1.10.18

Falsos autónomos. Indignidad laboral

El trabajo actual, el del año 2018 y años cercanos en el tiempo, se ha degradado hasta límites preocupantes en nuestra forma de comportamiento social a la que todavía llamamos Sociedad del Bienestar. En las otras sociedad aún es bastante peor lo que se observa con unos modos que se acercan al esclavismo. Sin trabajo válido y suficiente no hay dignidad humana, no hay economía social, ni funcionan los más elementales sistemas de seguridad para que se mantenga viva y en paz la sociedad, crecen las violencias y desaparecen los futuros. 

Las personas tratadas indignamente en sus posibilidades y autoestima se empiezan a preguntar asuntos sin respuesta positiva, y surge el conflicto cuando no el caos.

El ejemplo más fácil pero no el único lo tenemos en las condiciones laborales de los nuevos empleos relacionados con el reparto a domicilio de paquetes o comidas. En su mayoría son falsos trabajadores autónomos que cobran por cantidad de trabajo unas míseras (casi) limosnas, pero que tienen que admitir las condiciones de trabajo sin normas laborales dignas pues todos tenemos que sobrevivir.

La empresa deja de tener relación directa con el trabajador, se convierte en intermediario y el repartidor en subcontratista que se paga sus seguros sociales, y donde las sentencias judiciales sobre una indignidad laboral permitida son además de contradictorias, absurdas en algunos casos. Pero es cuestión de tiempo el que sentencias del Tribunal Supremo sienten claramente qué es legal y qué es mentira.

El caos que producen los falsos autónomos en el ambiente laboral no se queda encerrado solo en los repartidores a domicilio. En la propia Universidad española hay Profesores Asociados falsamente. En muchos oficios se subcontrata con autónomos que solo trabajan y facturan para una empresa. En el transporte, en los seguros o en venta por teléfono sucede lo mismo. Las Leyes las podemos retorcer, pero también las deberíamos enfrentar contra la lógica de la sociedad.

La indignidad laboral crea indignidad social, debilita la seguridad, el consumo y el futuro en todos los aspectos. ¿En qué pueden creer los jóvenes que han estudiado fuerte para ser ahora manipulados por el Sistema?

30.9.18

Votantes, consumidores, esclavos, alumnos ¿y libres críticos?

La vida no es un vaso que tengamos que ir llenando de conocimientos, somos mucho más y sobre todo tenemos que ser también críticos con lo (los) que nos intentan enseñar. No debemos convertirnos en meras máquinas de un sistema que necesita mano de obra barata y callada, fáciles de recambiar y con los conocimientos justos para ser rentables.

No podemos ser simples votantes de opciones cerradas que nos venden como dicotomías entre el bien o el mal. Ninguna es buena como ninguna es mala per sé. 

En la misma medida en que todos somos religiosos incluso aunque no creamos en ninguna religión. Pero ser religiosos no es ser feligreses de ninguna organización montada para vendernos dioses o santos, normas o mandamientos. Se puede ser religioso del bien común, de la sociedad, de nuestro pensamiento y reflexión. Llevamos miles de años siendo religiosos, mucho antes de que nacieran los Profetas más antiguos de todos. Y aquellas personas sin Profetas ya creían en sus Dioses.

Y sobre todo debemos vigilar muy bien nuestra capacidad de ser clientes, consumidores, pacientes, ahorradores o deudores. Esa es la forma más sencilla de perder la libertad, de que nos conviertan en esclavos 3.0 del siglo XXI.

Debemos ser personas, individuos capaces de leer páginas enteras y no titulares, seres vivos en su totalidad que exijamos una formación continua válida y libre, donde nosotros mismos pongamos los objetivos y las metas. No debemos admitir que todo nos venga impuesto, envuelto en papel bonito y para consumir de forma fácil.

Insistir, persistir, resistir y nunca… desistir

Son cuatro indicaciones básicas: Insistir, persistir, resistir y nunca desistir. Sería una frase clara y contundente de resistencia ante lo que tenga que ser o venir. Y siendo positiva, hay que matizarla para que no parezca una frase de autoayuda tonta. 

Las dos primeras palabras y decisiones vitales ante cualquier tipo de problema (Insistir y Persistir), son claras y no creo que deban tener objeciones. 

Si no insistimos ante lo que creemos, si no persistimos en ello convencidos de nuestras razones, perderemos autoestima y opciones y nunca sabremos hasta dónde podríamos haber llegado con nuestra actitud.

Resistir tiene una doble vara de medir. Resistir sí, pero a veces hay que valorar los costos, las posibilidades, las herramientas…, y empezar a realizar algunos cambios. 


Resistir tras persistir supone que aquello no es nada fácil y que debemos reflexionar sobre los modos que hemos empleado. ¿No deberíamos hacer algunos cambios a la vez que resistimos?

Por últimos nos queda la decisión más compleja. ¿Nunca desistir? Pues no es una verdad absoluta. 


Aquí como lema puede servir, pero como realidad no nos tiene que valer siempre. Desistir o ceder no es siempre sinónimo de derrotarse. 

En toda batalla mental, real, profesional, vital, el pararnos y dar marcha atrás es una opción más, y a veces la más inteligente. 

Pero también es cierto que si las cosas están muy complicadas pero estamos convencidos de nuestras decisiones, desistir no es lo más positivo para nosotros, aunque paguemos un precio alto por esa resistencia.

Puede que nosotros tengamos razón pero que enfrente tengamos a alguien con más razones que nosotros. 


Eso puede suponer que nuestras decisiones sean buenas…, aunque las del contrincante sean mejores. Y que en cualquier otro momento, situación o ambiente, lo que ahora nos obligue a torcernos o incluso a perder, no sea un problema. 

En una partida, negociación o batalla… siempre alguien debe perder…, excepto que se negocien tablas.

Los niños están demasiado solos y sin límites?

El psicólogo clínico y psicoanalista Joseph Knobel Freud ha estado en Zaragoza impartiendo una conferencia en CaixaForum para la Escuela de Formación de Psicoterapeutas de la Asociación Aragonesa para la Investigación Psíquica del Niño y el Adolescente (AAPIPNA). En una entrevista para Heraldo de Aragón nos ha dejado dos párrafos interesantes que compartimos.

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Durante su comparecencia ha afirmado que vivimos en una sociedad declive de las figuras parentales y ha destacado la necesidad de que los padres vuelvan a ocupar el lugar que les corresponde en la educación de sus hijos. ¿A qué se refería?

Creo que no podemos trabajar con los adolescentes si no incluimos a los padres en el proceso terapéutico, y para ello tenemos que asumir la diferencia generacional, es decir, que los padres tiene que ser padres y los niños, niños. Muchas veces es más fácil permitir que educar y a veces, ciertos padres opinan que es mejor dar al niño lo que quiere que discutir, sin embargo, cuando los niños están creciendo sin alguien que les dirija lo hacen asustados. Es necesario que nos comuniquemos más, que les escuchemos más, y que interactuemos con ellos. En lugar de quejarnos que pasan todo el tiempo viendo la televisión, vamos a sentarnos con ellos a ver qué están viendo y hablemos de ello.

Nuevas tecnologías, fracaso escolar, bullying… en la actualidad son numerosos los retos que abordar en el ámbito de la infancia, ¿cuáles son las consultas más típicas?

Los niños están demasiado solos y no tienen límites. No tienen un lugar propio en su casa, no generan espacios de intimidad y eso genera muchas patologías comunes. Uno de los problemas que más me preocupan es el acoso escolar, tanto desde la figura del acosado como del acosador, ya que es un problema social que no se está resolviendo. Creo que tenemos que hablar más y fomentar la comunicación intergeneracional.