17.11.11

Tras las Power Balance aparece el Collar Cuántico. Otro timo

Tras las pulseritas del Power Balance que se decía daban más equilibrio y fuerza y que produjo millones de euros de beneficios a sus creadores con el simple castigo de pocos miles de euros de multa por un producto que no servía para nada, aparece ahora el “collar cuántico”, con las mismas cualidades (falsas) que la famosa pulsera que se veía incluso en brazos de algunos médicos que se supone, deberían saber qué puede hacer ese producto en cada uno de nosotros. Si un producto sirve realmente para curar problemas de cualquier tipo, no aparece masivamente de repente y desaparece totalmente a los pocos meses del mercado. Son las propis personas que los compran los primeros que se dan cuenta que no sirven para nada.

Pero ahora se presentan como colgantes hechos con minerales seleccionados por «sus propiedades naturales curativas» y su capacidad para «aislar radiaciones» vulnerando todos los controles sanitarios en publicidad y comercialización, si realmente sirve como se indica para mejorar la salud física y mental de los consumidores que las emplean.

La empresa Q-Link, una de las que comercializan esta “cosa” asegura en su campaña promocional que el colgante ha sido «probado científicamente y usado por médicos destacados», así como que «los usuarios manifiestan haber experimentado más energía y enfoque mental, tranquilidad, mejor sueño, un aumento en el rendimiento deportivo y también protección contra los efectos de las frecuencias electromagnéticas generadas por teléfonos móviles y motores». No se queda atrás en su publicidad la compañía Cinco Estrellas, que afirma que después de su uso «inmediatamente se restaura el equilibrio eléctrico de nuestras células, promoviendo la curación natural y sin ningún tipo de efectos secundarios», a la vez «que se fortalece el sistema inmune, eliminando desechos y toxinas de todo nuestro». 

Los milagros no existen, o al menos no existen de forma general para todos los que se pongan un colgante con una piedra.

¿Cuanto vale vivir en España, en un país occidental?

¿Cuándo vale poder vivir en España?, ¿cuánto vale poder vivir en un país occidental?, ¿cuánto pagaría usted para seguir viviendo en España, qué parte de sus ingresos cree que deberíamos pagar cada uno de nosotros por poder vivir y seguir viviendo en un país como España? 

Nos creemos que vivir en España, en la España de 2011, o en la de 2008, es un lujo que nos ha tocado en suerte como al que le toca la lotería. Simplemente por nacer. Y que no tenemos la obligación de mantener lo que nos han entregado nuestros padres, cuidarlo y si es posible aumentar su calidad como sociedad.

Pero la verdad es que nos creemos que levantarnos y salir a la calle es gratis. Que con lo que nos cobran en impuestos —por cierto estamos convencidos de que es un exceso sin control— es más que suficiente para que todo funcione.

Pero no somos capaces de plantearnos que a lo peor no es así, que cabe la posibilidad de que el mundo que nos hemos dado para envolvernos, sea mucho más caro de lo que estamos dispuestos a pagar por ello.
Y me dirijo a los trabajadores mileuristas y a los millonarios que defraudan. A la clase media y a los jubilados. Pagamos IRPF, IVA e impuestos varios, nos parecen excesivos, pero no nos planteamos que igual son muy pocos. Que si entre todos debemos, puede que parte sea por despilfarro, pero puede que gran parte sea por falta de ingresos.

¿Es despilfarrar que el autobús urbano cueste un 55% de su precio real?, ¿lo es que haya médicos las 24 horas del día en casi todos los barrios de cada ciudad, para atendernos? ¿lo es que la educación pueda ser gratis y que además nos entreguen los libros para estudiar o que la Universidad cueste —más ó menos— un 15% de su valor real? ¿seguimos creyendo que cada kilómetro de carretera, cada semáforo, cada museo o cada aeropuerto —jodo, qué despilfarro en este asunto— se puede pagar con nuestros IVA o IRPF?, ¿cuánto nos cuesta cada semana que los militares sigan aprendiendo a disparar cañones aquí en Zaragoza? ¿y a volar con los acciones que —menos mal— nunca se emplean para lo que se fabricaron?

Pagamos también con nuestro voto. —¡Joder! Ahora nos sale este con el voto ¿verdad?—, pues si. Pagamos también, además de con los impuestos con nuestra participación social. ¿Hemos asumido que para que esto funcione debemos hacer algo más que quejarnos?