17.9.18

Lo hacemos a palo seco, sin mirarnos a los ojos

Se nos mueren las bellas y buenas personas, se nos mueren las ideas, las ganas incluso de tenerlas, se nos muere el tiempo. Nada vale más que el tiempo, que nuestro tiempo. No he encontrado ninguna tienda de tiempo, ni de felicidad, ni de amor, ni tan siquiera de amistad de la buena. Es curioso en este mundo de mercados. De lo importante, de lo sabroso de verdad, no hay tiendas. 

Mucha innovación, mucho marketing de papelillo sucio, pero a nadie se le ha ocurrido ir a Dios y pedirle que le sirva felicidad y tiempo para regalarlo a los que entren en su tienda. Igual es que Dios no tiene teléfono móvil.

Llevo dos días de peleas dialécticas con ¿amigos?, de malas caras pues se creen que señalarlos con el dedo de la equivocación es estar contra ellos, pero a ninguno se le ocurre pedir tiempo muerto. Aunque sea para dialogar. El tiempo muerte es el tiempo mejor aprovechado de la vida. En un minuto tienes que resolver todo lo que falla.

En mis tiempos buenos…, dialogábamos en la mesa, ahora si hay suerte, hablamos mientras vamos andando, en el comedor de empresa o con la mierda del teléfono en la mano. Voy a terminar por achicharrar mi oreja. 

No nos vemos la cara igual que antes, ahora tenemos que ser muy hábiles en descubrir el tono y el gesto a costa de silencios o de respiraciones jadeosas. ¿Ya he conseguido que se cabree? ¡¡No!! que todavía responde. ¿Me ha colgado?

Se nos mueren las bellas costumbres de hablar de lo humano y de lo divino con un chato de vino en la mesa. Ahora lo hacemos todo a la palo seco, sin mirarnos a los ojos.