29.8.20

Bien encontrados, queridxs lectores. Hablaremos desde 1950 a 1975


Pivotando sobre el año 1956 —un año especial para mi— voy a intentar mostrar miradas antiguas de los años 50, 60 y 70, buscando esa posibilidad tonta de ir un poco más allá del olvido, no sé si para no olvidar o simplemente pare recordar o para conocer. Depende de las edades de los lectores.

Los años 50 nacen tras una II Guerra Mundial que deja al mundo herido y pobre. En España la pobreza dura más pues a nosotros las cosas malas siempre empiezan antes y terminan más tardes. Está escrito no sabemos bien dónde.

Los años 60 quieren ser ya la nueva normalidad en el mundo, la riqueza repartida, las novedades que quieren conducir a la felicidad para olvidar. Y en España como ya decía antes, eso tarda más y viene más lentamente, para no cogerle gusto a los cambios.

Los primeros años 70 representan en España el deseo, la ventana que se quiere abrir y que espera a que se muera en la cama la Dictadura. Pero también en el mundo suponen la preparación poco a poco hacia el final de siglo, hacia la modernidad, hacia el futuro.

Terminaré mi límite temporal el uno de enero de 1976, esa entrada al futuro sobre todo en España ya sin dictador, y que visualmente ya tiene mucho más color, nuevos personajes y nuevas historia nuevas. Por eso allí me freno antes de entrar en la Transición, pues de ella se ha hablado mucho y bien y lo dejo para otro intento.

28.8.20

¿Es importante la educación para nuestros hijos? ¿Más que la salud?


Estamos a finales de agosto 2020 y escuchando las posible medidas escolares que se van a tomar para garantizar la escolarización, para abrir los colegios una vez que por fin han entendido desde donde se toman las decisiones que los colegios tienen que estar abiertos antes que las discotecas o los bares. 

Al final la sociedad asume que la educación presencial es imprescindible. 

No es posible entender un país, una sociedad con los colegios cerrados, aunque hayan sido seis largos meses que no todo el mundo sabe medir igual. Eso es un precio que hoy nadie quiere analizar pero que tendremos que pagar. 

Creemos que es solo cuestión de conocimientos, pero no, es también cuestión de hábitos, de respeto, de poner en valor unas cosas o las otras. 

Es algo que ha afectado a niños muy pequeños y que no se notará, a niños mayores que tendrán que ponerse el acelerador en los próximos meses o incluso años, y sobre todo a adolescentes que lo tienen mucho más complicado para salir de esta sin daños casi imperceptible pero suficientes. 

Hay normas nunca escritas que si nos las saltamos tienen un resultado muy dañino en la sociedad. 

Una es no ponernos a trabajar fuera del hogar (de la cueva) con alguna responsabilidad en cuanto se entra en la adolescencia. No tomar conciencia de lo que es importante, lo que es imprescindible, lo que es obligatorio, separado con claridad de lo que es superfluo o incluso ocio, convierte a los jóvenes en irresponsables, en débiles, en incapaces. 

Es decir: En esclavos fácilmente manipulables, aunque no lo parezca. 

Pero a veces somos tan lerdos que no entendemos que el riesgo Cero no existe ni en salud ni en la vida humana habitual, y que hay muchos riesgos que no se notan a primera vista. Por eso hay que salir a la sociedad y enfrentarse a ella. A veces a empujones para aprender a defendernos.

De hecho hay familias que en estos seis meses sin colegio, han trabajado más por la educación de sus hijos que si no hubiera existido la pandemia. Pero claro, ellas se lo han podido permitir. Otras muchas no pueden y la escuela es imprescindible para formar a personas libres y capaces.