Uno de los mayores éxitos de toda la política en España ha sido convencernos poco a poco —pero ya sin duda— de que la culpa de que haya cada vez más pobres la tienen los otros pobres.
Somos pobres por culpa de los pobres y no de los ricos.
El problema del reparto no es el de que los ricos tengan mucho dinero y poder y se lo queden solo para ellos, sino el problema es que ya estamos excesivamente número de pobres para repartirnos las migajas.
Además hay otra variable terrible.
La de los que vienen de fuera, que algunos de ellos vienen con ganas de trabajar mucho, con ganas de no tener derechos y cobrar poco, y con ganas de abusar de todos nuestros servicios para los pobres, por lo que nos toca menos para repartir, los que vienen digo, además de ser pobres vienen obedientes y se las saben todas.
Nos hemos dado cuenta de que nuestros enemigos están en la cola del médico, en el supermercado que ha subido todo un 65% pues hay más compradores, en las bibliotecas públicas —pues encima los que vienen ya fabricados pobres de fuera—, quieren estudiar y ser tan listos como nosotros. Terrible.
Los ricos son el objetivo en el que copiarnos. Todos queremos ser ricos, como ellos. Adoramos a los ricos, pues es posible que en breve seamos también como ellos, ricos pero a nuestra manera. O al menos seremos los esclavos de los ricos y los veremos de cerca, que también mola.
Pero hay otros pobres que no nos dejan hacerlo, pues nos quieren adelantar por la derecha.
Por la izquierda ya no adelanta nadie, pues no hay izquierda. O al menos no hay izquierda que sepa hablar y explicarnos bien esto de los ricos y los pobres. Nos hablan de la Lucha de Clases, y nos dicen que tenemos que defendernos de los ricos.
Pero nos engañan los de izquierdas, pues los ricos están escondidos en sus casas de ricos y en sus barrios de ricos, y no los encontramos a mano.
Los realmente enemigos son nuestros vecinos de barrio, que van a nuestro mismo médico y a nuestra misma parroquia a recoger las migajas. ¡¡Uff!! cómo me estoy poniendo.
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