27.3.22

Y movió las alas una mosca y se tambaleó medio mundo


Con la llegada de la primavera de este 2022 estalla el precio de la energía que ya llevaba meses tensionando las economías de consumo en Europa, y surge de manera casi ¿espontánea? una huelga de transportistas en España, sin el control de los sindicatos, ni de los empresarios, ni teniendo entre todos, un gobierno que sepa valorar su importancia hasta pasados diez días. 

En pocos meses y cuando los datos de la pandemia parecían dominarse aunque no dominados, nos estalla una guerra en la Europa más frágil, se habla abiertamente de bombas nucleares, observamos como se destrozan varias ciudades ucranianas convertidas en polvo, cómo las mentiras oficiales llenan los telediarios, como aumentan los precios de las energías hasta convertirse en un problema mayor que el de no poderlas pagar sin tensiones, y como nuestros lineales de los supermercados se vacían de leche, de harinas y pasta, de papel de W.C., de aceite de girasol o de agua mineral.

Todo parece aunarse para demostrar nuestra fragilidad como sistema, como personas, como sociedad que incluso no es capaz de darse cuenta real de los problemas que se le vienen encima.

Parecería imposible hace tres meses que estuviéramos viendo a ciudades enteras, a barrios completos en Europa, destrozados como sucedió en la Alemania de 1944 y 1945. 

No entenderíamos que se vaciasen los supermercados en España mucho más que con los peores momentos de la pandemia del COVID, por una guerra que sucede a 3.600 kilómetros de distancia en coche. ¿Es mucha distancia? Pues en avión algo más de 4 horas de distancia, lo mismo que se tarda en ir en tren entre Zaragoza y Valencia.

Los tiempos de la vida, las experiencias que nos marcan el deambular por la vida, las marcamos un poco entre todos nosotros. 

Nada hemos tenido que ver, ni tú ni yo, con lo de Ucrania. ¿Seguro? Pero sí es cierto que los aleteos de una mosca o de una mariposa pueden mover el mundo, depende de muchos factores. 

Y todos nosotros además de dedicarnos a quejarnos con palabras pequeñas y en los lugares equivocados, excesivas veces hemos creído que todo esto, eso o aquello… no iba con nosotros. Hasta que sí ha ido.

Un huelga de transportistas autónomos es relativamente infrecuente, incluso podríamos pensar que es algo sin mucha importancia pues existen varios sindicatos fuertes en el sector, varias organizaciones empresariales que son quienes controlan todo un sector sin duda primordial para el funcionamiento de un Estado…, excepto que aquello se convierta en una huelga indefinida, que controla las carreteras, que paraliza al resto del transporte y lograr vaciar los supermercados, los suministros de producción entre empresas o entre agricultores y ganadores, entre el tráfico marítimo, el de exportación a terceros países, el de incluso material farmacéutico. 

¿Y todo sin darse cuenta nadie de lo grave de la situación, de la debilidad que supone no tener mecanismos de una defensa válida para que en pocos días no se vaya todo al garete?


26.3.22

¿Puede una mosca desencadenar el Fin del Mundo?


Cuando iniciábamos este 2022, nadie podía prever que antes de la llegada de su primavera habríamos estado hablando ya de la posibilidad de que varios ataques nucleares simultáneos, podrían destrozar parte de la vida en nuestro planeta. Si nos hubieran preguntado, además de hablar de su casi imposibilidad, seguro que nos hubiéramos puesto a temblar al pensar en una posible situación como la que ahora describo. 

Y ya hemos tenido que pasar en estas semanas por la realidad de escuchar este tema, o el de ver a ciertos ciudadanos hablando del yodo y a algunas farmacias explicando que no sirve para defenderse ante un ataque nuclear, o a ciertos empresarios relatando que ellos hacen a medida refugios antiguerras.

En aquel inicio de 2022 estábamos más atentos a la marcha de la pandemia de COVID que a ninguna otra posibilidad, pues entendíamos que ya era más que suficiente para nuestra historia universal estar dentro de una pandemia que llevaba dos años asustando al planeta y matando a miles de ciudadanos. 

No cabía otra cosa que pensar que ya éramos frágiles en demasía. Nadie parecía pensar en aquellos Reyes a medio gas, en tener que llenar sus armarios de alimentos en conserva, de ponernos a mirar las fechas de caducidad de la pasta, el arroz o la harina, para llenar la casa de litros de leche o de latas de sardinas. 

Yo no he sido, tú… tampoco, pero los supermercados se han vaciado por la suma de dos efectos. El de compra compulsiva y el de la mala gestión con la huelga del transporte.

Nunca los problemas de las sociedades han sabido/querido venir solos. 

Sin haber vencido la pandemia nos llega la invasión de Ucrania desde Rusia, para saltar ya no todas las alarmas en Europa o en el mundo occidental, sino para mostrarnos que la globalización que lleva siglos entre nosotros debería tener unos parámetros medidos y ajustados a la autodefensa, pues en exceso se vuelve tremendamente injusta contra el propio sistema liberal de funcionamiento social. 

Siempre la globalización ha sido injusta contra el débil económico, nunca en los siglos ha existido la globalización positiva, pero ahora se ha demostrado que sin inteligencia empresarial y política, la globalización se vuelve un grave peligro contra el propio sistema.



24.3.22

La agonía de Ucrania ¿Para qué sirve sufrir?


Esta portada actual de la revista Time con una imagen del fotógrafo ucraniano Maxim Cover nos muestra a una mujer intentando huir con su hija de pocos meses de los bombardeos de su ciudad, ayudada por un soldado ucraniano. Por la propia revista hemos sabido que Julia Pavliuk logró escapar de Kiev con su hija de seis meses y hoy se encuentran reunidos incluso con su joven marida que se tuvo que quedar en la capital, en la ciudad de Rivne.

No son una familia en riesgo económico, tienen sus trabajos que o han perdido o mantienen en la distancia desde una vivienda prestada de forma humanitaria. 

¿Podemos imaginarnos cada uno de nosotros en situaciones similares? Daría quien quien iniciara una guerra, pues lo más importante es siempre quien la sufre.

23.3.22

Las Guerras modernas se ganan en las ciudades. Destrozándolas


Podríamos decir que esto que vemos en la imagen es Ucrania, y daría igual. Es Siria y la imagen se repite. Se destrozan ciudades enteras, se rompen las convivencias sociales de ciudades enteras por geoestrategias, que así lo laman ahora al joder a las sociedades. Una ciudad destruida ya nunca se puede volver a reconstruir. Es mentira. Aunque se intente, sale otra ciudad diferente.

Una ciudad destrozada se muere, pues se han muerto sus habitantes. O han huido. La España de 1939 nunca pudo ser la España de 1936. Por culpa de un Dictador, pero sobre todo por culpa de los miles y miles españoles que fueron asesinados en ambos bandos, mas, mucho más desde el vencedor, como sucede siempre.

A Europa en 1945 le sucedió lo mismo. Y a Siria, Irak, Irán o ahora Ucrania. 

Las ciudades se destrozan y queda el descampado, el solar, pero ya nunca la ciudad, pues a ella, a esos lugares, no vuelven los mismos, ni con las mismas ganas, ni vuelve la vida del barrio, ni sus mismo comercios, ni su historia anterior, pues todo queda manchado de sangre.

Las guerras ya no se pelean en los campos, llevamos décadas en los que los que las practican con oficio las juegan dentro de las ciudades. No sirve ganar al enemigo en el campo de batalla, hay que ganarle en las Ciudades de Batalla.