22.4.22

Las seis fases de un niño (o adolescente) violento con sus padres

Los niños a veces se vuelven violentos, complicados de tratar, incluso apoderándose de sus propios padres, creando un mundo paralelo para conseguir todo lo que se proponen. No es sencillo hablar de soluciones a estos problemas, pues cada niño, puber o adolescente es un mundo diferente y no sirven las mismas normas para todos. Incluso cada familia es distinta y las opciones de que se dispone para remediar estos problemas nunca son sencillos, si se está en una fase avanzada, que es cuando se acude a profesionales.

Sin duda, llegados a este punto hay que consultar con profesionales que detectan el momento en el que se encuentran sus actitudes, ver las soluciones posibles y tratar de encauzar su carácter, para que no se convierta en algo peor para los propios familiares más cercanos.

Y a la vez, para que estas soluciones no incidan en el niño o joven y se pierda socialmente, lo cual es también un tremendo problema. No hay que resolver solo la situación familiar, de los padres, sino evitar que con esa solución no se caiga en un problema personal del joven o del niño.

Los síntomas más usuales y por los que empiezan a demostrar que se están apoderando de la familia son:

No ayudan en casa, se niegan a colaborar en las tareas mas sencillas y básicas del hogar, exigiendo que generalmente su madre  haga de criada de ellos. Simplemente buscan demostrar —como un animal gregario— que domina la situación, controlan a las personas y logran mandar y que les obedezcan aunque sea poco.

Cuando no consigue sus objetivos recurre a los berrinches, los lloros, las broncas, que van en aumento tanto en número como en intensidad hasta lograr que los padres cedan. Es la herramienta más básica para doblar la defensa de padres y abuelos. Broncas que en principio pueden ser violentas con ellos mismos, luego con sus hermanos y las cosas o animales domésticos y después con los adultos.

Tienden a avergonzar a sus adultos en público, pues saben que es lo que más fastidia a los padres. Broncas en lugares públicos, frases delante de familiares y amigos, pequeños (o medianos) insultos sin venir al caso, pequeñas violencias físicas delante de otros familiares.

Logran que los padres le pidan por favor que ceda, que paren en su actitud, que se comporten, que dejen de hacer el gamberro. Es una forma del primer sometimiento de los adultos, que él ya domina a su gusto. Ya se siente el líder de la manada, con perdón por la palabra.

El siguiente paso es el soborno directo para lograr que él se comporte bien, para que no actúe delante de otras personas de forma violenta. Da igual lo que obtiene a cambio, lo importante para él o ella es la dominación, el obtener el premio del sometimiento de los adultos por comportarse bien.

Para finalizar, ignora totalmente a los adultos pues él o ella ya se han formado un círculo propio que dominan, y para ello nada como demostrar que son los demás los que deben estar a su subordinación. Comen cuando quieren, solos y sin orden, no respetan las normas, no quieren estar con sus padres, exigen dinero si ya tiene la edad para ello, dinero que va en aumento con amenazas de que si no se lo dan, lo logrará de “otras” formas. Han aprendido a dominar y tienden a no tener medida.

Estos problemas no empiezan en la adolescencia, muchas veces tienen sus inicios en edades muchos más tempranas, pero son en la pubertad y en la adolescencia cuando realmente se vuelven insufribles. 

Lo peor de todo es que a veces y una vez que ya tienen dominado todo el proceso, estos adolescentes no quieren ser adultos, pues saben que el estatus logrado es maravilloso para ellos y no lo quieren abandonar. 

Por eso la ayuda de los profesionales es muy necesaria, pero según en qué fase esté el niño o el joven, los resultados no siempre son satisfactorios.

¿Qué es ser de derechas o de izquierdas en el siglo XXI?


La pregunta del enunciado no tiene una respuesta clara, y precisamente en la duda está la respuesta. ¿Qué es ser de derechas o de izquierdas en el siglo XXI? Pues posiblemente no lo sepamos todavía, pero si intuimos ya que ni todos de los que hoy se consideran de derechas son conservadores y ellos no lo saben, ni todos los que nos creemos de izquierdas somos/son progresistas y lo ocultamos o no lo sabemos.

Desde la sociedad en general deberíamos —qué pereza— empezar o continuar a pensar que casi todo es relativo, que los compartimentos cerrados están ya superados, y que los cambios sociales no los realizan ni los de izquierdas ni los de derechas, sino los que estando en medio, se mueven de espacio levemente y cambian sus formas y modos.

Y no solo votando se cambia el contrapeso, aunque sea la manera más rápida y sencilla.

Pero además creo que ya está superado el marco de Derechas, Izquierdas, Progresistas, Conservadores, Centro, etc. Ya no sirve ni para indicar, enmarcar, señalar o explicar. 

Por desgracia nos hemos vuelto todos muchos más encerrados en nosotros mismos. Y además creo que todos también nos hemos vuelto más miedicas, más conservadores de lo poco que tenemos, incluso mas críticos con todo pero sin aportar casi nada.

Si la sociedad se vuelve en general algo más miedosa de las situaciones, eso mueve todas las ideologías un poco o un mucho. Y todo lo establecido se mueve. Y todas las decisiones se mueven.

Admitimos mejor los errores, las torpezas, los abusos, los robos o los delitos si estos vienen de gentes ajenas al poder activo, pasivo o en perspectiva. 

No le perdonamos a un alcalde que se gaste 4 euros en gomina, pero admitimos o intentamos entender que se ganan 24 millones en una negociación.

No perdonamos que alguien tenga para sus hijos juegos de Montessori que compra de su bolsillo, pero admitimos bien que por un error de gestión se tengan que perder millones a la basura o se pague de más por un contrato mal hecho.

Odiamos por el marco mental de lo que representan a los que odiamos. 

Si somos del Sevilla odiamos al Betis, si somos de Telecinco odiamos a Antena3. Y todo eso no tiene nada que ver con las ideologías, pero todas ellas antes, para amarlas o conocerlas, hay que leerlas. 

Para ser de verdad de derechas o de izquierdas, se debería leer media docena de libros como poco. Serlo por impulsos es claramente una torpeza que pagamos caro.