5.10.11

Aumenta la depresión entre jóvenes y adolescentes

La depresión, enfermedad mental, que es y será uno de los problemas de salud de mayor impacto en los países desarrollados, es bastante común entre los chicos y chicas de 14 a 19 años. Se estima que cada año entre el 1% y el 6% de los adolescentes del mundo la padecen, pero la mayoría de ellos no tiene un diagnóstico claro y consecuentemente, no recibe tratamiento médico especialista.

Tal y como ha puesto de manifiesto Elena Garralda, jefa de la Unidad Académica de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Imperial Colege, St. Mary´s Hospital de Londres, "pese a que es una patología frecuente, sólo uno de cada 10 adolescentes con depresión que acude a Atención Primaria obtiene un diagnóstico". Acuden a su médico de familia aquejados de dolores musculares, cansancio o malestar general, aunque la auténtica realidad pasa desapercibida. Porque muchos de los adolescentes que recurren a los centros de salud por sus síntomas físicos en verdad necesitan ayuda para su mente. Sufren depresión, pero salen por la puerta de la consulta sin diagnóstico.

La necesidad de que los médicos de cabecera y los pediatras se involucren en la detección de esta enfermedad es algo por lo que trabajan todos los expertos. Fundamentalmente, porque además de provocar un gran sufrimiento, tiene graves implicaciones adversas, como el impacto en el funcionamiento diario y sobre tdo escolar, las altas tasas de recurrencia y el aumento del riesgo de suicidio.


Por todo ello, la Guía de la Práctica Clínica de la Depresión en la Infancia y en la Adolescencia del Ministerio de Sanidad establece que: "los médicos de familia y pediatras de Atención Primaria deberían tener una adecuada formación que les permitiese evaluar aquellos niños y adolescentes con riesgo de depresión y registrar el perfil de riesgo en su historia clínica".

Varios son los motivos que dificultan al médico de familia la identificación de la depresión en el adolescente. Uno de ellos es que los síntomas se camuflan entre los muchos aspectos que se combinan en los cambios propios de esta edad. "En el adolescente deprimido se debe buscar la agitación o la inquietud, la pérdida de interés por las actividades diarias, el cansancio continuo, el insomnio, los cambios en la alimentación tanto por exceso como por defecto y la tristeza continuada. Otros síntomas complementarios son: el fracaso escolar, la pérdida de concentración, las ideas suicidas y la pérdida de autoestima", destaca la doctora Elena Garralda.

También es una barrera el hecho de que los menores consulten con el médico por motivos físicos y no por su problema emocional. El médico de familia se queja de que tiene poco tiempo (10 minutos) por consulta y en ese corto espacio es complicado abordar aspectos emocionales.

Para tratar de adivinar los motivos reales de algunas molestias entre niños y adolescentes habría que trabajar en un paquete de herramientas desarrolladas para apoyar a los profesionales de Atención Primaria para que se involucren en las conversaciones con los jóvenes (que casi exclusivamente se presentan con molestias físicas) sobre su bienestar emocional, para facilitar la identificación de la depresión dentro de un repertorio de estrategias de intervención para los casos más leves de depresión que se puedan realizar en la consulta del médico de familia. Estas medidas permiten al médico de cabecera diferenciar qué adolescentes deprimidos requieren la derivación a los especialistas en psiquiatría o psicología".

Es importante que los doctores de atención primaria charlen con sus pacientes "y les inviten a que hablen con alguien de confianza, que les motiven para que hagan cosas y retomen sus actividades diarias, que les feliciten confiar en su médico porque a partir de ese momento le pueden ayudar. Eso va suponer su mejoría: que les digan que tienen depresión, lo que es y que es un problema común y, por supuesto, que es una dolencia que tiene solución"

El rechazo a quienes sufren depresión es alarmante

Cada día hay más personas que sufren de depresión o ansiedad entre las que nos rodean en nuestra vida. Personas diagnosticas y sobre todo personas que sin pasar por médicos especialistas terminan en manos de pastillas de diversos colores. Crónicos del estilalopram o de la fluoxetina.

Es cierto, sin duda, que la depresión o la ansiedad es una enfermedad. Y es cierto que hay que tratarlas muy en serio. Y que las familias debemos ayudar, acompañar, animar, escuchar y sobre todo tener la paciencia que todo cuidador de enfermos debe tener. Pero en la misma medida ya hay una tendencia creciente entre los facultativos de atención primaria, de que hay un cierto abuso de las medicaciones como única manera de resolver estas enfermedades que se nos vuelven crónicas.

Faltan terapias de psicología simplemente por que faltan especialistas y atención psicológica a las persona que lo necesitan. Y por que en algunos casos la atención privada es muy costosa y con pocos resultados o con la percepción de que se abusa en los costes.

A ello se une que casi el 40% de las personas no desean conocer que las personas que tienen cerca sufren de depresión y menos todavía tratar con ellas o darles trabajo. Estigmatizamos a una enfermedad muy normal, que se trata y se cura. Y que muchas veces este desplazamiento es uno de los mayores dolores que sufre una persona con depresión, que se ve mal aceptada por su sociedad.

Es cierto que cuando se habla de depresión o de ansiedad pocos saben realmente de qué estamos hablando, tenemos una idea muy vaga, que no refleja la realidad. Incluso muchos todavía piensan que es simplemente un estado de ánimo que elije el paciente para estar mejor o para conseguir lo que pretende. No hablamos con claridad de la depresión o la ansiedad y por ello desconocemos sus procesos, sus soluciones, sus realidades.

Debemos aprender que hay decenas de enfermedades que son totalmente compatibles con la relación laboral, amorosa, familiar, amistosa. Y que incluso mejoran mucho si con estas personas tenemos una relación muy normal.