19.1.10

Reforma educativa con urgencia en España

Por fin tenemos sobre la mesa algunos esbozos de un Plan de Educación distinto al del PSOE. Que intenta ser para el consenso aunque se aparta claramente de las líneas marcadas por el Gobierno.
Hay algunos apuntes que llaman la atención y la llamarán más en cuanto el debate se haga más potente. Hay una diferente forma de entender qué hacer con los chavales a los 15/16 años, y sin duda es uno de los grandes debates entre la comunidad educativa en general, en donde incluyo a tod@s los que de alguna forma estamos en este tren que funciona tan lento y con tanto fracaso.

Preguntarse en voz alta qué hacer con los chavales a los 15 años ya es positivo, sea el que sea el resultado del debate. Eso si, por favor, que no sirva para hacer cambios sin consenso que duren tan poco tiempo que no sirvan más que para marear todavía más a todos.
Es cierto que entre los 14 y los 16 años, los chavales tienen un periodo complicado que cada uno afronta de muy distinta forma y que compartimentar las salidas educativas de una forma excesivamente rígida, puede resolver problemas en ese segmento de edades pero las puede complicar en los resultados finales como adultos que se tienen que enfrentar a la vida y al trabajo. Pero el debate de que a esa edad muchos alumnos complican a muchos otros, por sus comportamientos en clase y ante los estudios, está sobre las pizarras públicas sobre todo.

Al perder la sociedad el referente de que “saber” es muy positivo para la vida posterior, se pierde el esfuerzo necesario para seguir estudiando, incluso cuando el cuerpo te pide otra cosa. Todos, padres, pedagogos, profesores, políticos, somos responsables de que los alumnos no valoren la escuela como lo que es, la puerta al futuro profesional y adulto, la puerta a la libertad personal.

Sin duda el gran punto clave de toda reforma debe ser, tiene que ser, la Formación Profesional. Los jóvenes no están integrándose en el mercado laboral. En el mundo de trabajo tecnificado, en el mundo laboral del servicio con calidad, en la aceptación del esfuerzo diario por la motivación y la recompensa en forma de conocimientos sobre todo.
Pero hay que añadir además que los niveles en la Universidad han bajado mucho en los últimos años, que los Bachilleres de este país lo son mucho menos que los de hace 30 años. Que no es de recibo que los alumnos terminen su formación obligatoria sin conocimientos básicos de Historia, Geografía o Lengua. No lo es que todos los bachilleres dominen un segundo idioma hablado y leído de forma completa. Es posible que sepan todos los verbos del inglés, pero no son capaces de escribir una carta de presentación o seguir un noticiario en este idioma.

Todos nos hemos equivocado en estos últimos 20 años, con algunos experimentos mal resueltos, con muchos cambios admitidos como necesarios, con la pérdida del respeto a la educación, con un traslado de la responsabilidad de aprender al alumno, sin crear en este antes, una maduración suficiente para saber qué es bueno o malo para su vida futura.
Hoy los jóvenes tardan más en madurar como tardan menos en descubrir. Tardan más en independizarse pero mucho menos en tomar decisiones erróneas. Tardan más en endeudarse pero mucho menos en caer en la trampa del consumismo. Tardan más en entrar al mundo laboral y por lógica humana lo quieren hacer en puestos de adultos acordes a la formación que creen haber recibido, y eso es imposible por propia selección natural.
Tenemos mucho tajo.

17.1.10

La visión positiva del Estado, desde el punto de vista económico


Aunque el nombre pueda llevar a engaño, la Visión Positiva del Estado es una visión económica relativamente contraria a la visión idealizada del sector público como organismo económicamente positivo. Irónico ¿Verdad?

Para entender a que nos referimos cuando decimos “visión positiva” debemos atender a su versión más filosófica del termino, provista por Augusto Comte, que también fue uno de los padres de la sociología.
La visión positivista, al contrario de la normativa, atiende a “lo que es”, y no a “lo que debe ser”.

Pues bien, en economía se suele emplear mucho estos dos términos en los ámbitos de actuación pública.

El sector público es aquel que puede actuar de forma consciente en la economía (con cierto peso económico, los consumidores también son conscientes, pero su individualidad les hace ser una parte ínfima del grupo). Por ello es muy importante atender a la ciencia desde el punto de vista normativo (como queremos que sea la economía) y positivo (como funciona la economía), para que el gobierno pueda actuar de la mejor manera posible.

La visión normativa introduce una formulación más matemática del sector. Esta “matematización” no hay que verla como una abstracción ilógica, sino como una ayuda a comprender términos como el dominio de mercado por parte de los monopolios (que deberán ser regulados), cuestiones de información imperfecta, la mejor provisión de bienes públicos o el correcto ajuste de problemas sociales y externalidades como la contaminación (por poner los ejemplos más comunes y estudiados). 

Obviamente, el Estado no es una función matemática, pero si cumple una función esencial en la economía que ha de ser mesurada y analizada.

Ahora bien, la Escuela de Chicago, positivista, con autores americanos de corte más liberal salieron pronto al ámbito económico con críticas permisibles sobre la argumentación normativa, pero algo hipócritas en mi opinión.

En general, su hipótesis básica es que el Estado, al no ser una entidad independiente formada por seres neutros, sino por seres humanos, tendrá incentivos propios fuera del propio bienestar de la población. Es decir, su argumento es que el Estado tendrá individuos que por su propia condición de personas individuales que buscan su propio beneficio crearan ineficiencias en todo el sistema público, gracias a su situación de poder.

En cierto modo no les falta razón, de ahí que diga que entiendo su punto de vista. Algunos miembros del sistema político se benefician de sus cargos, y parte de la burbuja inmobiliaria ha surgido por estos beneficios, que fomentaban todo tipo de ineficiencias sobre el suelo y las viviendas.

Ahora bien, si admiten que las personas pueden, a través de la búsqueda de su propio beneficio, crear ineficiencias en el sistema. Si admiten que el hecho de seguir el propio interés puede condicionar negativamente a la economía, no sé porque no admiten entonces que la simple búsqueda del propio interés por parte de todos los individuos, consumidores y empresarios, puede no llevar al óptimo.

Porque realmente el estado no es más que una unión de ciudadanos, de igual forma que las empresas, o las asociaciones de consumidores, a mayor escala por supuesto.

¿Es que acaso hay que diferenciar entre las diferentes búsquedas de interés, según nos convengan? ¿Por qué defienden el sistema liberal bajo condiciones de mercado competitivo, información perfecta y ausencia de monopolios, e introducen todos esos efectos en el sistema público? ¿Es que acaso los problemas de ineficiencia en la economía sólo actúan en el sector público? ¿O es que acaso no queremos que exista, independientemente de cómo “sea” la economía?

Saludos. MPA