31.3.08

La crisis social

Hemos (entre todos) conseguido montar una sociedad en la que se han desactivados todos los mecanismos de crítica y defensa contra las injusticias, a base de saber tensar la cuerda justo hasta el punto en el que esta, peligra y produce fricción.
De esta manera nos hemos convertido en borregos que acuden al pito del pastor y que nunca se plantean el cambio, porque toda posibilidad es siempre en teoría peor.
Estamos mal, pero no tan mal como para pelear por un cambio, como para defender las ideas propias o el futuro porque nos han enseñado a que sólo se vive el presente.
Como filosofía psicológica está bien, como planteamiento de futuro es un tremendo error. El futuro existe, y si bien no lo podemos disfrutar nunca, lo tenemos que ir preparando en el día a día, en el presente. Pero en cambio no aportamos esfuerzo para que cuando llegue lo haga en buenas condiciones.
Nos cuentan incluso que todos los poderes saben de nuestro sufrimiento, de nuestra crisis, pero nunca se plantean soluciones posibles, sobre todo si con ellas viene la pérdida de algún tipo de poder, sobre todo económico, por parte de los que controlan las parcelas del mando.
Tenemos a la juventud entretenida con botellones y drogas, a los adultos con hipotécas y miedos y a los jubilados con fútbol y miedo por las pensiones. Todo perfecto para tener una sociedad aborregada.
¿Pero somos conscientes de que por cada joven que no se emancipa se crea una familia herida y se trunca la posibilidad natural de que se desarrolle el círculo lógico de sustitución generacional? Por cada joven al que le negamos el sueldo, estamos empobreciendo el país sin límite, y lo que resulta más curioso, sin responsabilidad de nadie.
El empobrecimiento de toda una generación es el de una economía que se resentirá. La pérdida de las clases medias en toda una generación entera (y entrando en la segunda consecutiva), supondrá un gran problema para la España de este primer medio siglo, que no está sentando las bases de un crecimiento social en calidad.

El IPC en España

Durante años sufrimos en los años 70/80 unos ataques del IPC que ahora parecen volver ligeramente, y que nos han creado un miedo económico a algo que nadie explica como natural.
Conocer los porqués es perderle miedo a los problemas. Y que suba el IPC no es un problema sino el acto lógico y normal de una economía globalizada dentro de un contexto europeo.
Los precios en el resto de países de la UE que se pueden clasificar en el equipo de los importantes son más altos, o incluso mucho más altos. No estoy diciendo que su IPC anual sea mayor, estoy poniendo encima de la mesa la realidad de que en esos países los productos de todo tipo tienen un precio de compra mayor.
Y España camina en el plano económico hacia su integración total con esa Europa. Luego es lógico que el IPC de España sea más alto, año tras año, hasta que los productos tengan el mismo precio de venta en todos los países.
Y esto no se nos cuenta.
Simplemente porque se sabe que tras la subida del IPC debe venir una subida de los sueldos, que también aquí son má bajos que en el resto de países de la Europa importante.
Si cuando viajamos a Londres, París, Roma, Colonia o Bruselas y observamos que una barra de pan, un café o un piso cuestan bastante más que en España, debemos estar seguros que los precios se intentarás normalizar por un efecto lógico.
Nuestra crisis económica actual viene motivada por unos factores ajenos al IPC, como pueden ser su baja productividad, por una población mal distribuida en los diversos sistemas productivos e incluso por una mala utilización de la generación mejor preparada, por una excesiva dependencia de sistemas económicos de complejo control como es el turismo o la construcción, y la enorme dependencia de la energía exterior y la todavía baja exportación de nuestras industrias por diverso factores.
Alguna vez nos tendrán que decir que el IPC no es grave, sino grava, que es cierto que lo que preocupa es que trae detrás una subida de los costes laborales, porque eso es lo que les importa a los empresarios, que no saben modificar otros parámetros económicos de su empresa que no sean los de intentar rebajar los costes laborales, cuando en otros países se juega con otros factores muco más inteligentes como son aumentar la productividad a través de dirigentes mejor preparados que los nuestros, y a buscar mercados y nichos de exportación nuevos, que hagan que el sello, la marca de España tenga un sentido económico.
Que no nos engañan más con el miedo del IPC, y que asuman que hay que cambiar sistemas y ser más inteligentes y preparados y mucho menos especuladores.