4.1.17

Uno. Número de personas necesarias para cambiar el mundo

Si, para cambiar el mundo te necesitamos, te necesitas, te necesitan. Tú..., eres todo lo que resulta necesario para cambiar el mundo. Inténtalo.

Es cierto que es mucho más fácil cambiar el mundo para mal desde una sola persona. Tenemos ejemplos todos los años de imbéciles que cambian el mundo negativamente por la acción de una persona. Casi siempre para combatir sus errores se necesitan muchas más personas. 

Pero conocemos casos donde una sola persona logra grandes objetivos.  Una sola persona. ¿Te apuntas?

Traidores, judíos, marranos, españoles, luteranos. ¡Leer, coño!

Se vuelve a ver personas con libros de papel en el Metro de Madrid. 

Todavía no ha triunfado nadie. 

Tampoco nadie ha muerto. 

Será la seguridad pasiva, el temor a que te puedan robar de un tirón el cacharro. 

Nadie osaría robarte un libro en papel. ¿Para qué, pensarían en comisaría? 

Pues para salir en el 
telediario.

—¡Roba un libro de papel en Callao y los viajeros logran detenerle en el instante!— dirían

Que en el Metro te pongan retazos de libros está bien. Es una manera de asomarte a una ventana diferente a las del vagón. Y más, mucho más animada.

Podemos cambiar el mundo. ¿Pero queremos?

Mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo. Sin duda. 

Pero si alguna gente pequeña logra hacer grandes cosas todo sería más sencillo. 

Incluso si alguna pequeña gente no estuviera tocando los cojones -con perdón, pero mío por el palabro- y fastidiando el trabajo de los demás, todo se podría realizar sin tanto sufrimiento y de forma más rápida.

No es poesía, pero es verdad. 

Tenemos que ser capaces de sembrar de poesía el mundo. Pero de vez en cuando, dar algún zapatazo.

3.1.17

Hoy son ellos, mañana podemos ser tú y yo

Este texto es de una exposición que unos fotógrafos han presentado en Madrid sobre el éxodo maltratado entre las fronteras de Europa, con niños o ancianos violentados para que no penetren en los países ricos de la Europa elitista. Fronteras para los pobres, pues los ricos entran desde otros pasillos, sin frío ni hambre, sin alambradas ni policías con perros.

También en las fronteras hay clases sociales y de eso saben muchos todos los voluntarios que han ido a trabajar por la dignidad de Europa. No todos somos iguales.