19.11.14

Publicidad en los billetes del tranvía de Barcelona

Esta pequeña publicidad iba en la parte trasera de los billetes de tranvía de Barcelona a principios del siglo XX. Era una forma de sufragar el coste del billetaje con el precio de la publicidad.

Salchichón legítimo de Vich, al por menor, en un colmado de la calle Escudillers, cuya especialidad eras los frutos ultramarinos y peninsulares. Colmado Torra y San.

Yo NO me bajo en la próxima. Pero la mayoría SI

Yo NO me bajo en la próxima, pero muchos ya se han bajado, se siguen bajando, y el tablón que todo lo aguanta está en el aire, temblando, a punto de caerse.

Creo que en vez de bajarse hacia atrás, hay que ir hacia delante y cambiar al que está en el atríl de colores. Pero es más cómodo simplemente bajarse del tablón.

De la Transición, el desencanto y las parroquias de aquellos años

El  desencanto nace en España a finales de los años 70, dando origen tal vez sin querer a lo que luego todos hemos abanderado y elogiado como Los maravillosos años 80”, caldo de cultivo de "la movida".

Cuando ahora escucho a personas jóvenes criticar la Transición como un periodo negativo de la historia posible de España, debe sonreír y sobre todo intentar calmarme para no tragarme mi cabreo. Los primeros que no estuvimos de acuerdo con lo que se había en la Transición fuimos gran parte de los mismos que habíamos salido a la calle poco antes de que el dictador se muriera en la cama, o a la sumo casi enseguida.

Esperábamos más de la nueva época y nos dimos cuenta enseguida. Y no nos gustó nada que el PSOE naciera de unas luchas intestinas que no entendíamos. O que el PC fuera tan blanco como el chicle. O que los partidos pequeños de izquierda, los MC, PT o ORT, por poner tres ejemplos rápidos, acabaran hundidos en las deudas y hundiendo a empresas que habían confiando en ellos.

Los primeros que nos desencantamos con el sistema, y con nuestra sociedad fuimos nosotros, así que si ahora vienen los jóvenes a decirnos que lo hicimos mal, cuando poco les debemos decir, que si, pero que lo vimos y no pudimos hacer nada. Que como buenos demócratas tuvimos que tragar con UCD y sus apaños, con un PSOE que nos desencantó más todavía y con unos poderes escondidos que empezaron a salir como los caracoles, en cuanto apareció el sol de la democracia.

En aquellos tiempos los que no querían aguantarse en silencio se volvían cantautores y los que pasaban de comerse el tarro con la política se hicieron de la movida, con perdón pues no deseo generalizar. Eran dos formas diferentes de ver la cultura y la acción social. Triunfo claramente la movida y por eso ahora recogemos los ecos de la inoperancia social. Supieron trabajarnos muy bien y nos cambiaron silencios por buena música y arte controlado.

Así que por favor. Decir si os apetece que la Transición fue una burla, pero no digáis que no vimos que aquello era una mierda, pues el desencanto existió y era tema para hablar largo en las parroquias de los barrios, entre otros lugares de interés en aquellos años.

18.11.14

La “coasociación” es un sistema educativo con muchos años

La coasociación es un planteamiento educativo que busca cambiar varias de las formas reconocidas de interactuar los profesores con los alumnos, buscando mejores resultados en un mundo que sin duda es muy distinto al que teníamos hace cuarenta años.

Curiosamente gran parte de estos planteamientos educativos que os comentaré a continuación, ya los empleaba con nosotros hace 47 años, un profesor que se llamaba Julio y estaba de director en la antigua Universidad de Zaragoza, en la Plaza de la Magdalena, convertida en colegio público de Primaria durante unos pocos años, y que representó para mi una experiencia maravillosa.

Los alumnos debemos ser investigadores constantes de lo que necesitamos aprender. Deben encontrar las respuestas, descubrir los resultados, no ser meros objetivos de aprendizaje pasivo. Hay que ser más creativo, capaces de juzgar a los compañeros en público, aprender a evaluar, a defender en público las posturas de viva voz, a ser cada alumno el gestor de su propia educación, quien maneja los tiempos pero sobre todo las ganas de trabajar para uno pero también para pequeños equipos, grupos de trabajo. Emplear además de libros y lápices, un montón de elementos y objetos que también pueden servir para aprender. Desde visitas a tiendas de forma individual para averiguar datos, desmontar pequeños aparatos, ver las tripas de pequeños animales, etc.

Uno se puede preguntar qué edad teníamos los alumnos que estábamos en manos de tamaño profesor revolucionario en el año 1966. Pues yo tenia 10 años. Y era una escuela pública de Zaragoza. Ya he dicho todos los datos.

Los sábados por la mañana los dedicábamos a practicar un juego televisivo que era entonces famoso: Cesta y Puntos. Toda la mañana de clase obligatoria la dedicábamos a eso. Y las preguntas las teníamos que organizar los alumnos.

El papel del profesor era el de orientas, el de revisar, el que responder a todas las dudas fuera la hora que fuera, a diseñar todas las actividades, y procurar que no hubiera alumnos que se quedaran fuera, a que los equipos de personas funcionaran bien, a darnos clases magistrales fuera de los libros, a plantarnos problemas con arreglo a la temática de los libros pero con su particular manera de explicar. Y a solicitarnos que el libro de texto (solo teníamos uno y no todos los alumnos) lo leyéramos en casa.

Nunca más logré saber de D. Julio. Me tuve que ir del colegio por traslado y siempre me quedó el sabor de su calidad humana. El siguiente fue el desastre más absoluto, en el colegio público Tomás Alvira, pero de ese no quiero decir su nombre.