17.9.18

Lo hacemos a palo seco, sin mirarnos a los ojos

Se nos mueren las bellas y buenas personas, se nos mueren las ideas, las ganas incluso de tenerlas, se nos muere el tiempo. Nada vale más que el tiempo, que nuestro tiempo. No he encontrado ninguna tienda de tiempo, ni de felicidad, ni de amor, ni tan siquiera de amistad de la buena. Es curioso en este mundo de mercados. De lo importante, de lo sabroso de verdad, no hay tiendas. 

Mucha innovación, mucho marketing de papelillo sucio, pero a nadie se le ha ocurrido ir a Dios y pedirle que le sirva felicidad y tiempo para regalarlo a los que entren en su tienda. Igual es que Dios no tiene teléfono móvil.

Llevo dos días de peleas dialécticas con ¿amigos?, de malas caras pues se creen que señalarlos con el dedo de la equivocación es estar contra ellos, pero a ninguno se le ocurre pedir tiempo muerto. Aunque sea para dialogar. El tiempo muerte es el tiempo mejor aprovechado de la vida. En un minuto tienes que resolver todo lo que falla.

En mis tiempos buenos…, dialogábamos en la mesa, ahora si hay suerte, hablamos mientras vamos andando, en el comedor de empresa o con la mierda del teléfono en la mano. Voy a terminar por achicharrar mi oreja. 

No nos vemos la cara igual que antes, ahora tenemos que ser muy hábiles en descubrir el tono y el gesto a costa de silencios o de respiraciones jadeosas. ¿Ya he conseguido que se cabree? ¡¡No!! que todavía responde. ¿Me ha colgado?

Se nos mueren las bellas costumbres de hablar de lo humano y de lo divino con un chato de vino en la mesa. Ahora lo hacemos todo a la palo seco, sin mirarnos a los ojos.

16.9.18

Estas son las escaleras al cielo. Pero no sé a cuál

Sigo sin saber si existe el cielo de los buenos, pero al menos sí sé ya que hay unas escaleras que suben hasta el cielo azul. Otra cosa es que el cielo esté vacío y que San Pedro no se encuentre allí esperándonos.


No lo sabremos nunca, pues nuestra única posibilidad de verlo de cerca nos pillará muertos y tampoco en esos casos seremos capaces de ver mucho. Ni con gafas.


Nos tendremos que conformar con ver las escaleras de lejos y soñar con no tenerlas que subir nunca. Soñar es gratis. De momento.

15.9.18

Parque de la Ciudadela de Barcelona, un verde ejemplo


Es la Barcelona tranquila del parque de la Ciudadela en un fin de semana de buen tiempo. Los usos de las zonas verdes con calma en las grandes ciudades suelen ser muy comunes entre ellas. La gente joven sobre todo las utiliza para divertirse con deportes o actividades de tarde, las personas adultas son más de mañana igual daría en Berlín, Amberes o Madrid. Una gran ciudad necesita tener pulmones verdes en sus centros urbanos, pues son imprescindibles y ayudan a la sostenibilidad pues evitan desplazamientos en coche. Además de parques de barrio hay que tener parques de referencia, para actividades más globales.

En total son más de 17 hectáreas de zona verde, museos, arte urbano, jardines de muy variado tipo con más de 140 años de antigüedad. Contiene además en otras 14 hectáreas el zoológico de Barcelona. Un lugar histórico que no debemos perdernos si visitamos Barcelona pues en sus alrededores están muchos de los edificios más importantes.

En qué se parece un pantalón a un político?

Cuando uno va a comprarse pantalones los elige bien, se los prueba, mira el tipo de bolsillos que tienen, si le tira de la entrepierna o si le marca el culo de una forma que no le gusta. Mira el precio a pagar, la marca, el color, la textura y lo bien que le sientan según su figura. Cuando elegimos políticos no lo hacemos con tanto cuidado.

Curiosamente con un político le miramos el color, la textura y poco más. No miramos el tipo de bolsillo ni su profundidad, si nos va a tirar de la zona escrotal o no, si los botones o cremallera son los que esperamos para saber gobernar bien la forma y las necesidades. ¿Cada cuanto necesitamos a un político para que nos baje la cremallera?

La duración de un pantalón y de un político puede ser la misma, excepto que se nos rompa de un enganchón. Así que tal vez, a lo mejor, deberíamos probarnos antes al político, para ver si nos sienta bien o mal. Y devolverlo si al llegar a casa vemos que nos aprieta mucho de cintura.