26.3.08

Don Rafael Azcona y los guionistas

Don Rafael Azona es la imagen triste e incongruente de un oficio mal entendido, poco valorado, muy sacrificado.
Los guionistas de cine o de televisión pocas veces llegan a alcanzar la gloria que si está al alcance de los directores o de los actores. Pero todos ellos sin un buen guion no serían nada, nadie, no tendrían personajes, situaciones, escenarios, vida que contar y trasmitir.
Como escuché ayer en boca de Don Rafael, los guionistas son las putas de la industria de la ficción, a quienes se alquila para dar gusto, los que deben sacar de sus entrañas toda la miga de la obra, darle cuerpo y forma, para después cobrar unos duros y aparecer en las letras pequeñas en un instante fugaz.
Don Rafael pasó muchos años de su vida siendo un total desconocido, excepto por su nombre y entre sus amigos, así lo quiso porque así era él y así eran sus obras. El reconocimiento le vino de mayor, cuando ya era un clamor la suma de su trabajo y sus pocos aplausos.
Yo tengo amigos guionistas, se lo duro que es ese trabajo, lo competitivo y cainísta, porque en estos momentos ser guionista es todavía mucho peor que en tiempos de Don Rafael. Ahora debes estar todas las horas del día pendiente de tus personajes, pendiente de una llamada que te diga que hay que matar a fulanito porque ha bajada la audiencia, aunque ya tengas 20 capítulos hechos con historias vivas de ese que no debe seguir vivo.
Don Rafael, gracias. Seguiremos disfrutando de su sarcasmo.

25.3.08

En busca de los sabores perdidos

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de volver a saborear productos que ya sólo estaban en mi recuerdo.
En un viaje familiar a Miedes (Zaragoza) se me dio a catar chorizo y longaniza hecho en casa, que es una forma de hacer los embutidos que ya no está de moda.
Yo donde más he disfrutado de estos sabores auténticos, es en Alagón (Zaragoza) y en Soto de San Esteban (Soria), pero esta vez volví a saborear esa longaniza con ciertos matices de canela que ya no se encuentra en ninguna tienda (o casi) y ese chorizo curado y seco pero no duro, que se rompe en la boca casi a la vez que se deshace. El truco es sencillo, carnes magras, curación sobre cañas al frío y especies naturales. Prohibido pensar en conservantes.
Porque para eso tiene siempre el aceite.
Unos trozos de esos embutidos, fritos en aceite de oliva y metidos en olla de barro con el mismo aceite a conservar en los meses de verano, son una delicia imposible de explicar.
Esta forma de conservar es muy sencilla, creo que ya viene de los romanos, y permite jugar con los embutidos, si se fríen en aceite con ajos, o si se embadurna por ejemplo unos lomos de cerdo con pimentón y sal para dejarlos unos días a secar antes de cortarlos y freírlos.
No pierdan nunca los sabores de viejo.