26.7.10

Consejos de cómo pedirles protección y ayuda a los santos y vírgenes, para tener éxito

El Rey Juan Carlos I le ha pedido al Santo Apóstol Santiago por la situación económica de España, por la claridad de mente para los políticos. Que también son ganas de joder.
Si uno cree de verdad que el Apóstol Santiago es capaz de resolver los problemas de España, que ya es creer, se debería preguntar por qué no lo ha hecho antes, cuales son los motivos por los que el Rey de todos los españoles, o casi, ha tenido que esperar al 25 de julio para pedirle al Santo. Mucho esperar me parece.
Yo no me imagino al Santo Santiago intentando resolver los problemas de esta santa España contra los tiburones de laboratorio económicos escondidos en los despachos de diseño. Sería una batalla descompensada a favor de los sin escrúpulos.
A los apóstoles y santos, a las vírgenes, hay que pedirles cosas sencillas, asuntos domésticos, arreglos para la salud o para buscar novios y novias. Si les intentamos meter en asuntos complicados, siendo que son gentes del siglo I cuanto más, los podemos volver locos. Para estos asuntos de la economía usurera nada como Dios directamente, y a ser posible, solicitándole no tanto que resuelva los problemas en general, sino que convierta en arenques ahumados a todos los jetas que juegan con los dineros de los demás. Hay que plantear los problemas y además dar la solución posible. Así es más fácil que nos hagan caso los “resolvedores” de problemas.

Ser pasivo está de moda. Nos han convencido para no ser nada.

Fin de semana casi sin fútbol, con un Contador que gana el Tour, un Lorenzo más líder todavía, un Alonso que gana en Alemania y un Guti que abandona el Real Madrid.
Son los titulares de la prensa de hoy lunes. Deporte y más deporte. Es como si no existiera nada más. Pero deporte del de ver, deporte espectáculo, no es deporte del que sirve para mejorar la salud, para sentirnos mejores, para disfrutar participando.
Es posible que en esta España de hoy existan noticias diferentes a estas, pero parecen no interesar. Nos han convertido con nuestra aprobación en seres pasivos, visionadores de lo que hacen los otros, en personas sentadas en espera de que suceda algo. Así la tragedia de Alemania la observamos con atención y los medios nos explican todas las demás tragedias de la historia para convencernos de lo bien que estamos en casa sin movernos. Grises, pasivos, consumidores necesarios, objetos manipulables en espera de que una nueva historia nos entretenga. Da igual si es el embarazo de una famosa, los cuernos del esposo camarero de una colaboradora o la bronca de una cantante pasada de moda. El caso es sentirnos partícipes de la vida de los demás como simples espectadores a los que se nos da todo hecho.
Es impresionante que un ciclista gane, pero nada es comparable a salir en bicicleta de casa a dar un paseo por el parque de tu barrio. Es maravilloso que España gane al fútbol, pero más lo es jugar un partidillo con tus hijos o tus nietos, reírte y soñar con ellos, dejarte meter goles o terminar derrotado de cansancio. O nos rebelamos contra la pasividad o terminaremos en seres sin piernas para movernos, de hecho ya somos una sociedad que en conjunto ya piensa menos que hace unas décadas.