14.12.14

El futuro son las PYMES y no las multinacionales

Todos los países industrialmente pobres, como España, hemos pensado durante décadas que el futuro industrial pasaba por la instalación de multinacionales en suelo patrio. Parecía la solución a nuestra baja capacidad de crear empresas, de crear producción para vender fuera.

Un claro error que en algunos países ha costado la dependencia total de las corporaciones y lobbies que afectan a los gobiernos, a las sociedades, controlando todo movimiento independiente en sus economías. El ejemplo de México o de otros países de la zona es claro, con respecto a las grandes empresas de EEUU. Incluso estos grupos de presión juegan con la creación o disminución del desempleo como herramienta económica que genera beneficios en sus empresas, o con el cambio de gobiernos.

La instalación de grandes empresas multinacionales producen el efecto de control total del sector sobre el que trabajan. Control que afecta a otras empresas de la competencia, a proveedores, al sistema de trabajo, derechos, sueldos, etc. En la misma medida en que crecen las grandes empresas ajenas al país crece el peligro de deslocalización, pero sobre todo decrecen las empresas medianas y pequeñas que no son capaces de encontrar hueco productivo si no es dependiendo totalmente de esas grandes empresas.

El éxito industrial de un país radica en la creación de un tejido propio de medianas y pequeñas empresas, bien preparadas, con capacidad de innovación y venta a todo el mundo, con incidencia en sectores en constante cambio y mejora, con una alta calificación en calidad y servicio, que se sientan apegadas al territorio pero con una visión global de su producción.

España debe ayudar mucho más a las PYMES, pues son el germen del futuro, de la seguridad, del crecimiento real del país. Ayudas que deben sobre todo ir encaminadas a la financiación, a la preparación y formación de todos sus integrantes, al cambio normativo para facilitar la creación de cooperativas o SAL, y con la inclusión de conceptos de economía del bien común, que ayuden a la productividad y excelencia interna y a la formación de equipos productivos modernos e innovadores.

13.12.14

Nunca hay que comparar a los niños entre ellos. ¿Para qué sirve?

Los niños no aceptan nada bien que se les compare con nadie. Mucho menos si es en plan negativo. Ni son tan altos como papá ni como el primo, ni son iguales al vecino del segundo ni al amigo de la calle. Cada niño es diferente y eso es maravilloso. Pero si nos escuchan decir que algo es diferente, a ellos eso les repatea pues no entienden bien si es para mejor o para peor.

Todas las comparaciones son odiosas y en niños que van cambiando de muy diferente forma según crecen en edad, más todavía.

Yo tengo un amigo que con 12 años era bastante bajito; yo ya había crecido hasta superar la media. Hacíamos una pareja curiosa y mi amigo tuvo que sacar mala leche para defenderse. Era lo básico. Mis padres equivocadamente me decían que parecíamos el punto y la i, y yo odiaba esa frase. Hoy, seguimos siendo muy buenos amigos, los dos estamos igual de altos como nos sucedió a partir de los 15 años. Si mi amigo hubiera escuchado los comentarios de mis padres es posible que lo hubiera perdido.

Nunca deben saber los comentarios de adultos sobre sus figuras, sus inteligencias, sus formas y fondos. Están creciendo como personas y sobre todo necesitan mucha educación y ayuda. Debemos ser justos con ellos y darles todo el amor para que sean más capaces cada día.