10.3.09

El racismo racional

Son muchos los racistas racionales que no saben que lo son, o que al menos dicen que no lo son. Ser racista “normal” es muy reconocible si se le deja hablar. Pero el racional sólo actúa cuando los intereses propios entran en conflicto con los de una persona de otra raza.
La palabra raza es mucho más amplia en el contexto social que el de diferente color de piel. Para la inmensa mayoría de la sociedad, la simple diferencia cultural, religiosa, social o económica es más que suficiente para considerar al “otro” como una persona de otra raza, de otra estirpe.
No son raciales, alardean de que están a favor de ayudar a los pobres y a los desvalidos, pero no aceptarían nunca que sus hijos se casaran con un pobre sudanés o que su jefe fuera gitano o incluso musulmán de Etiopía. Son gente a las que les fastidia que el fontanero sea de Ecuador, que el médico que le atiende sea chileno o libanés o que asciendan en su empresa a un polaco en vez de a uno de Sevilla.
Eso si, no son racistas puros sino racionales, personas que creen que el envoltorio de sus vidas les pertenece valorando más este que a la propia persona, que en realidad es ciudadano libre del mundo

Los avalistas van a pagar las deudas de la crisis hipotecaria

En España la ley puede obligar al embargado por impago de una hipoteca a tener que hacer frente a la diferencia de precio entre el bien embargado y la deuda.
Es decir, puede que debas más que el valor real y actual del bien hipotecado y que en caso de impago, no sea suficiente con la pérdida del bien para cubrir deuda. Los mismos tasadores que valoraron tu piso en 1000 hoy lo pueden valorar en 600 para el banco al que le debes lo que te prestó según la anterior valoración.
Pero además, en caso de embargo, te solicitarán en primera instancia los intereses adeudados, los intereses de demora y los gastos que suponga todo el proceso de cancelación de la deuda con los apremios, embargos, costas judiciales, etc.
Una barbaridad.
Mientras no cambie la ley en España, lo mejor es no dejar de pagar, algo que se complica en tiempos de crisis y de pérdida del puesto de trabajo.
Los avaladores lo tiene igual de mal, pues los bancos prefieren mil veces mil, cobrar dinero de alguien que iniciar un expediente de embargo.
Por eso las cartas de amenaza, veladas o no, son las primera herramienta.
Y sólo queda la negociación con el banco, que en estos momentos es más sencilla que en otros. Se suele terminar con un alargamiento del periodo para que las cuotas sean menores.
Pero si la deuda es con una entidad “usurera” de las que ofrecen créditos “fáciles” el drama crece pues no se van con chiquitas y la amenazas y embargos (porque les benefician) o los alargamientos de deuda con subida de interés son su caldo de cultivo preferido.
Mucho cuidado con las deudas, con quien nos endeudamos, y sobre todo con avalar sin tino.

9.3.09

Zapatero ya no lidera España, debe asumir cambios.

Un año después, España no es la misma, pero no ya por la crisis, sino por el descontento, por la incapacidad para dotar de ilusión a la sociedad, por el desencanto de una población abstraída ante su propio país.
Zapatero no quiero ver la realidad, como no quiso ver la crisis hace ahora un año, cuando negaba incluso la posibilidad de llamar crisis a la crisis.
No estamos ante una España con rumbo sino ante un país con problemas que no está demostrando liderazgo político, que parece esperar a que se vayan sucediendo las elecciones políticas para sí asumir las derrotas como soluciones a los problemas.
Necesitamos gerencia política, soluciones, capacidad de equivocarse, pero no sombría capacidad de aturdimiento y aletargamiento ante los problemas.
Zapatero debe dotarse de otros Ministros, de otras maneras de trasladar ilusión, ha gastado en un año todo lo que se le entregó en forma de poder. Debe renovar a su equipo, porque un Presidente no es el culpabre de lo mal que lo hagan sus ayudante, sino de no saber elegirlos o renovarlos.

El teatro de la vida

Todos somos pequeños actores en este teatro de la vida, no sabemos bien cómo es la función, ni cuando termina, ni cuando hay descanso, simplemente actuamos al compás de los que nos acompañan, al ritmo que nos marca la propia obra que nos envuelve.
Somos actores de reparto, iluminados por luces de colores que nos diferencian del resto, que no siempre podemos imprimir a nuestro personaje un sello personal, pues la obra en su conjunto sigue avanzando sin nuestro control.
Somos bueno o malos actores sin importar mucho nuestra interpretación al conjunto de espectadores, porque todos somos actores. Nadie aplaude, todos miramos e intentamos hacer lo mejor que podemos nuestra particular obra.
Seamos al menos buenos profesionales en nuestra forma de entender la obra, seamos humanos para así ayudar a los otros humanos.