2.9.18

La Organización de Izquierda Comunista en Aragón

La Organización de Izquierda Comunista (OIC) fue uno de los numerosos grupos de izquierda revolucionaria que surgieron durante la dictadura franquista y que pudieron empezar a manifestarse con una cierta libertad a finales de 1976, principios de 1977.

La OIC adoptó esa denominación en octubre de 1974, tras fusionarse con un grupo vasco, pero llevaba ya varios años funcionando básicamente en Catalunya con el nombre de Círculos Obreros Comunistas. Del resto de fuerzas del mismo sector político le distinguía que no se adhería a ninguna de las corrientes preponderantes del momento, caracterizándose por un cierto eclecticismo cercano al consejismo y a la defensa de la asamblea obrera.

En las elecciones generales de 1977 participa junto a la Liga Comunista Revolucionaria y otros grupos menores en el Frente por la Unidad de los Trabajadores, con escaso éxito. Tras esa experiencia fallida iniciará un acercamiento progresivo hacia el Movimiento Comunista (MC), no exento de disensiones internas y salidas de grupos de militantes. La unificación entre ambos grupos, que en realidad supuso la absorción de la OIC por el MC, se produjo en febrero de 1979, en las semanas previas a las elecciones generales del 1 de marzo.

La presencia de este grupo en Aragón se remonta a los orígenes de los Círculos Obreros Comunistas, aunque nunca destacó por su fuerza. En las elecciones de 1977 la candidatura de la FUT fue rechazada por la Junta Electoral

Cabe significar que la concejala que obtuvo en Huesca el MC en las elecciones municipales de 1979, Marisol Punzano, procedía de la OIC y se había curtido en la lucha vecinal desde la Asociación de Vecinos del Perpetuo Socorro.

La única pegatina de la OIC editada en nuestra tierra que conocemos es esta que os dejamos arroba, de las Juventudes de Izquierda Comunista y con un lema que se ha seguido utilizando para intentar la unidad de la juventud de izqueirdas.

Nota.: La imagen pertenece al Archivo Tiempos de Lucha y Esperanza y en el texto ha colaborado Manuel Gálvez