8.1.16

Dos frases muy diferentes que dicen lo mismo

Fíjense en estas dos frases finales de la entrada. La primera está dicha en un medio de comunicación nacional por una periodista conservadora. La segunda es la realidad de la decisión. Dicen lo mismo (o casi) pero de forma totalmente diferente, mediatizando al que escucha, manipulando incluso con las palabras. Este tipo de modificación del mensaje es habitual. Todos los días se dan en la comunicación. Esa acción de transmitir cómo se desea para enfatizar las ideas propias, además de habitual es manipulación sin que casi nos demos cuenta, pues se escuchan, calan sólo lo justo, pero en el tono que se desea para abrir y cerrar unos u otros caminos.

“Artur Más da a la CUP 200 millones de euros para proyectos sociales”.

“La Generalitat de Cataluña destina 200 millones más a proyectos sociales, solicitados por la CUP”.

No es lo mismo escuchar para entender, que escuchar para contestar

Parece lo mismo a la hora de comunicarnos, y el primer problema es ese precisamente, que no sepamos o queramos diferenciar nuestra actitud. No es lo mismo escuchar para entender, que escuchar para responder. No es lo mismo estar predispuestos a aprender que estar siempre predispuestos para intentar enseñar. Y recordar que no es lo mismos enseñar que mostrar.

7.1.16

Plurinacionales sociales y no sólo culturales

Hoy el sin duda reconocido y respetado (excepto si nos llama establo) Fernando Sabater nos escribe en El País sobre la España plurinacional, lo que ya es un camino nuevo en sus planteamientos. Pero iniciado el camino habla sólo de la diversidad cultural como la ùnica diferencia entre las Españas, olvidándose —por que que así lo ha decidido— de la diferenciación social, mucho más importante que la cultural, tal vez por desgracia —que sea menos importante— para la marcha de las sociedades.

España es la suma de varias sociedades, y por ello de varias naciones, y admitirlo con calma e inteligencia es el mejor camino para la convivencia social con éxito. Cada sociedad tiene su cultura, algunas de ellas su propio idioma y/o sus leyes, sus distintas formas de arquitectura, de entender la educación, de comportamiento empresarial, de encarar el día a día, sus fiestas, sus horarios, su interacción con sus vecinos y con sus geografías. Esto es indudable.

Un vasco o gran parte de los aragoneses están más cercanos de la forma social y también cultural de su vecina Francia que de Andalucía. Un catalán se parece más en sus formas sociales a un italiano que a un canario. Y en esa diversidad que admitimos e incluso admiramos está el problema, no por la diversidad sino por el entendimiento y la aceptación de esa diversidad. Y con el entendimiento, las bases para reconocer esas diferenciaciones. Somos diferentes, y en vez de explotar desde la irresponsabilidad por no querer reconocerla y por ello darle valor político, nos ofuscamos en minimizarla cuando es ilógico. ¿Cual es el camino, lograr que un catalán se parezca a un canario o que un canario se parezca a un francés o italiano? La solución es respetar esa diferencia y reconocerle valor político. Y no darnos mieda en que crezca, entre otros motivos porque luego nunca crece.

Las diferenciaciones sociales y culturales no tienen que suponer independencia o ruptura. Es posible y deseable la convivencia de todas estas piezas del puzle, pero para ello debemos respetarnos e intentar hacer un esfuerzo por entendernos. Cada ciudadano quiere ser lo que ya es. Y simplemente quiere respeto, reconocimiento y justicia lógica de los resultados económicos de su sociedad.

Es verdad que la suma en una gran nación de varias pequeñas naciones, tiene sus puntos de conflicto lógico como en todo tipo de sociedades. De esas diferenciaciones saldrán las soluciones mejores para todos, pero si no rompemos los constantes diálogos desde los que se deben negociar y construir las relaciones. Pero si vamos rompiendo cuerdas, al final los barcos se nos irán al centro del mar, y además en cuanto sople un poco de aire con mala leche. No es necesario un temporal. Sirve un soplo de mala baba sobre un mar ya revuelto por no saber darse cuenta que se nos van rompiendo las cuerdas de sujeción, poco a poco.

Crecen las dos Españas. Se educan y se ven desde lejos

Crecen las dos Españas, se distancian, se educan, se recrean en la calle, se empiezan a ver a poco que mires donde debes. Cada día es más complicado no enterarse de que existen estas dos España, ni para disimular que eres tonto y no te has enterado. Esta viñeta de Manel, como siempre, clava la situación cada vez más triste y dura. Si hay dudas, pasearse por las calles céntricas de Madrid, de día, es suficiente. Si quieres hacerlo por la noche debes buscar cartones por todos los rincones, incluidos todos los porches de la Plaza Mayor. Dentro, si, hay personas. Siguen siendo personas.