26.11.17

La sonrisa permitida de las viñetas en la Transición

En las dictaduras, sean blandas o duras, la libertad de opinión siempre está tasada, medida, restringida con arreglo a unas leyes que se modifican a gusto del consumidor del poder. Sin duda la libertad de expresión termina donde debe comenzar la de los demás, y los insultos y falsedades, las pos verdades manipuladas a gusto de quien quiere joder, deben evitarse.

En tiempos en los que no se podía decir que la policía estaba al servicio de los poderosos para controlar a los ciudadanos en su defensa de la dignidad o la libertad, se podía dibujar en vez de emplear el texto. Es como si los censores nos trataran como imbéciles y pensaran que así no llegaríamos a entender lo mismo que si nos lo explican con palabras. Y si el dibujante se equivocaba y ponía muy fácil el entendimiento, siempre quedaba la censura y el secuestro de la publicación.

OPS, el actual El Roto, sabía darle la vuelta con sus imágenes a los textos que no se decían. Para decir lo mismo. El surrealismo de OPS no llegaba a toda la sociedad, pues como ya dijimos, el analfabetismo era inmenso. Por eso interesa controlar la educación, para dosificarla.

El papel de Torcuato Fernández Miranda en la Transición

Cuando hablamos de los Presidentes de Gobierno que ha tenido España nos olvidamos con bastante normalidad muy equivocada del Torcuato Fernández Miranda, que lo fue durante 11 días, entre el asesinato de Carrero Blanco y el nombramiento de Carlos Arias Navarro.

 Podríamos olvidarnos si su labor en esos días, en los anterior pero sobre todo en los posteriores, hubiera sido neutra, gris, apagada, de salir del paso. Pero no fue así y por eso su figura desdibujada es un pasivo en nuestra historia de la Transición.

 Torcuato fue sobre todo un profesor de Derecho Político, antes que ministro, Presidente del Gobierno, Secretario General del único partido que existía en el Franquismo o Presidente de las Cortes. Y como profesor además de tener influencia sobre Juan Carlos I le permitió tener contactos con los nuevos políticos que desde la sombra de la clandestinidad iban edificando poco a poco la nueva democracia. 

Diseñó desde los despachos la transición a la democracia, desde esa fontanería que ya se empleaba para ocupar puestos importantes pero sin tener que ser los primeros de la lista. Su influencia sobre Juan Carlos I era clara y supo edificar una reforma antes que una ruptura, para que fueran las leyes las que avanzaran poco a poco hacia una democracia occidental.

 Su planteamiento político era claro. Dos partidos políticos con extenso poder sobre la sociedad. Uno de derechas heredero del franquismo más reformista, y otro socialista moderado que le diera la réplica y para ello prefería a un PSOE histórico, antes que a un PSOE joven y nuevo. Antes a Llopis que a Felipe González. Y aquí es donde se equivocó.

 Antes de que Juan Carlos I se decidiera por Adolfo Suárez como Presidente de las reformas, el propio Torcuato Fernández Miranda ya le había propuesto al Rey una lista con posibles candidatos a liderar el proceso. La lista estaba compuesta por: Areilza, Fraga, López de Letona, Pérez de Bricio, Federico Silva, López Bravo y Adolfo Suárez.


Y esa lista estaba perfectamente engordada para que la figura de Adolfo Suárez brilla sobre todos los demás. No había que recomendar directamente, simplemente había que colocarlo en unas listas con mediocres o franquistas duros.

 De un total de hasta 32 candidatos que el Consejo del Reino baraja en un principio para liderar el proceso de Transición, se van restando nombres hasta dejar la terna que finalmente se le presenta al Rey. Y en esos procesos de ir restando, la fontanería de algunos miembros de ese Consejo del Reino es fundamental para restar y posicionar.

Al final, esos tres nombres fueron:

 Federico Silva con 15 votos finales - Exministro de Obras Públicas con Franco

 Gregorio López Bravo con 13 votos finales - Exministro de Industria y de Asuntos Exteriores con Franco

 Adolfo Suárez con 12 votos finales - Exministro del Movimiento con Franco durante 7 meses

 Torcuato siguió trabajado para Suárez y el Rey, y fue el artífice de la mezcla de muchas ideas que finalmente cuajó en la Ley de Reforma Política, que defendió y presentó a Suárez como la hoja de ruta de la Transición española.

 Torcuato murió joven en el año 1980, a los 65 años de un ataque al corazón, lo que le impidió ser también protagonista del debacle de la UCD y del control del Golpe de Estado de 1981.

Tal vez el hecho de fallecer en 1980, cuando todavía quedaba mucho por hacer, haya agrisado su figura, pero sin duda es uno de las tres personas que lideraron para bien o para mal la Transición Política desde el diseño de sus pasos legales y de su fontanería necesaria. Juan Carlos I, Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Miranda.

Cada uno en su papel bien diseñado.

Con estos miembros de las Cortes se juró fidelidad al Movimiento

El 23 de julio del año 1969, antes de la Transición propiamente dicha, jura Juan Carlos en las Cortes españolas lealtad al Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento y a las Leyes Fundamentales del Reino, de acuerdo con la ley aprobada el día anterior por las Cortes y en cumplimiento de lo ordenado en el artículo 9 de la Ley de Sucesión y en el artículo 50 de la Ley Orgánica del Estado en el pleno de las Cortes.

La imagen de los miembros que en ese momento llenaban las Cortes en la España de la dictadura, no deja dudas. Medallas, bandas, militares y entre tantos hombres hay una sola mujer. Ante estos componentes tuvo que jurar fidelidad al Movimiento de la Dictadura. Con esos mimbres, se construyó el futuro.



25.11.17

Analfabetismo en la España de 1979

Cuando queremos analizar qué se hizo en la Transición y qué se dejó de hacer, se nos olvida siempre analizar de dónde veníamos y donde estábamos socialmente. Ahora vamos a ver unos datos sobre el analfabetismo en España con los datos del INE de 1975 a 1979. Datos que dejan claramente al descubierto qué políticas educativas interesaban al Franquismo, para tener súbditos, criados, esclavos, que además en muchos casos eran auténticos soldados defensores de los provocadores de su analfabetismo.

Para comprender mejor estos datos debemos saber que un analfabeto es una persona mayor de 14 años, que no sabe leer un par de párrafos de texto normal. Puede saber leer una palabra, pero no un texto corrido de varias líneas. Es decir, no sabe leer un libro, una revista o un periódico. Es pues una persona sin información suficiente, perfectamente manipulable y sin conocimiento de la realidad, excepto por lo que ve y le cuentan de voz.

Eso no quiere decir que sea tonto, o no sea una persona muy válida para trabajar o incluso para dirigir equipos de personas. Quiere decir que lo han convertido en inculto, para así poderlo dominar mejor.

Con esta sociedad es con la que se encontró la democracia, con la que tuvo que empezar a explicar las enormes diferencias entre una dictadura real y una democracia mínima, lo que suponían los sindicatos, los partidos políticos o las asociaciones de cualquier tipo.

Y además de esto y como veremos a continuación, este analfabetismo estaba muy mal repartido. Las diferencias entre provincias eran enormes, y las diferencias entre sexos más enormes todavía. Es decir, España era una auténtica mierda social, tra 40 años de dictadura educativa.

Moría Franco dejando una España con unos dos millones de analfabetos funcionales. Un 4,7% de la población en el caso de los hombres y sobre un 11,5% en el caso de las mujeres. Tremenda primera diferencia.

Pero cuando nos ponemos a mirar el analfabetismo por edades, seguimos viendo tremendos datos.
Entre 45 y 50 años había un 8,2% de españoles analfabetos
Entre 50 y 55 años había un 8,7%
Entre 55 y 60 años había un 10,1%
Entre 60 y 65 años había un 12,6%
Entre 65 y 70 años había un 18,8%
Más de 70 años había un 27,2%

Las diferencias provinciales eran tremendas, desde un 18,09% en Jaén, un 17,47% en Granada, un 16,50% en Las Palmas, un 16,11% en Badajoz o un 16,08% en Ciudad Real, hasta encontrarnos por el sitio contrario a un 1,53% en Soria, un 1,57% en Santander, un 2,3% en Navarra o un 2,48% en Guipuzcoa. Estas diferencias se marcaban más todavía en estas provincias, si lo analizamos por sexos, muy parecidos datos de analfabetismo en las provincias con mejor educación, y tremendamente distinto en las que el analfabetismo era un grave problema.

En Córdoba provincia por ejemplo, entre las edades de 40 y 60 años, había un 8,07% de analfabetismo en los hombres y un 22,54% entre las mujeres. Casi tres veces más. Personas que si tenían entre 40 y 60 años, deberían haber dejado el colegio básico entre los años 1935 y 1955. Personas que habrían nacido entre los años 1920 y 1940.

Insisto que estamos hablando de datos entre 1975 a 1979. No es la Edad Media ni los Reyes Católicos. Pero el caciquismo vivía muy bien con tantos analfabetos.