31.12.17

Manuela Carmena y la Transición


Le han preguntado a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid independiente de Podemos o de Ahora Madrid, por su opinión del proceso de la Transición, que tan de cerca la vivió ella en Madrid y en puestos judiciales importantes. Sus respuestas, pocas y pequeñas os la dejo.

No estoy de acuerdo en que aquello fuera desde un principio una ruptura de nada, excepto que entendamos como ruptura el hecho de que sucedió algo que propició un cambio importante, que en ese caso fue la muerte en la cama del dictador. Pero no fue tanto una ruptura como un desencadenante, un cambio inevitable que supieron dosificar, pues tenían todo el poder que no dejaron de tener de form abrupta.


Os dejo sus respuestas a la revista Intervíu.

Era socialismo o felipismo?

Nunca nos ha quedado claro a muchos espectadores de esta Transición, si tras Suresnes lo que surgió fue un partido socialista o un partido felipista. En absoluto es lo mismo, ni aceptando que Felipe González y su equipo ganador fueran socialistas de libro, ni asumiendo que había que crear un socialismo nuevo para una España nueva. 

El felipismo giraría sobre una persona y el socialismo sobre una ideología.

Hemos visto en estos 40 años muchas dudas, algunas luces, excesivos cambios de opinión ideológica entre los integrantes más fieles del felipismo incluidos algunos medios de comunicación. Nos dió la sensación a muchos que el socialismo se acercaba con un Zapatero con luces tenues pero novedosas, hasta que en su segunda legislatura recibió la llamada de Europa y se le apagaron las farolas. En lo social pudo ser el único periodo de socialismo incipiente.

Sin un socialismo real, y un comunismo desaparecido por la lógica de la historia, España ha estado sin izquierda real durante toda este camino. Hemos tenido sin duda periodos de socialdemocracia, de terceras vías, de progresismo social con altibajos, pero poco más. Ni se ha legislado bien en educación, ni en justicia social, y lo conseguido por los sindicatos en los años 70 y 80 se derrumbó en pocos meses por creernos que Europa necesitaba una España pobre y sin derechos laborales. Ella misma los tiene para sus trabajadores y no les va mal la economía.

Podría haber sido un socialismo válido lo surgido a través del 15M o de la Mareas, de ese Podemos que se ha ido apagando lentamente o esa lógica necesidad de una izquierda capaz de ofrecer ideas diferentes y unidas. 

Pero por desgracia para la parte más débil de la sociedad, —donde por cierto estamos la inmensa mayoría de nosotros aunque muchos creamos que no—, no tenemos quien nos escriba o nos gestione la sociedad que nos toca vivir. Pero nada es eterno y tdo es lo que en teoría queremos nosotros que sea.

30.12.17

La solidaridad sindical en el año 1976

Una constante de la Transición y más del sindicalismo recién nacido era la solidaridad, el convencimiento de que todos los trabajadores eran iguales, tanto en la explotación de sus derechos como en sus necesidades. Pero no era cierto, como no lo es ahora. También entre los trabajadores hay muchas clases.

En estos tiempos actuales esas diferencias de clases entre los trabajadores se admiten más, mucho más incluso, que en los años de la Transición, donde sobre todo y por encima de todo se intentaba defender a los que menos fuerza tenían, a los más explotados, a los que más lo necesitaban.

Ahora esas diferentes clases de trabajadores, creadas por el sistema y los empresarios, son admitidas y los propios sindicatos muchas veces las comprenden y las admiten. No se defiende igual a un trabajador temporal que a uno fijo o funcionario. No se trata por igual la falta de derechos de los jóvenes que buscan su primer trabajo que los derechos de los trabajadores de las grandes empresas. También los sindicatos se han vuelto clasistas, diferenciando or clases de trabajadores,

Estas pegatinas son del año 1976 y son un ejemplo de solidaridad con los peor tratados en el mundo laboral. Han pasado más de 40 años y seguimos igual o peor.

29.12.17

La figura del Sereno, controlador de barrios

Una figura hoy desaparecida y que tuvo su importancia en el Franquismo como controlador de la calle y de los vecinos es la del Sereno, una especie de policía municipal nocturno, que tenía a su cargo un número determinado de calles y que en los últimos años de su existencia (proviene su figura desde el siglo XVIII como los que encendían las farolas) tenían la obligación de abrir los portales de las casas. En el año 1977 desaparecieron de las calles de todas las ciudades de España, aunque con posterioridad y por otros motivos han existido intentos de revitalizar su figura.

Las puertas de los edificios las cerraba él mismo cuando entraba a la vigilancia de su zona de barrio, y llevaba encima todas las llaves para abrir a quien lo necesitara durante toda la noche, con el requerimiento de unas palmadas del vecino. Como su radio de trabajo era pequeño, unas cuantas calles del barrio, en plena noche las palmadas del vecino que necesitaba que le abrieran el portal las oía perfectamente y acudía a su petición. También llevaban, al menos en Zaragoza, una cayata de grueso calibre en algunos casos.

Abría la puerta y recibía una propina del vecino, se saludaban y de este forma tan tonta, se controlaba también a quien acudía tarde a casa y con qué pintas se llegaba. Su sueldo era municipal y en Navidad presentaba a todos los vecinos unas tarjetas de felicitación en busca de la propina añadida, pero esta función era muy normal también en los carteros, barrenderos o guardias de la circulación, según zonas de las ciudades.

El conocimiento de los barrios y de sus vecinos era perfecto para saber si eran ejemplares o raros, y utilizados por la policía para detectar actos no claros, según su particular visión del momento. Incluso hubo épocas que su certificado era necesario para obtener el certificado de buena conducta o el pasaporte. Y no hay que olvidar que además se dedicaban a controlar el orden público, por lo que las horas en las que estaban de servicio, los delitos contra la propiedad bajaban tremendamente.

Había grandes diferencias entre los diferentes serenos, pues no era igual una zona de un barrio comercial que una zona de barrio obrero. En las calles comerciales los dueños de las tiendas daban propinas generosas para que dieran rondas por los escaparates y vigilaran las cerraduras. Y eso suponía un complemento importante a su escaso sueldo. Tanto al inicio de la jornada como al final se reunían con sus capataces para pasarse novedades de la noche, o información de lo que tenían que vigilar con más atención en sus horas de trabajo.