Así nos estamos quedando todos nosotros de tanto soportar el ruido del barullo social. El ruido es también esas palabras que no se soportan con facilidad, que hieren el oido interno tanto, que te llega a las entrañas mismas y se te mueven los huevecillos o los óvulos según el nombre.
Decía Gracian que antes de romper el silencio era mucho mejor pensar lo que se iba a decir y además que éramos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios.
Pero a Baltasar no lo ha leído casi nadie. Es normal porque alguien que lleva casi 400 años muerto no puede entender nada de la vida actual porque ahora tenemos ya otras redes. Eso si, lo que no tenemos es sentido común.
Baltasar, o incluso Tierno o Unamuno u Ortega (el hermano de Gasset) hubieran sabido manejar estos temas mucho mejor. Pero claro habían recibido clases de Humanismo en sus escuelas.
La hoja de mis sueños se cayó al suelo. Ya no pudo aguantar más su propio peso y una pequeña volada de aire supo acabar con sus fuerzas. Se acabó de estar agarrada a su sociedad.
La busqué y la recogí con mimo porque había sido portada en dos ocasiones de mi blog. Al darle la vuelta vi sus heridas y también la belleza que no me había enseñado cuando estaba en el alambre, sus verdes de vida que ninguna otra hoja del suelo tenía porque ellas se estaban pudriendo por tocarse y contagiarse de la muerte.
Decidí que sería mi portada una vez más, para enseñar como se muere y aprendamos todos que lo importante es lo que tenemos, nunca lo que vendrá ni lo que ya pasó.
Yo fui Rey Mago. Si, dos veces. Es algo maravilloso que no se puede pagar con nada. La primera vez fui Gaspar y lo pasé mal porque era primerizo y pensaba que me iban a descubrir los niños, que en realidad era un simple padre del colegio el resto de los días normales, pero no fue así, e incluso mi hijo pequeño no detectó mis orejas.
Porque los Reyes Magos también tenemos hijos pequeños en algún momento.
El segundo año fue fabuloso porque entonces ya tenía experiencia como Rey Mago y gocé como un enano, lo juro. Sabía que era el último año en que lo podría ser y así fue. Me hice Melchor porque como nosotros somos magos podemos si queremos intercambiar la personalidad.
Recuerdo que por aquel entonces teníamos los tres Reyes Magos un contencioso con un Supermercado Alcampo que estaban haciendo junto al colegio en donde iban los niños a los que visitamos, y me dio la feliz idea de ir a saludar a los trabajadores de la obra del Alcampo como muestra de reconciliación, y aprovechar de esta manera tan tonta el visitar el centro comercial por dentro antes de que lo inauguraran.
Lo pasé pipa hasta que vino el jefe de los guardianes, que os lo juro, puso mala cara y nos mandó salir con cajas destempladas. Debió pensar que nuestro poder como Reyes y como Magos, no era muy solvente.
Fui eso si el primer Rey Mago del Alcampo de Utrillas, que se sepa para la posteridad aunque en la historia del centro comercial no figure nunca este dato.
Ahora añoro aquellos días de Rey Mago, cuando era más niño que los niños. Ahora ya no me quieren por viejo, precisamente ahora que si lo deseo tengo la barba blanca de verdad. Cachisla.
En los últimos días solo con la filosofía se puede (intentar) entender ciertos comportamientos ¿humanos?. Y si además es de la clásica, para que no haya muchas interferencias entre la sabiduría por la sabiduría y el resultado final…, pues miel sobre hojuelas.
Ahora eso si…, que justo debajo del anuncio nos pongan la señal de pagar nos destroza la fe…, incluso en la filosofía.
Ya casi no nos queda nada en qué creer y eso es muy malo, porque cuando esto ha sucedido en las historias de las civilizaciones, siempre ha bajado algún profeta (que suelen ser gente que chilla más que los otros) y nos ha roto las leyes en la cabeza, a ser posible de piedra y con piedras.
Las leyes y las armas, quiero decir.
Yo no quiero nadie que venga a salvarme de nada, nadie que me tenga que explicar con telas de colores quien es víctima y quien culpable, nadie que venga a contarme en mi tiempo libre lo que debo pensar o no.
Yo también tengo banderas y son las mismas que las del otro lado, pero la diferencia puede ser que yo no las enseño y mucho menos las saco de casa para pasarlas por los morros de los que piensan distinto a mi, a los que respeto mucho. No entiendo muy bien esa manía de equivocarse de enemigos, con los listos que parecen los listos.