Todavía en los recuerdos de los viejos europeos nos suena la llamada "Masacre de Sabra y Shatila" acontecida en el año 1982 en dos barrios de Beirut en donde se mataron a un número indeterminado de refugiados palestinos por la Falange Cristiana del Líbano apoyados por Israel.
Esos territorios, el pueblo palestino, vive entre morir y matar. Y Europa mira con asco a veces, indiferencia la mayoría de ellas, sin saber qué hacer para que estas cosas no sucedan.
No se sabe cuantos civiles fueron masacrados, las cifras nunca se supieron y se mueven entre las estimaciones más bajas que hablan de alrededor de 700 a 800 o 1.200 víctimas civiles palestinas, mientras otras fuentes y estimaciones, basándose en la documentación y el número de cuerpos encontrados y desaparecidos, sitúan la cifra entre 2.000 y 3.500 personas, o incluso hasta 4.000 y 4.500.
La dificultad brutal para establecer una cifra aproximada se debe a varios factores, incluyendo el entierro de cuerpos en fosas comunes y la falta de un recuento oficial exhaustivo en su momento, junto a la falta de Censo. Las víctimas fueron en su gran mayoría civiles, incluyendo mujeres, niños y ancianos.
La ONU dijo que había sido un genocidio, pero da igual, nada se movió de ese cúmulo de violaciones, asesinatos o ejecuciones. Nunca se juzgo a los responsables, y a lo sumo vivimos un crecimiento de acciones terroristas posteriores, que nunca son tampoco un avance en la búsqueda de las soluciones.
Ahora en 2025 seguimos observando como se masacra al pueblo palestino. Y sabemos que con el tiempo se reeditarán procesos de auto defensa tardía y absurda, que seguirán añadiendo más violencia y guerra sobre la zona. Y Europa a veces se pregunta por qué no logra calar entre los europeos.
Desde el silencio europeo es imposible avanzar para resulta creíble y respetado como territorio histórico.