11.12.18

¿Hemos hecho lo necesario para sentirnos bien con nosotros?

Creo que no siempre sabemos medir y pesar la vida, incluso no nos importa mucho lo que supone para cada uno de nosotros tenerla y disfrutarla o como poco vivirla. La banalizamos y consumimos como si fuera algo que no tuviera tamaño, que no fuera necesario saber ponerla en ningún momento en la balanza, para saber de qué va esto tan maravilloso que tenemos. 

Nosotros tenemos que ser los más feroces jueces de nosotros mismos, pues somos los únicos capaces de cambiar nuestras formas y modos.

Es posible que nuestro cristianismo tan ferozmente metido en la sangre, muchas veces sin darnos cuenta, nos haya convencido de que al final será San Miguel quien nos pesará y medirá y quien por ello nos juzgue como si hasta entonces todo no hubiera tenido importancia. Lo malo es si al final descubrimos que San Miguel ni está ni se le espera.

¿Hemos hecho lo necesario para sentirnos bien con nosotros mismos? Pues eso es. Sólo eso.

La ciencia ficción y su poder para resolver problemas

Nos recordaba CaixaForum el poder de la ciencia ficción para imaginarnos malos paisajes urbanos, sociales, de convivencia, como vacuna para que estos no se produzcan. Somos seres vivos que al imaginarnos lo negativo, estamos ya trabajando para evitarlo. Nos influye lo que se publica sobre el futuro, pues nos imaginamos que es posible, pero en realidad no hemos sido capaces de imaginarnos los grandes cambios de la sociedad, hasta que ya estaban entrando en nuestras vidas.

Ahora estamos convencidos de que las máquinas se apoderarán de nosotros, primero de nuestros trabajos y luego de nuestras decisiones. Es verdad que las máquinas con su inteligencia artifical tienen algunas ventajas sobre nosotros, pero sobre todo tienen enormes debilidades.

Las máquinas no olvidan aquello que adquieren o aprenden, siempre sigue dentro de ellas. Los humanos tendemos a olvidar nuestras experiencias, o a quedar relegadas si van llegando otras nuevas. Para una máquina todo está en el mismo nivel de sus decisiones, sin que nunca olvide nada de sus posibilidades programadas. Pero aunque ya sean capaces de aprender de sus errores o de aprender por sí mismas, pues hemos aprendido a programarlas para que se autoformen con sus propias experiencias o por las experiencias de lo que las rodea, sólo son capaces de hacer aquello para las que las fabricamos.

Un robot hecho para poner tornillos no puede darnos un discurso sobre física o pintar un cuadro o hacer una tortilla. Al menos de momento. Y su gran debilidad es que depende de una energía que de momento no es capaz de auto fabricarse para seguir alimentada sin que su dueño humano la encienda o apague.