11.1.20

Estoy hablando de política aragonesa. Y me duele

Ser irrespetuoso con otras personas es una enfermedad de moda. Y la utilizan todo tipo de personas. Sean de izquierdas o de derechas, legos o presuntamente listos pero nada inteligentes. El mundo de las emociones es tremendo y sin duda hay escuelas donde enseñan a perderlas, a no respetarlas. La inteligencia emocional tiene un valor muy diferente según quien la vea y desde dónde se observe.

Hoy ya casi convencido de iniciar una nueva etapa como voluntario en un espacio de reflexión y estudio, en una Fundación de importancia, yo… he tenido que dar un giro total a mis decisiones tras detectar una falta de respeto hacia el trabajo de otras personas, que yo ya con mi edad no estoy dispuesto a consentir. 

Y lo mejor para no consentirlo es no participar, no dar aliento. Aunque con eso se pueda perder un trabajo voluntario muy interesante en el que creo.

Dicen que a veces retirarse a tiempo es una victoria. Otras veces he escuchado que el respeto a las formas es tan importante como el respeto a los fondos. Y algunos incluso me han dicho que la intuición es una habilidad a la que hay que escuchar más a menudo.

Respeto, intuición de que se han perdido definitivamente las formas, y retirada a los cuarteles de invierno con niebla. A veces incluso vuelve a salir el sol y llegamos a creernos que ya ha vuelto el buen tiempo. Pero no siempre es así.

Cuando los edificios son de cartón como los de la imagen, a poco que llueva se deshacen  Y a veces incluso sin llover.

10.1.20

Sopa de ajo o de pan, entre aragonesas y sorianas

Hoy he decidido hacerme para cenar, para mi y para todos mis sufridos habitantes del hogar a los que castigó con mis comidas, una simple sopa de ajo. Hay varias decenas de sopas de ajo diferentes, sopas de ajo, de pan, unas sopetas aragonesas, plato histórico pero sobre todo un plato humilde. 

Veamos mi proceder que no es ni el único ni el mejor. Eso sí, yo les añado huevo pues mi padre era castellano de la Soria del Oeste. No en todos los lugares se pone huevo.

En una sartén pongo media cucharada sopera por comensal de aceite de oliva y ya caliente frío unas láminas de ajo que más o menos son ala menos un ajo por comensal convertido en láminas. Cuando han tomado color lo aparto del fuego y reparto las láminas de ajo en perolos de barro o de cerámica.

En el aceite de oliva de los ajos, bien caliente, frío unos trozos de pan del día, solo la corteza, del tamaño de un euro, hasta que tomen color y quede crujiente. Los retiro y reparto en las tazas o cuencos de barro donde esperaban las láminas de ajo. Como media docena de euros en pan por comensal, y creo que ya se me entiende.

En una olla pongo 250 cc de agua por comensal a cocer, le añado sal, una pastilla de sabor y una cucharadita de puré de pimientos o de tomate. La esencia de la receta sería solo agua y sal, pero eso era de cuando se era pobre de verdad, ahora ya no lo somos tanto. Le puedes añadir un golpe de pimienta recién molida, un pequeño toque de pimentón dulce, incluso unos taquitos de jamón no muy seco. Pero eso es enriquecer en exceso el plato.

Volvamos a los cuendo que habíamos dejado con el pan frito y los ajos. Les ponemos encima un huevo a cada uno, crudo y con un toque de sal. Y cuando el caldo esté bien hirviendo añadimos a cada taza o cuenco un tazón de caldo ( o dos) dejando que el calor del mismo haga cuajar la clara del huevo sin hacerlo en la yema. El caso es que el caldo cubra el huevo, y a comer con el huevo casi pasado por agua. Si quieres el huevo muy pasado se recomienda 30 segundo en el microondas, pero eso es hacer trampa. Y en boca el pan frito debe crujir todavía un poquito, pues el caldo se añade al final y momentos antes de servir.

Esto ya no sucede en el campo español, es de los años 70. Ahora ya no

Tranquilos, que esta sábana puesta en un tractor no es de ahora, es de finales de los años 70, ahora estas cosas ya no pasan. A los agricultores y ganaderos no les roban el valor de sus ovejas, de su trigo, de su libertad por poder sembrar lo que ellos consideren mejor para sus campos. Eso ahora ya no existe. 

Ahora los agricultores y ganaderos son felices, son los dueños de sus trabajos y de sus futuros y sobre todo de sus propias decisiones de trabajo. vivimos en un mundo feliz y contento.

Cartel del Frente Popular reclamando Amnistía

La cartelería, los carteles de propaganda o no, son un ejemplo que mezcla el arte del momento con la necesidad de lanzar un mensaje claro, fácil, que llegue al receptor y que se corresponda con sus planteamientos de marca. Por eso y atendiendo a esta mezcla de varios elementos en un resultado final casi efímero, los carteles tienen cada vez más adeptos. Siempre además, los carteles han gozado de un gran trabajo artístico detrás que les da un valor casi fotográfico del momento en que se publican.

Este es del Partido Comunista de España, del año 1936, cuando se presentaba el Frente Popular a las Elecciones Generales.