16.5.18

Las palabras, las declaraciones, son hechos

Dice Mariano (y también algún político de izquierdas) que las palabras, los escritos no importan; que lo importante son los actos, los hechos. Es una muestra más de que no tenemos ni idea de lo que se juega entre las manos de los tontos inútiles con los que jugamos a la historia, sea en un lado y en el otro.

Las palabras tienen tanta importancia como los hechos, pues sirven para propiciar estos últimos, para darle explicación y sentido, para avisarnos y jugar con ellos antes de que se produzcan. Una paella sin un buen caldo no es nada.

Podemos menospreciar los discursos, las palabras, las declaraciones, pero son el aviso y la excusa, son ya hechos, pues hablar y manifestarse es un hecho en sí mismo. Y seremos tontos, muy tontos, si cuando alguien nos dice a la cara que nos va a dar una patada en los bemoles, no le miramos —como poco— todos los movimientos de sus piernas, para prepararnos las nuestras.

Siete años después, vemos lo que no se hizo

Han pasado siete años del 15 de mayo, aquel 15M del 2011 que nos marcó y cambió la vida. ¿De verdad? Efectivamente, hoy, siete años después…, estamos bastante peor y la indignación ya no existe. No estamos indignados. El técnico de laboratorio que ha sabido gestionar la indignidad para transformarla en desencanto, además modificando todo para que sea peor…, es para darle un gran premio.

El 15M de 2011 creíamos todxs que aquello era imparable, que era el principio del cambio y que nuestra fuerza era la razón. Yo estuve en Sol. Pero ojo, hay que aclararlo, estuve durmiendo en un hostal que es tanto como NO estar en Sol. Aquel fenómeno social me interesó desde el primer día, creí que iba a suponer el inicio de algo grande. Y efectivamente, no me equivocaba.

El 15M supuso al final una la patada en los bemoles a toda la indignación, pero desde la inteligencia social del que sabe manipular los procesos para convertirlos en digeribles. Cuando llevaba una semana me di cuenta que aquello no iba a ningún sitio y así lo intenté explicar. Todavía se pueden encontrar artículos míos de aquellos meses.

Decía y escribía en este mismo blog aquel mayo de 2011 —y que sigo suscribiendo, lo cual es un lujo, siete años después— …,:

Futuro de la acampada en las plazas de España. Sobre todo inteligencia política. Tras estar varios días viendo como funciona la acampada de indignados en Sol, creo que lo mejor que podrían hacer mañana sería cesar la acampada, desmontar todo lo que hay en Sol para dejar bien alto el listón de sus actos y seguir convocando asambleas semanales al menos en el mismo lugar. Una acampada indefinida pierde fuerza, hay que dosificar las fuerzas y las decisiones. Es mucho lo logrado…, para olvidarse que queda mucho más por hacer.

Nací con el hambre. Y estoy viendo la vuelta

El otro día leía que tras estar en el wc comportándonos como un animal racional…, hay que lavarse las manos con jabón, que lavarse con agua es simplemente mojarse las manos. Parece obvio pero la mayoría de españoles tan solo se mojan las manos. Y a veces ni eso. Así que las cosas nos van como nos van. Ni para estar sanos y limpios somos capaces de hacernos casos entre nosotros.

Uno escucha declaraciones de personas elegidas por “todos o por algunos” y se asombra. Casi nunca son mujeres. Deberíamos probar aunque fuera por egoísmo. ¿Y si las mujeres fueran capaces de resolver lo que nos parece imposible?

El número de tontos es inversamente proporcional al de soluciones. Escucho que uno dice que quiere hablar con el otro, y el otro dice que sí. ¿Pero de qué?

Hablar siempre es positivo, excepto que sirva para cerrar puertas. Una cosa es hablar, dialogar, y otra soltar el sermón. Una cosa es decir que sí amén jesús a todo y al quedarse solo hacer la peineta…, y otra bien distinta coger un poquito de lo hablado e intentar ponerlo en funcionamiento.

Nací en plena posguerra del hambre. De las colas del petróleo para calentar y las ayudas de los americanos. Estamos teniendo —los de mi edad— la suerte de ver lo que ninguna generación ha visto en su vida. Y lo que nos queda. No de años, sino por ver.

15.5.18

No queremos enterarnos. Así somos más libres

Empezamos a no darnos cuenta de lo que nos sucede. Es otra fase muy simpática de la intervención mental, de la manipulación social. Ya no estamos cabreados, pues además de jodernos han aprendido a que no sintamos dolor. Es una fase muy inteligente y a la que hay que aplaudir. La siguiente y en la que ya casi estamos, es agradecer el que nos vayan jodiendo.

España está en una situación de debilidad muy cercana a la que tenía en los años 70. No es respetada en Europa, tenemos unos políticos que están en su fase de caída sin retorno y sin recambio, una economía que tan solo se mueve afectada por las coyunturas externas a nuestras decisiones, unos medios de comunicación más atentos a su viabilidad económica que a su trabajo de calidad, una justicia en entredicho, y unos problemas territoriales entre graves y muy graves.

Todavía no estamos en los años 30, pero nos acercamos. La diferencia entre los años 70 y los años 30 es que los políticos viejos y nuevos de cada época eran muy diferentes. En los años 30 se alentaba la violencia desde la mayoría de los bocachanclas que no sabían leer libros de historia. En los años 70 se sabía que el bebé era muy débil y que había que cuidarlo y no darle muchos meneos.

En estos años 10 del nuevo siglo estamos en los 70, pero a veces demostrándonos que lo que queremos son los años 30. Las incapacidades son manifiestas, incluso hasta para dimitir o para facilitar los cambios. El duelo fratricida en Cataluña está tranquilamente metido en la dialéctica, y mientras no se salga de allí no irá a más. La dignidad laboral no existe y con ella hemos perdido el futuro de la generación joven que no puede emanciparse. Esto es grave pero no ahora sino dentro de dos décadas, cuando deberían ser adultos, con familias completas y una profesionalidad productiva a la altura de nuestros vecinos.

España no tiene quien le quiera, pues hasta los de las banderas en los balcones no saben pasar de allí, de colgar trapos en contra de los catalanes, pero no a favor de España. No necesitamos trapos comprados en los chinos, sino trabajo serio por la España del futuro.

Nota.: La viñeta es de El Roto, publicada en El País