11.3.09

Las edades de verdad. ¿Qué somos en realidad?

Hoy en las noticias comentaban que un joven de 36 años había tenido un accidente, bla, bla.
Y con 50 años somos ya viejos para trabajar.
¿Cuál es la edad correcta para ser considerados adultos?
Considerar joven a una persona de 36 años es una barbaridad, pero en algunos lugares todavía gozan de ayudas especiales hasta los 35 años.
Y sin duda es otra salvajada que Telefónica aspire a prejubilar con 48 años. No tenemos lógica ni sentido común para entender la sociedad actual. Los adolescentes llegan a tener 28 años, los ancianos de 85 años todavía conducen a 120 kilómetros por hora, con 35 años hay muchas personas que todavía no se han independizado, se aspira a tener hijos con 50 años para no dejar la carrera laboral en la estacada.
Sin duda todo un barullo que pagamos en forma de complicaciones generacionales y sociales.

10.3.09

No todos los socialistas son tan pusilánimes

Artículo publicado en El Mundo digital. Pinchar y se entra a leer el artículo.

Sin duda, surgirán voces dentro del PSOE, que tengan que decir que hay otras políticas económicas, comerciales y laborales posibles.
Eso o el suicidio político para muchos años.

Lo que realmente cuesta un piso, en años de trabajo

El precio de las cosas tiene su relación con el tiempo de trabajo que cuesta poder ganar el dinero suficiente para pagarlo.
Un piso según El Heraldo, en Aragón, cuesta 65 años.
Recuerdo que mi primer piso costó 32 meses de mi sueldo de oficial de segunda.
Hoy con 32 meses de sueldo no me puedo comprar ni una habitación.
Por eso los pisos son caros, porque no se pueden pagar.
Y lo curioso es que un piso sólo sirve para ser habitado. No sirve para nada más. Si nadie puede habitarlo, nadie lo va a comprar ya, se acabó la adquisición como inversión al menos en unos buenos años, si no asistimos a una tendencia clara hacia el alquiler y que sean empresas las que sean las dueñas de los inmuebles, como ya sucede con algunos bloques.

El racismo racional

Son muchos los racistas racionales que no saben que lo son, o que al menos dicen que no lo son. Ser racista “normal” es muy reconocible si se le deja hablar. Pero el racional sólo actúa cuando los intereses propios entran en conflicto con los de una persona de otra raza.
La palabra raza es mucho más amplia en el contexto social que el de diferente color de piel. Para la inmensa mayoría de la sociedad, la simple diferencia cultural, religiosa, social o económica es más que suficiente para considerar al “otro” como una persona de otra raza, de otra estirpe.
No son raciales, alardean de que están a favor de ayudar a los pobres y a los desvalidos, pero no aceptarían nunca que sus hijos se casaran con un pobre sudanés o que su jefe fuera gitano o incluso musulmán de Etiopía. Son gente a las que les fastidia que el fontanero sea de Ecuador, que el médico que le atiende sea chileno o libanés o que asciendan en su empresa a un polaco en vez de a uno de Sevilla.
Eso si, no son racistas puros sino racionales, personas que creen que el envoltorio de sus vidas les pertenece valorando más este que a la propia persona, que en realidad es ciudadano libre del mundo