiene, es tan enorme que cabe mucho más de lo que logramos aprender en toda la vida. Lo malo es que no queremos retener o no sabemos retener. O no nos enseñan a retener, a conservar lo aprendido.

No es lo mismo aprender que memorizar. Sí es posible memorizar durante un tiempo una lección no aprendida y entonces sí es fácil desaprender, vaciar lo que hemos retenido, como si tuviéramos que dejar espacio libre. Esta técnica que ir superando exámenes sin aprender es un gran error que logra llevarte a un punto de no retorno, donde se hunde todo el entramado falso.

Si en los cursos superiores, detectado el mal sistema de aprendizaje, no te encuentras a un profesor que sepa recordarte con urgencia lo que simplemente memorizaste para aprobar, te hundes y tienen que abandonar. Si tienes la suerte de topar con un profesor ducho en este problema, es posible recuperarte, pues lo que memorizaste para aprobar no se borra del todo y es fácil volverlo a entender y con mucha más rapidez. Pero dependes de la suerte de encontrar a un profesor con paciencia y ganas de corregir sin acritud. Algo muy complicado de encontrar en la Universidad.

Aprender a seleccionar personas para equipo

Todos queremos tener en nuestros equipos a personas muy válidas, ganadores netos, líderes muy preparados, capaces de resolverlos todos los problemas. Es decir, todos queremos lo imposible…, si además no sabemos buscarlo y encontrarlo.

Hay que mirar más lejos que en las necesidades actuales que tenemos que cubrir. Y para ello debemos buscar en las habilidades presentes de los candidatos y en las posibles necesidades que vayamos a tener en el medio plazo, para ver si se cumplen ya en las personas que vayamos a incorporar a nuestro equipo.

Para eso es fundamental intentar conocer su personalidad, su capacidad de adaptación, de aprendizaje, de incluso ascender dentro de la propia empresa que ya tenemos configurada. Hay que saber su grado de conflicto o de empatía, sus habilidades sociales para adaptarse a diversos entornos de trabajo, sus capacidad para dominar nuevas tecnologías, su motivación presente y futura, su forma de relacionarse con sus compañeros anteriores, con sus jefes y por ello su forma de entrar y salir de las anteriores empresas, la forma de gestión que ha realizado con sus crisis de empleo y con sus tiempos libres y muertos en su carrera profesional, incluso su capacidad de gestionar su propia insatisfacción laboral.

La experiencia sirve y mucho, pero no es un valor de futuro. Sobre todo si es una experiencia alta pero en pocas cosas. Y tampoco sirve esa capacidad para cumplir con los trabajos en su tiempo, sino la capacidad de saber gestionar las diferentes velocidades y presiones, sin perder la calidad del servicio.