Según los últimos estudios hechos en España, en la actualidad, la soledad no deseada en nuestro país afecta alrededor del 20% de la población adulta, lo que equivale a uno de cada cinco residentes mayores de 18 años. Es un dato muy preocupante.
Este porcentaje se eleva en determinados grupos, como entre los jóvenes de 18 a 24 años (34,6%) y las mujeres (21,8%, frente al 18% de los hombres. Además, dos de cada tres personas que sufren soledad no deseada llevan más de dos años en esa situación.Soledad no deseada en España
Afecta como hemos comentado al 20% de los adultos y sube a casi el 35% entre los jóvenes. Entre personas mayores de 75 años, la prevalencia alcanza el 20%; en el grupo de 55 a 59 años llega al 23,8%. La soledad prolongada es especialmente frecuente en personas con discapacidad (más del 40%).
Los factores de riesgo que logran aumentar esta problemática social y que afecta a la salud en general pero sobre todo a la salud mental, incluyen el aislamiento rural, la discapacidad, el bajo nivel de ingresos, periodos de desempleo y la escasa participación comunitaria.
En Europa, según datos recientes de la Comisión Europea y la encuesta EU-LS 2022, el 13% de la población declara sentirse sola con frecuencia o casi siempre, mientras que más de un tercio reconoce experimentar la soledad al menos ocasionalmente.
Por tanto, la soledad no deseada en España se sitúa notablemente por encima de la media europea (20% frente al 13%):
La prevalencia de esa soledad no deseada es inferior en algunos países del norte y centro de Europa, donde las redes familiares y comunitarias son más robustas. en cambio y con datos similares a los españoles, en países como Chipre y Grecia se reportan tasas superiores entre mayores, pero la media para la UE sigue siendo más baja que la española.
La soledad no deseada es un reto creciente en toda la Unión Europea, con impacto especial en jóvenes, mayores y personas vulnerables, aunque España presenta un problema más agudo que la media comunitaria.
España muestra uno de los niveles más altos de soledad no deseada en Europa, especialmente entre mujeres, jóvenes y personas mayores o con discapacidad, superando la media europea tanto en frecuencia como en duración del fenómeno. La comparativa internacional destaca la urgencia de políticas públicas específicas para combatir esta problemática social creciente en el contexto nacional.
Las diferencias en la prevalencia de la soledad no deseada entre países europeos se explican por una combinación de factores culturales, socioeconómicos, demográficos y estructurales.
En los países nórdicos y centroeuropeos (como Dinamarca, Suiza y Austria) existen redes de apoyo público más sólidas y una mayor participación en actividades comunitarias, lo que reduce la soledad.
En el sur y este de Europa (por ejemplo, España, Grecia, Bulgaria), la soledad es mayor, y suele relacionarse con la fragmentación de las estructuras familiares, el envejecimiento y la menor oferta de servicios públicos de apoyo.
El individualismo cultural y la mayor movilidad residencial en algunos países incrementan el riesgo de soledad, al debilitar la convivencia intergeneracional y lazos familiares.
En países con mayor desigualdad de ingresos, como algunos del Sur y Este de Europa, los niveles de soledad son más altos.
El desempleo, la inseguridad laboral y el bajo nivel socioeconómico aumentan la probabilidad de sentirse solo, especialmente en grupos vulnerables.
El envejecimiento poblacional es uno de los principales factores de problemas en salud mental. La soledad aumenta claramente con la edad y es más severa cuanto mayor es la esperanza de vida, afrontada sin compañía o en situaciones de dependencia. Las personas que viven solas, sin pareja o sin hijos, muestran tasas mucho mayores de soledad, especialmente en países del Sur.
La mala salud física o mental está fuertemente asociada a la soledad; en algunos contextos, hasta la mitad de las personas mayores con enfermedades crónicas o discapacidades, refieren sentirse solas de manera frecuente.
La menor implicación social y comunitaria agrava el aislamiento, especialmente en regiones rurales o con menor densidad de servicios sociales y culturales.
La menor soledad observada en los países nórdicos se vincula a redes sociales robustas, igualdad socioeconómica, acceso universal a servicios y políticas públicas inclusivas.
Mientras que los datos negativos en países del Sur y Este de Europa parecen deberse al envejecimiento sin redes de apoyo, las desigualdades económicas y el deterioro de las estructuras familiares, que explican tasas superiores de soledad no deseada.
…continuará…
Julio Puente.

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