Terminaré hablando del Barrio Chino de New York, pero antes debo centrar el tema del turismo manipulador. Y es que ya nos estamos preguntando cómo afecta el turismo a nuestras ciudades, para respondernos que además de su impacto positivo en las economías, tienen dentro un gran impacto negativo de transformación de nuestras ciudades, por elementos ajenos a la realidad urbana y sobre todo a las necesidades de sus habitantes.
El turista tienen unas necesidades muy diferentes a las de los habitantes fijos de las ciudades. Y curiosamente los centros de las grandes ciudades se están adaptando a este fenómeno muy creciente, desplazando a los vecinos tradicionales. Esto convierte en Parques Temáticos a las zonas que se visita desde el turismo dentro de las ciudades con nombre turístico. Es decir, falsea de algún modo la realidad de estas urbes. El turista cree estar visitando una ciudad “de verdad” pero en realidad está visitando una ciudad adaptada a ellos mismos, donde ya se han suprimido elementos clásicos de “la ciudad” y se han cambiado por formas, colores, ritmos, comercios o servicios que son comunes en cientos de ciudades repartidas por todo el mundo.
El turismo produce en las ciudades una dependencia económica clara, al pivotar en exceso y en algunas zonas muy concretas de la ciudad sobre las economías que traen los turistas. Todo se forma a su alrededor. los comercios se cambian a costa de una subida brutal de los alquileres hasta convertir las calles clásicas y famosas de las ciudades en lugares comunes a todo el mundo. No sabes si están en Asia, África o Europa. Todos los colores de la decoración y los logotipos de las paredes son iguales. Se desplazan a los habitantes clásicos y se cambian por modelos de calle similar al diseño del momento.
A su vez y tras desplazar a los habitantes de siempre hacia zonas pobres o hacia zonas de nuevos pobres, estas no se adaptan o están preparadas para asumir estos cambios, lo que producen cambios urbanos y sociales que se alejan de los centros dedicados a los turistas.
En las calles turísticas se destruyen comercios y servicios y se llegan a crear zonas donde las leyes locales no se cumplen, donde los cambios sociales de uso de los espacios extrañan incluso a los habitantes fijos y de siempre. Un turista es una persona que está entre uno y cinco días en un mismo lugar. Eso marca su actividad. Y que no conoce ni las leyes locales ni mucho menos las costumbres del lugar.
Pero el turismo también acaba con los espacios públicos simples. Los ciudadanos vecinos fijos de las urbes necesitan unos espacios públicos muy distintos a los que reclaman los turistas con sus gastos. Los primeros quieren pequeñas plazas y espacios de convivencia o cultura que sean pequeños y sencillos a la vez que baratos y útiles. El turismo reclama grandes espacios y muy caros, sin importarles mucho el precio de la inversión ni el de la entrada. El vecino prefiere una plaza a un parque lleno de fuentes. Un espacio deportivo de calle a un gran estadio. Un Centro Cultural o biblioteca antes que un Gran Museo. Un salón público antes que un gran palacio moderno. Los vecinos necesitan un sistema de transportes públicos hacia toda la ciudad y barato, mientras que un turista necesita una red de transporte público hacia lugares muy concretos sin importarle el precio.
El turismo es una actividad que necesita regulación, control ajeno a sus beneficios en el corto plazo, y no caer en la trampa de homogeneizar todas las ciudades a unos modelos iguales, idénticos, presionados por las empresas privadas. Este modelo de ciudad idéntica no sirve en el medio plazo, pues cansa al propio turista, que cada vez más, reclama ciudades “verdaderas”.
El ejemplo del Barrio Chino de New York es el más clásico y contundente que conozco. Hay dos barrios chinos. Uno pequeño lleno de turistas, totalmente falso y artificial. Y otro barrio chino muy cerca del anterior pero difícil de encontrar y muchísimo más grande, no visitado por turistas, lleno de servicios para la comunidad oriental de New York. No se parecen en nada. Pero todos los sistemas turísticos llevan a los visitantes al primero de los Barrios Chinos, al que viene en los libros, para no modificar la realidad del segundo que es donde viven los ciudadanos. De esta forma han logrado salvar el auténtico barrio oriental sin que haya que llamarlo Barrio Chino.
6.7.18
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10 formas de ahorrar entre 2.000 y 8.000 euros al año. Depende de los ingresos
Hay varias fórmulas para con unos ingresos bajos, intentar unos ahorros básicos, empleando unos meses de control cerrado de los gastos. Os dejo en la imagen diez fórmulas para lograr al cabo de un año unos ahorros de 2.000, 2.500, 3.000, 4.000, 5.000, 6.000, 7.000 y 8.000 euros, empleando un sistema de ahorro creciente semanal que en los primeros seis meses es muy sencillo de lograr y en los seis meses finales del año algo más complicado. También hemos ajustado esos ahorros ahorrando algo de las pagas extra que se reciben en España en dos mensualidad extra.
Las 8 fórmulas de ahorro creciente son distintas, con diferentes objetivos según los ingresos y basándonos en nuestra capacidad para consumir menos, y al menos sirven para hacernos reflexionar un poco.
Ahorrar nos sirve para tener más libertad y a medio plazo más seguridad y felicidad.
Se necesitan más inversiones privadas en espacios públicos
Nos preguntamos el otro día “¿De quién son las ciudades”, y sin poder encontrar una respuesta positiva, ahora mismo volvemos sobre el tema para preguntarnos qué espacio real tienen las ciudades para poder crecer de forma controlada y pública. La respuesta es que casi ninguna. Los espacios céntricos están muy ocupados, son propiedades muy caras y están en manos de Grupos de Presión que son los que en realidad mandan sobre las ciudades. Y es igual si hablamos de locales, garajes, viviendas, oficinas o incluso empresas que inciden sobre estos espacios. Incluso ofreciendo y controlando las empresas de servicios que tendremos que seguir pagando entre todos.
Hoy la ciudad es un negocio más, una serie de espacios agrupados y juntos donde algunos controladores de las economías quieren hacer negocios para obtener beneficios privados. Y eso supone por su parte aprender a incidir, a espaciar, a llevar gente a los espacios, a mover servicios y a instalarlos en los lugares a donde llevan antes a la gente.
Hoy la ciudad es un negocio más, una serie de espacios agrupados y juntos donde algunos controladores de las economías quieren hacer negocios para obtener beneficios privados. Y eso supone por su parte aprender a incidir, a espaciar, a llevar gente a los espacios, a mover servicios y a instalarlos en los lugares a donde llevan antes a la gente.
Un trabajo que muchas veces no es controlado desde los ayuntamientos, que siempre creen que la influencia privada es buena para las ciudades. Y siéndolo, no debería ser una actividad con tan poco control. Se da el caso de crear un Gran Centro Comercial en las afueras de una ciudad y exigir al Ayuntamiento que se ponga servicio público de transporte de viajeros.
Es curioso y permitido, que las grandes empresas hagan enormes negocios levantando grandes edificios de diversa rentabilidad, y no se les exige mucho más, para que sus alrededores tengan unas inversiones privadas en espacios públicos que garantice la amabilidad urbana, el servicio común.
Los permisos urbanos garantizan una pequeñas reversiones a los Ayuntamientos, pero nada más. Se acogen los inversores a las leyes urbanas de cada momento, pero no se les obliga a crear y mantener espacios de su entorno. Sean zonas verdes, espacios públicos para la cultura o el deporte, locales para la participación, etc. Lugares comunes que deberían ser parte de la inversión empresarial que se realiza dentro de la ciudad para hacer negocios con el urbanismo.
Es mucho más normal que se creen de forma aleatoria espacios de uso común en descampados que rodean los barrios, impulsados desde los vecinos, y que al poco tiempo se quieran convertir en espacios públicos impulsados desde los Ayuntamientos, exigidos por los vecinos. Pero lo curioso es que en medio de estos tiempos de lucha vecinal por mejorar sus entornos, grandes constructoras edifican barrios enteros, diseñan zonas urbanas, publicitan incluso los servicios que van a realizar los Ayuntamientos tras la presión vecinal, pero no participan con sus beneficios en su construcción y mucho menos en su mantenimiento.
Cuanto más grande y rentable sea un gran edificio de diseño moderno, más presión vecinal recibirán los ayuntamientos para que edifiquen espacios públicos acorde a los edificios de diseño construidos a su alrededor. Nunca sabemos si son movimientos libres, impulsados libremente por los vecinos y acordes a su inversión personal o incluso movimientos manipulados por los dueños de los terrenos vacíos de su alrededor.
Los espacios comunes alrededor de esas grandes inversiones privadas, son espacios públicos, pero se deberían construir con exigencias de participación en su mantenimiento o construcción, a las empresas privadas que hacen su negocio al presentar esos espacios como parte de la calidad de la zona, del entorno.
Es curioso y permitido, que las grandes empresas hagan enormes negocios levantando grandes edificios de diversa rentabilidad, y no se les exige mucho más, para que sus alrededores tengan unas inversiones privadas en espacios públicos que garantice la amabilidad urbana, el servicio común.
Los permisos urbanos garantizan una pequeñas reversiones a los Ayuntamientos, pero nada más. Se acogen los inversores a las leyes urbanas de cada momento, pero no se les obliga a crear y mantener espacios de su entorno. Sean zonas verdes, espacios públicos para la cultura o el deporte, locales para la participación, etc. Lugares comunes que deberían ser parte de la inversión empresarial que se realiza dentro de la ciudad para hacer negocios con el urbanismo.
Es mucho más normal que se creen de forma aleatoria espacios de uso común en descampados que rodean los barrios, impulsados desde los vecinos, y que al poco tiempo se quieran convertir en espacios públicos impulsados desde los Ayuntamientos, exigidos por los vecinos. Pero lo curioso es que en medio de estos tiempos de lucha vecinal por mejorar sus entornos, grandes constructoras edifican barrios enteros, diseñan zonas urbanas, publicitan incluso los servicios que van a realizar los Ayuntamientos tras la presión vecinal, pero no participan con sus beneficios en su construcción y mucho menos en su mantenimiento.
Cuanto más grande y rentable sea un gran edificio de diseño moderno, más presión vecinal recibirán los ayuntamientos para que edifiquen espacios públicos acorde a los edificios de diseño construidos a su alrededor. Nunca sabemos si son movimientos libres, impulsados libremente por los vecinos y acordes a su inversión personal o incluso movimientos manipulados por los dueños de los terrenos vacíos de su alrededor.
Los espacios comunes alrededor de esas grandes inversiones privadas, son espacios públicos, pero se deberían construir con exigencias de participación en su mantenimiento o construcción, a las empresas privadas que hacen su negocio al presentar esos espacios como parte de la calidad de la zona, del entorno.
El economista Andreas Bergh habla de la jubilación
El profesor y economista sueco Andreas Bergh ha sido entrevistado en El País. Os dejo la respuesta a una de las preguntas, por curiosa dentro del sentido común lógico de los nuevos tiempos.
P. ¿Trabajaremos (todos) hasta los 75 años de edad?
R. Suena drástico, pero no lo es tanto. Ahora, durante los primeros 20 años de nuestra vida alguien nos cuida y estudiamos; después, entre los 20 y los 60 años, trabajamos; por último, nos retiramos y esperamos morir a los 80. En total, hay 40 años en los que alguien tiene que cuidar de ti, y otros 40 en los que trabajas. En el futuro, serán 50 y 50 años, es decir, 25 de niño y estudiante, 50 trabajando y 25 tras la jubilación y hasta la muerte, a eso de los 100. Mientras estemos dispuestos a trabajar la mitad de nuestra vida, creo que podremos equilibrar la situación con las pensiones. El mercado laboral va a cambiar. Habrá cambios relacionados con la tecnología que ahora ni siquiera imaginamos. Ahora trabajamos toda la vida en la misma cosa y creo que esa es una de las razones por las que muchos están cansados de su empleo a los 55 años. En el futuro, cambiaremos más.
P. ¿Trabajaremos (todos) hasta los 75 años de edad?
R. Suena drástico, pero no lo es tanto. Ahora, durante los primeros 20 años de nuestra vida alguien nos cuida y estudiamos; después, entre los 20 y los 60 años, trabajamos; por último, nos retiramos y esperamos morir a los 80. En total, hay 40 años en los que alguien tiene que cuidar de ti, y otros 40 en los que trabajas. En el futuro, serán 50 y 50 años, es decir, 25 de niño y estudiante, 50 trabajando y 25 tras la jubilación y hasta la muerte, a eso de los 100. Mientras estemos dispuestos a trabajar la mitad de nuestra vida, creo que podremos equilibrar la situación con las pensiones. El mercado laboral va a cambiar. Habrá cambios relacionados con la tecnología que ahora ni siquiera imaginamos. Ahora trabajamos toda la vida en la misma cosa y creo que esa es una de las razones por las que muchos están cansados de su empleo a los 55 años. En el futuro, cambiaremos más.
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