29.10.23

El mundo debe saber que estamos en peligro todos


Persistir en destruir Gaza es un error histórico. Yo no digo que no tenga derecho Israel a defenderse, a evitar que se produzca otra vez una matanza como la de hace unas semanas por parte de Hamas. Pero no solo hay que tener mesura humana en las reacciones, sino que deben ser inteligentes, pensando en el futuro de todos.

Arrasar Gaza no ayuda a resolver el problema ancestral que nació lleno de trampas hace ya casi un siglo. Crear un exterminio en tierra palestina es seguir sembrando odios eternos, alimentar respuestas desaforadas de países llenos de religiosos violentos. 

No hay religiones violentas. Hay religiosos violentos. Y hay torpes que no saben leer la Historia para encontrar soluciones que sirvan.

Los errores del siglo XX hay que resolverlos ahora, para que no se conviertan en errores del siglo XXI. Hay que crear y reconocer el Estado Palestino y unido en una sola zona geográfica, en donde se acuerde por parte de todo el mundo. Hay que respetar a Israel y reconocerlo por los que todavía no lo han hecho. 

Y hay que alimentar a ese Estado Palestino no solo de agua potable y alimentos o medicinas, sino sobre todo de mecanismos de justicia social, de respeto, de construcción de un Estado moderno en el Mediterráneo. 

La política de la ONU debe ser respetada por todos para crear una política social y de gestión en paz en una nueva Palestina, también respetada por todos.

Y cuando digo todos… me refiero a todos. Y los que no quieran… que se retraten y lo asuman ante la historia de sus pueblos. No es posible en estos tiempos de globalización tan asumida, que no existan mecanismos de acción política globalizada para remediar barbaridades.

Sean en Palestina, Afganistán, Irán, Ucrania o Senegal. O el mundo es capaz de encontrar la fórmulas para evitar estas masacres de todos contra todos, o seguiremos jugando a movernos en el filo de la navaja.

¿A qué distancia estamos de que se produzca un estallido mundial en este 2023?

Nota: La imagen de Gaza es de Ashraf Amra

Ajovín


28.10.23

Desafíos Humanitarios y Sociales: Reflexiones en un mundo cambiante


En el mismo día en que el Defensor del Pueblo de España presentaba un informe tras ocho meses de análisis, revelando 440.000 casos de abusos y pederastia cometidos por curas y frailes contra niños, también nos llegaba la noticia de que Israel había provocado casi 8.000 muertes en Gaza en tan solo tres semanas, de las cuales el 40% eran niños.

En ese mismo día, una parte de España, encabezada por el PP y sus aliados ideológicos, expresaba preocupación mal explicada sobre la distribución de personas inmigrantes en ciudades de España, como si dejarlos en Canarias fuera la única opción correcta. Esto sucedía mientras parecía que algunos, incluso aquellos que asisten a misa todos los domingos, habían olvidado los principios fundamentales de Cristo. 

¿Cuál es el motivo de que la propia Iglesia Católica española no sea capaz de hablar y explicar que es necesario ser generosos con otros seres humanos que sufren y necesitan nuestra ayuda, olvidándonos de ese egoísta que es según sus normas, pecado?

La responsabilidad de acoger a ciudadanos que huyen del hambre y la injusticia recae en todos nosotros, como acto de humanidad y debido a la responsabilidad compartida por siglos de abuso en sus propias sociedades y territorios. Debemos recordar que todos los seres humanos tienen derechos básicos a la justicia social desde el principio.

Si bien es cierto que no existen soluciones fáciles para los desafíos a los que nos enfrentamos en estas décadas, negar la realidad o no reconocer que todos los seres humanos tienen derechos iguales a la justicia social no es la respuesta, a pesar de lo que algunos puedan creer lo contrario.

No se trata de ocultar la realidad ni de pensar que cerrando puertas evitaremos los problemas. En todo el mundo, la historia se repite: guerras justificadas por religión, creencias en dioses menores, la pobreza y el miedo como instrumentos de intimidación y violencia. Somos seres humanos, y serlo no garantiza supervivencia ni paz de forma constante. Los problemas deben abordarse en su origen y a tiempo.

No podemos provocar miles de niños muertos y heridos en Gaza, sin que eso nos represente un precio que en algún momento tendremos que pagar cuando crezcan. No podemos observar como los heridos graves yacen tirados en los suelos de los hospitales mientras pasan por encima los médicos y enfermeros sin poderles dar cobijo y ayuda. No es posible curar con vinagre por falta de alcohol y de anestesia, sin que eso nos vaya a representar como poco una violencia soterrada que vendrá sin duda.

Es una cuestión de humanismo y, al mismo tiempo, de inteligencia egoísta, pensando en nuestra propia defensa social. Ser egoístas, inhumanos e insensibles nos conducirá al declive, no a la supervivencia. Entender esto es vital para nuestra propia sociedad y su futuro.

Ajovín

25.10.23

Todos somos Clasistas… ¿pero en silencio?


Y sí, como se dice en Argentina. Todos somos Clasistas

A finales de los 80 visité París por primera vez. La Défense, La Coupole, la Sorbona y los bulevares de Hausmann y Sartre ya eran parte de mi imaginario, pasiones inoculadas por mis profesores de secundaria. No sé si falsas dependencias pero entonces pensaba que no.

Llegué en coche como los emigrados comunistas, atravesando lleno de envidia desde mi Pau toda la sweet France, comiendo sopas y potajes con vinos de frasca.

Una vez en la luz (ciudad de) y en el albergue cerca de la Porte de la Villette conocí por tocarme como compañero de litera a un mexicano ingeniero, de clase media baja como un inseguro servidor, y que fue mi caballo de batalla. Recorrimos la línea de metro del “Último Tango en Paris” insieme, fuimos a ver los primeros rascacielos de Mitterrand cagándonos en los intereses de la deuda externa mexicana. Qué suerte cuando en los bancos te atendían y los ricos viajaban con travel checks.

Una tarde nos llegamos a oír pasar el metro como Brando debajo del bellísimo puente de Bir Hakeim, mi favorito del mundo fue hasta ver el de Oporto, tras bajarnos en la estación de Passy.

Miguel ahora estaría en mi vida, seríamos amigos de chat para siempre. No sé si estará vivo o no, pero los dos íbamos con “Rayuela” de Cortázar, que ahora no me gusta, cazando París y ambos habíamos ahorrado por estar allí. Un año de hostelería yo, cuatro años como ingeniero en Defectuoso él.

Ante mi amabilidad atendiendo a dos compatriotas del sujeto que nos abordaron perdidas, se quedó mudo y con una hierática cara mexica. Tras no atender a las damiselas, inquirido por mí por su falta de educación, me espetó dos frases puñal como las esculpidas por Rulfo que grabé en mi memoria en piedra, en forma de parábola: en resumen vino a decir que tenía suerte porque entre su departamento en Colonia Roma y su trabajo discurría en coche por Insurgentes y esa décima parte de DF donde no asaltan y que me planteara siempre ante cualquier queja de sudamericano viajando por Europa que solo podían hacerlo minúsculas élites, grupúsculos de la alta burguesía ultra católicos.

Yo entonces, ni él, pensaba que fuera clasista.

Pero sobrevolando las minas a cielo abierto y llagas en forma de pistas y molinos a los pocos cabezos con vegetación de la provincia de Teruel, en reciente viaje Malpensa Milán-Barajas de Adolfo, llegué a condenar más aún que lo viene haciendo el aragonés más influyente en medios de comunicación estatales y al que escucho como enorme humorista, y no voy a nombrarlo aún, a los alcaldes y diputados autonómicos que con su voto han malbaratado y herido para siempre nuestro delicado paisaje mediterráneo, creado por pastores y rebaños trashumantes.

Pero entonces es que fui clasista urbanita y pirenaico condenando, por ser vecino de un territorio que siempre estará protegido y al que su paisaje y condición de frontera ofertan, se machaque lo que se machaque, un futuro hostelero. Aunque sus habitantes, cada vez menos, dedicados al sector primario entienden que demasiado.

Por cierto, que reivindicar declaraciones de parque natural en Canal Roya y convocar andadas de cuatro mil por un valle viene a ser un uso tan intensivo como el que se denuncia, al final todo se acaba politizando y se les da la razón a los hosteleros que votaron en masa popular en las municipales en la montaña. Guardándose la última palabra por oferta de Azcón multimillonaria de inversiones nada neoliberales.

Pero, bien, vamos a ponernos en el lugar de estos alcaldes y alcaldesas de lugares donde ya no queda ni un crío y en que ya se han pagado estudios a todos sus jóvenes y ninguno ha vuelto, o si ha vuelto es como heredero y para incorporarse a la ganadería por su exigua nómina como técnico en la ciudad.

Les llega un convenio de molinos y perras para el Ayuntamiento para no quedarse fuera del pueblo de al lado (vuelvo a invocar el sagrado nombre de “As Bestas”) y amenazas a los que ven la partida de guiñote desde fuera pero opinan.

Pero entonces, para quién lo hacen. Qué sentido e interés general tiene tanta cicatriz. ¿Es para acoger a nuevos pobladores y crear un sector público municipal ofertándoles un salario público para mantener esa escuela de la que alejaron a sus hijos, que estén cinco años y que se vayan porque no se integran? ¿Terminarán todos los pueblos del Jalón Medio revirtiendo la torre mudéjar de su iglesia a minarete?

No se sabe.

Lo que sí se sabe es que yo he vivido en no comunidades de propietarios en que a mi madre o a mí nos tocaba fregar la escalera una semana de cada diez o menos por escaqueo y no te metas…, a asistir ayer a una comunidad de propietarios en que se debatió si tenía sentido poner en el tejado placas solares que duran diez años, me dijeron que ya veinticinco, para producir energía en cada casa.

Se me fue la cabeza, no entendía nada de lo que se hablaba, el orden del día en todo momento estuvo fuera de mi control. No tengo ni idea de si me conviene pasar a coche eléctrico, gozar de 1 kW producido por mí ni si pagaré después impuestos exorbitantes por producir mi energía. Lo que sí sé es que hay un bombardeo incesante para hacerlo, que las energías renovables tienen aroma a gin tonic de ginebra Premium.

Y que luego pasaremos a otro tema.

Como no entendí nada, voté en contra y me abstuve, me quedé en mi Edad del Nácar –como el peine con el que mi abuela se estiraba el pelo brillante lavado con vinagre tras deshacer su moño-, me lavé por la noche los dientes con bicarbonato y pensé en esos alcaldes o secretarios de Teruel que ya no hacen los expedientes, a los que les cae un convenio redactado por terceros al que solo se adhieren.

Quizá, Federico Jiménez Losantos, es que no haya ni corrupción ni pase que el alcalde de Teruel se venda barato como afirmas en precio del kilowatio mientras el ternasco sube. Quizá es que nos bombardeen con datos, que se expulse a los críos que aman a los animales de la ganadería, que todos vayamos a comunidades de propietarios que parecen un bloque de jamón de york, al matadero.

Ayer fue Crimea, hoy es Cisjordania, siempre es llevar a los niños a todas las extraescolares posibles. Pides una conciencia crítica que no existe y tú mismo después empiezas a hablar ñoño para ñoños, aunque eres tan listo y lo sabes tanto que tienes a Alaska de peso de la romana.

Tu mano que no mece la cuna todavía es más clasista, no le gusta el olor a tomillo y flor de azafrán del sudor de concejal del Jiloca. A quienes inmediatamente les recomiendan que vayan a las reuniones con tufo a perfume de duty free. Pocos se salen de eso, por mucho que luego pongan campos de lavanda.

25.10 Luis Iribarren

Reflexiones sobre la Realidad Actual en el mundo



A pesar de que en ocasiones pueda parecer lo contrario, es imposible olvidar que en el mundo actual se libran decenas de conflictos armados, siendo dos de los más prominentes la guerra en Ucrania y el conflicto en Israel, involucrando a Rusia y Palestina respectivamente y con serias opciones de que estos conflictos se contagien a más países de la zona. 

De hecho ya hay implicados medio mundo de forma indirecta o casi directa pero disimulada, desde Corea del Norte o Irán a toda la Unión Europea, Reino Unido o los EEUU.

El número de víctimas en todos estos conflictos sigue en aumento, y a todos los afectados les resulta indiferente en qué bando se encuentren, en qué momento caigan, o desde qué lugar geográfico pierdan todo, ya que, en última instancia, la muerte es un acontecimiento que solo ocurre una vez. 

Pero sus realidades bélicas se contagian a numerosos países del mundo. Sin ir mas lejos, sabemos que las últimas y tremendas olas de inmigrantes en cayucos desde África a Canarias vienen en casi su totalidad desde Senegal, en guerra contra ella misma.

Mientras, millones de ciudadanos de todo el resto del mundo que nos creemos en Paz seguimos absorbiendo las noticias sobre estos conflictos, a veces como si fueran los capítulos de una serie televisiva, mientras somos tan egoístas que simplemente agradecemos nuestra propia tranquilidad. La percepción de la importancia de los sucesos, cambia con el paso del tiempo y con el lugar desde donde se analizan los hechos.

Sin embargo, es importante destacar que —excepto para quienes pierden todo en estos conflictos, a menudo ilusionados por ser informados y manipulados de que están ganando— tendemos a dar por sentado la gran suerte que tenemos por lo que poseemos, creyendo erróneamente que es eterno. 

Gran parte de las personas que hoy mueren no sospechaban que las guerras los dejarían a todos ellos sin nada, incluso sin barrios para convivir, sin ciudades sobre las que crecer.

Lo curioso de cualquier situación bélica es que nunca se puede predecir cuándo o cómo terminará o cuál de los contendientes cederá primero, para llegar a un acuerdo entre vencedores y perdedores. Todas las guerras, para mantener una paz duradera, requieren tanto de un ganador como de un perdedor. 

En ausencia de un perdedor, no puede haber un vencedor, lo que significa que, incluso si se firma un acuerdo en papel, la paz será efímera. Como seres humanos, aunque también somos animales, la necesidad de ganar y sentirnos vencedores es innata, y esto requiere la presencia de perdedores en el juego de la vida y de la muerte.

Nadie puede garantizas hasta qué punto llegarán los contagios actuales. Hoy mismo Israel ha dejado de otorgar Visados a la ONU para entrar en su país. Hoy se dice que 2.300 menores de edad han muerto en la Franja de Gaza en estas dos semanas, bajo las bombas israelíes, lo que supone la mitad del saldo total de víctimas en los últimos 23 años. Quienes sobreviven están expuestos a hambre, sed y a un grave daño de su salud mental. 

¿Es posible entender que los niños y jóvenes, desde Ucrania, Palestina, Líbano, Israel, Rusia, Irán, lograrán crecer hacia adultos, desde una mirada de PAZ, de concordia? 

¿No será el odio lo que les llene sus ideas futuras y que crezcan desde ese odio hacia su y nuestro futuro?

Ajovín