A las empresa acudimos a trabajar a cambio de un salario, generalmente en dinero. Hasta aquí lo obvio. Pero además del cobro en dinero, hay otras maneras de tener un salario añadido que podríamos llamar emocional.
El salario emocional tiene que ver con la seguridad en el puesto de trabajo, con las oportunidades de crecer en tu propia empresa, con opciones de formación de todo tipo, en un buen ambiente laboral tanto horizontal como vertical, con un cuidado en el desarrollo personal y profesional de las personas que forman toda la empresa, con facilitar la compatibilidad y conciliación de la vida personal y profesional, con unos valores en la empresa que sean éticos y positivos, con una información de la marcha de la empresa que sea suficiente y nunca mentirosa, con la participación de todos los integrantes de la empresa en la toma de algunas decisiones, etc.
Además del sueldo de cada mes, las empresas donde estamos muchas horas semanales forman parte de nuestra vida, y por ello nuestra relación dentro de ellas, y su relación con nosotros, nos pueden procurar felicidad o en cambio tristeza, estrés y abatimiento.
El salario emocional, como un complemente muy válido, es el que más influencia tiene sobre la productividad extra, sobre esa “Calidad Total” que tanto nos cuesta lograr, sobre el funcionamiento interno de la empresa, que redunda en un mejor funcionamiento hacia fuera, hacia los clientes.
Antes hemos nombrado algunas pinceladas de salario emocional. Os voy a dar otros ejemplos sencillos de algunas empresas pequeñas que yo he conocido, y que servían para dar un toque de bienestar, de humanización del trabajo.
El día del cumpleaños de la pareja se les mandaba a su atención un libro, unas flores o una botella.