20.3.21

Pandemia (02) Somos la Generación número 80 desde el Año 1. La gripe de 1918


Si cada 25 años van naciendo de media nuestras generaciones de relevo, estaríamos ahora inmersos en la Generación 81 desde el inicio de nuestra Era mientras que en el Planeta estaríamos conviviendo a la vez las generaciones 78, 79, 80 y 81. Las dos generaciones de en medio serían las que con más fuerza estarían ahora gestionando el mundo para bien y para mal. 

Ninguna de ellas en el mundo occidental ha sufrido una Gran Guerra, una enorme debacle mundial, y se ha ido configurando en toda su vida en una línea ascendente sin freno en cuanto a libertades, tecnologías, avances en la educación, mejoras económicas, más tiempo libre y mejores condiciones de vida. 

Incluso con todos los reparos del mundo, estas mejoras han sigo mucho más leves en el resto del planeta, pero incluso con sus guerras menores y sus altibajos económicos, en casi todos los casos hoy se vive mucho mejor que en el año 1950 en todo tipo de sociedades. 

Los cambios (de todo tipo) producidos en estos 70 años últimos han sido mucho más profundos que los de cualquier otra generación anterior. En cualquier zona del mundo excepto en las indignidades que todavía mantenemos en el Planeta por motivos estratégicos, es casi imposible comparar las condiciones de vida de 1950 con las actuales. 

Pero es verdad que aunque no nos haya movido las tripas ninguna Guerra Mundial reconocida en el mundo occidental (las hemos tenido pero ya con otro talante y de forma distinta a sacar los tanques al campo) hemos sufrido suficientes “golpes” en estas décadas, como para saber que cualquiera de ellos nos deja huella, nos marca, nos transforma aunque su duración sea corta, siempre que sea intensa en nuestra forma de conformarnos, en nuestra seguridad asentada aunque a veces lo esté sobre unas bases de pobreza o de control sobre nuestra libertad.

Los ejemplos cercanos más claros serían los ataques del 11N del 2001 en New York, en París el 15N de 2015 o en Atocha el 11M del 2004

El terrorismo nos enfrenta contra la muerte aleatoria, y esa debilidad no la entendemos. Sabemos que nos tenemos que morir pero creemos que siempre será con aviso, con tiempo, con incluso organización suficiente como para prever u organizar el futuro que ya no veremos. 

Así que cuando nos llega una pandemia como la del COVID sentimos nuestra debilidad social como algo que posiblemente nos puede afectar y seguro que nos influirá en muchos conceptos laterales de la vida social. 

Golpes controlables y que además llegamos a pensar que no iban con nosotros hemos tenido muchos en estas décadas vitales para todos los que todavía estamos viviendo ahora. 

Desde la Guerra Fría a los peligros frenados a tiempo de algunos momentos muy complicados como Bahía Cochinos y su posterior Crisis de los Misiles de 1962, o las Guerras de Corea, Vietnam o con posterioridad los conflictos y Guerras en toda la zona de Israel y países cercanos, Irán, Irak o conflictos menores en gran parte de África. Sin olvidarnos de la Caída del Muro de Berlín y los efectos que produjo en el mundo europeo del Este de esa terrible barbaridad de un Muro que dividía en el centro de Europa a familias, solo para mantener la incapacidad de encontrar una solución.

El mundo occidental siempre ha confiado en sus “gestores” para controlar los riesgos que precisamente ellos mismos creaban. 

Hemos pensado que en todos los inicios y desarrollos de estos graves problemas existía el diseño de las soluciones para que sus efectos fueran delimitados por fronteras lejanas a nosotros. Esa confianza en la Paz Duradera nos llevaba a pensar que los “gestores” aunque nos parecieran malos, en realidad nos garantizaban la paz casi eterna. 

Y priorizábamos esa Paz diseñada incluso a costa de ver informaciones pulidas y abrillantadas de otras zonas donde la paz no existía. No solo hay que saber gestionar sino además hay que saber mostrar lo que sucede si no se quiere nuestro tipo de gestión. Toda la suma de las decisiones sociales es lo que logra la tranquilidad impuesta por obligación. 

Somos pues unos habitantes del Planeta Tierra que nos estábamos librando de problemas graves y globalizados, hasta que llegó esta pandemia del COVID que de momento no sabemos hasta qué punto nos va a afectar, pues aunque llevemos casi un año en su compañía no deseada, entendemos que no va a ser nada sencillo doblegarla. Y en los análisis posible que hagamos muchos de nosotros sobre esta situación siempre sobrevolará sobre nuestros pensamientos la duda de si al final este proceso de enfermedad global influirá para bien o para mal en nuestros cambios, en nuestros comportamientos futuros. 

¿De esta crisis saldremos más unidos, sabios, responsables, igualitarios? ¿O será una manera de volvernos mas individualistas, de cerrar fronteras, de convertirnos en más egoístas de nuestras propias soluciones? 

No se trata de lo que pensemos cada uno de nosotros, sino de la suma de todos. Como individuos podemos creer una cosa muy diferente a lo que realmente necesite el Planeta para salir de esta situación y que no se repita, y podemos tener gestores que sepan trabajar por el futuro o se aferren el presunto presente enfermo, para ver solo en el corto plazo. 

Probablemente este virus esté entre nosotros hasta que incluso todos los que estamos ahora viviendo aquí hayamos desaparecido. Lo que no indica que no seamos capaces de controlarlo, de conocerlo mejor, de que lo hayamos convertido en una enfermedad posible y crónica, que afectará más o menos según en la zona en donde vivamos y el acceso a la Sanidad barata que podamos tener. 

Y es casi seguro que durante todo el año 2021 hayamos encontrado soluciones para contemplar este problema de una forma totalmente diferente al sufrido durante todo el 2020, pero con enormes desigualdades entre zonas y países para poder controlar las secuelas. 

El SARS-CoV-2 no desaparecerá y habrá que seguir vigilando a personas y sobre todo a animales para que no se vuelva a propagar tras mutar en otras clases de virus que se salten las defensas que nos irán proporcionando las distintas vacunas que habrán venido para quedarse durante un buen tiempo hasta encontrar una definitiva. Se calcula en más de 300.000 los virus que afectan o pueden afectar a mamíferos pero de momento nunca lo han hecho a humanos. La vigilancia tiene que ser constante y mucho más eficaz que hasta el momento.

Cuando el 75% de la población mundial sea ya inmune por diversos motivos entre los que no hay que descartar el contagio y la autodefensa por ello, ya podremos decir que el virus está medianamente controlado. 

Seguiremos teniendo casos pero nuestra vida habrá vuelto a una casi normalidad si la comparamos con las formas de vida social del año 2019. No será igual, pues eso está descartado por diversos motivos que iremos hablando. Pero podremos volver a situaciones económicas y laborales muy similares, a viajar y no estar confinados, a relacionarnos casi de forma similar con nuestros amigos y familiares, aunque en el proceso hayamos realizado cambios que casi no notaremos pero que sin duda serán suficientes para reconocerlos. 

Y sobre todo en el camino de este año de miedos y enfermedad global, se habrán producido cambios en las formas de actuar, de pensar, de comportarnos, que afectarán a grandes grupos de actividad económica, social y laboral. Los cambio no nos vendrán impuestos, los impondremos nosotros mismos por la modificación de nuestras costumbres. Y los cambios no los veremos en la resaca de la pandemia, sino varios meses o años después, cuando la reflexión haga mella en nuestros comportamientos.

¿Cómo compraremos? 

¿Qué tipo de ocio realizaremos? 

¿De qué forma y hacia dónde viajaremos? 

¿Qué tipo de trabajo será el del futuro? 

¿Se verá modificada nuestra actitud hacia la educación? 

¿De qué manera podremos enganchar a los damnificados en esta pandemia, a la generación perdida, a los jóvenes actuales que van a dirigir el mundo en breves años? 

¿Quién gobernara el mundo? 

¿Para quién se gobernará el mundo tras la pandemia? 

¿A costa de qué perdidas seremos capaces de contemplar un Nuevo Mundo que parece ser, todos queremos más seguro? 

¿Será un Nuevo Mundo con un gobierno mas global y de muchos países gestionando unidos o un Nuevo Mundo más individualizado, con una única potencia mundial marcando el camino? 

Lo importante no son las preguntas, que pueden ser muchas más, sino las respuestas, que son muy escasas y en casi todos los casos unas coartan a las demás. 

Pero las respuestas sí que las damos los humanos, mientras que las preguntas muchas veces nos viene impuestas por las realidad que no sabemos controlar antes de que ya sea demasiado tarde. 

Tal vez entre las preguntas deba figurar en primer lugar la siguiente: ¿Hemos dedicado suficiente esfuerzo inversor en detectar los problemas naturales que pueden hundirnos como civilización, como animales mamíferos débiles? ¿Hasta qué punto hemos facilitado al mundo científico su trabajo para lograr que estos problemas que afectan brutalmente a todos los demás órdenes de la vida pudieran tener una respuesta más acorde con lo que esperaba la sociedad? 

Hay que ser sinceros ante todo. No se esperaba la llegada del COVID pero sí se esperaba que de llegar un problema similar, nuestra respuesta sería muy otra y nunca similar a las que dimos en el año 1918 a la mal llamada Gripe Española. 

O que al menos tardaríamos menos de un año en poder encontrar un tratamiento, un método de defensa pasiva o activa que no fuera lavarse las menos, ponerse mascarilla o mantener unas distancias con el resto de personas que nos ha llevado a confinamientos a veces muy duros y al cierre de innumerables actividades económicas de forma directa o indirecta.

Aquella “Gripe” de 1918 que todavía no se sabe bien cuando comenzó aunque se de como fecha más probable la de marzo (curioso) de 1918 en un cuartel de los EEUU aunque siempre se sospechó que también vino desde China, se cree que mató a unos 40 millones de personas en todo el mundo, unos 300.000 en España entre los aproximadamente 8 millones de afectados en nuestro país. 

Pero son datos falsos pues en aquellos años no era posible conocer los números con la exactitud actual, que también son equivocados pero en el caso actual porque queremos minimizarlos. 

El caso es que la mortalidad de aquella mala llamada Gripe Española fallecieron en España un 3,75% de los contagiados diagnosticados. Aquel Virus A Influenza del subtipo H1N1 afectaba sobre todo a jóvenes y adultos jóvenes (y no a niños) y se cebó con los grupos de personas que vivían juntos, fueran cuarteles, colegios internados, hospitales o conventos. 

Posiblemente aquel mismo virus había estado entre nosotros unas cuantas décadas antes y a la gente de más de 40 años le afectó mucho menos por estar ya inmunizada de un virus muy similar o el mismo que hubiera circulado por España unas décadas antes.

Los síntomas también eran similares a los actuales del COVID19, fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos ocasionales como primeros síntomas propios de esta enfermedad que te llevaban (previsiblemente) a una neumonía bacteriana secundaria, ya que no había antibióticos disponibles. 

Las personas a veces se morían rápidamente después de la aparición de los primeros síntomas, con hemorragia pulmonar aguda masiva o con edema pulmonar, y con frecuencia en menos de cinco días. 

Aquel subtipo de Virus Influenza H1N1 se calcula que circuló entre la población hasta el año 1957 y que posiblemente pasó de los cerdos (gripe porcina) o de algunas aves a los humanos. pero su forma más virulenta circuló hasta el año 1920 y se cree que infectó a un tercio de la población mundial. 

¿Y cómo se curó o se logró vencer? Pues curiosamente no se sabe bien. Se cree que desapareció como vino, ella sola o por efectos de una inmunidad de grupo. Es verdad que en aquellos años el mundo estaba inmerso en su I Guerra Mundial y no estaba para muchos análisis, no había antibióticos ni un sistema de Salud, no había vacunas y los muertos se sumaban a los de la guerra. Pero dejó secuelas muy importantes.

La más fácil de entender es que diezmó a poblaciones enteras de las que hoy no tenemos constancia, en zonas pobres del Planeta. En algunos países los fallecidos supusieron un número tan elevado que se podían ver en todo tipo de pirámides poblacionales, sumadas los muertos por la guerra y por la pandemia. 

Una generación de personas jóvenes se vió muy mermada y por ello el mundo perdió unos valores enormes. Pero además se sabe que los niños nacidos sn aquellos dos años entre 1918 y 1920, fueron más débiles en relación a los anteriores y posteriores, no se sabe si directamente por la pandemia o por las situaciones de estrés y temor de las propias madres y familias. 

Pero también trajo cambios sociales muy importantes en el mundo. Acabada la I Guerra Mundial se dieron cuenta de la importancia de tener una Sanidad Pública eficaz, se creó un sistema de Sanidad Pública en muchos países con Ministerios propios dedicados a su gestión, y se creó a nivel mundial la Organización de la Salud, germen de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que tardó todavía 25 años en crearse hasta 1948. 

Y se optó por entender que todos los sistemas de beneficencia o de ayuda a los damnificados eran imprescindibles, pues existían un gran número de familias rotas, de niños huérfanos, de personas sin recursos. Está claro que las decisiones se toman tras las grandes guerras, sean del tipo que sean.

Una de las decisiones que más claramente quedaron reflejadas tras aquella Gripe de 1918 es que había que tomar medidas de distanciamiento social. Medidas nada fáciles pues no se trataba de hacerlas a medio gas, sino de forma contundente. 

En este 2020 hemos hecho lo mismo pero al igual que entonces, con diferente rigurosidad. En los países o ciudades más estrictas han tenido menos contagios y menos muertos. Tanto en 1918 como en 2020. En los países o ciudades más laxos han tenido mas contagios, mas fallecidos, peores soluciones económicas. 

En la imagen que dejo podemos leer algunas de las medidas que desde la provincia de Burgos tomaron los Gobernadores provinciales y observaremos que son muy similares a las que hoy un siglo después, estamos tomando en todo el mundo. ¿No hay otras? 

Sin duda esas funcionaron y funcionan, pero es curioso constatar que 102 años después no hayamos logrado construir nuevas formas de defensa pasiva o activa contra una pandemia mundial.  

Nos movemos por las mismas formas de actuación sin añadir nada nuevo aunque nos pensemos una sociedad actual muy moderna y avanzada. ¿Con relación a qué? 

¿Hemos dedicado los mismos esfuerzos a defendernos de una posible pandemia, de los que hemos dedicado en las últimas décadas a crecer en velocidad de transmisión de datos por las Redes Sociales?

Pandemia (01) El Futuro del Pasado tras el COVID19

Cuando el año 2020 empezaba —hace un siglo o lo parece— y todo el mundo se dirigía a celebrar el inicio de un Año Nuevo redondo, nadie parecía sospechar que ese 2020 pasaría a la historia mundial como el Año del COVID aunque llevase después el apellido 19 y no el 20. Un día antes, las autoridades chinas advertían de un nuevo virus detectado en la ciudad de Wuhan (11 millones de habitantes) que producía una serie de casos de neumonía de origen desconocido y avisaba a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una alerta de las autoridades chinas por una enfermedad que les parecía peligrosa y nueva. 

La realidad es que ese virus llevaba varios meses ya desarrollándose en el mundo sin detectar, y que un año después ya se piensa que ni surgió en un mercado de la ciudad de Wuhan —o al menos no está asegurado este punto— ni se sabe con certeza donde nació y en qué momento del año 2019. Ni tampoco por qué motivo pasó el contagio posiblemente desde una animal (¿pangolín, murciélago?) a un ser humano (¿en un salto entre especies o en dos saltos con animales diferentes?). 

Lo cierto es que ese salto entre especies, algo que ya se había producido y avisado en otras ocasiones, revolucionó a partir de ese momento el mundo globalizado en donde todo se reparte con mucha rapidez y de forma imparable. Ese 31 de diciembre de 2019 se advirtió a la OMS, pero se tardaron excesivas semanas en tomar medidas drásticas en el mundo, ante aquella advertencia que casi nadie valoró bien, tiempo que ha resultado brutalmente peligroso para la sociedad mundial.

En aquel 1 de enero de 2020 el mundo estaba pendiente de las tensiones entre Irán y los EEUU, Europa sabía que debía ir hacia unos horizontes más verdes y digitales, los problemas de inmigración desde África hacia Europa parecían controlados tal vez tapados por la penumbra del invierno, mientras Donald Trump seguía queriendo dominar el mundo desde sus tonterías, sin intuir que aquel año iba a ser el último para su mandato que casi consideraba eterno.

Corea del Norte continuaba con sus brabuconerías, Venezuela seguía sumida en un caos de gestión política y económica alentada por el cierre al que le sometían los EEUU y sus aliados les gustase o no, y se admitía con dudas que las crisis medioambientales iban a transformar nuestras cuevas naturales con una economía peligrosa y una contaminación que nadie parecía querer controlar y disminuir. 

Consumíamos más de lo que nos podíamos permitir pero no deseábamos verlo, ciegos de creernos privilegiados ante una vida que hacía ruido, pero siempre lejos de nuestro hogar.

A todo esto había que unir una globalización desbocada, una indignidad laboral en aumento, una inteligencia artificial que asustaba y sin duda restaba puestos de trabajo que ya se admitía que habría que repartir de otra manera y entre todos los ciudadanos para no crear bolsas de pobreza por desempleo que al final nos crearan violencia social imparable. 

Teníamos algunos problemas detectados, pero ni teníamos soluciones ni parecíamos deseosos de quererlas encontrar. Y además desconocíamos el problema principal de un 2020 asesino.

En España seguíamos sin un Gobierno estable, se negociaba desde el PSOE con ERC un apoyo al pacto entre los socialistas y Podemos con el problema de Cataluña encima de todas las mesas del debate nacional. Curiosamente las escuelas concertadas católicas ya advertían que ese futuro gobierno que podría surgir (o no) iría contra la Educación Concertada, preparando lo que a partir del otoño se convirtió en una pelea callejera. 

Es curioso el cambio de la sociedad en cuestión de meses o de oportunidades, pues mientras en aquel inicio de año en Francia se intentaba prohibir las estufas de gas en las terrazas de los bares y restaurantes o en Málaga se intentaba prohibir nuevos bares en las calles del centro de la ciudad por la saturación, unos meses más tarde, solo unos meses, aquellos mismos problemas se han convertido en algunos casos en soluciones y en otros en nimiedades. Nada es seguro y ni mucho menos eterno. 

Con todos estos pequeños materiales y el convencimiento de que nada nos podía pasar pues estábamos en Navidad y tras el nuevo Año iba a venir unos Reyes magníficos nos encaminamos a desearnos Feliz Año Nuevo y a seguir pensando que el cambio era poca cosa, si acaso festiva y jugosa para seguir haciendo lo que nos viniera en gana. Pero la realidad era muy otra. 

Desde China se informaba que parecía existir una vinculación común de los contagios de una enfermedad nueva con un mercado de pescado y marisco de Wuhan (ciudad del interior de China), aunque no se facilitaron más detalles. 

Aquello estaba muy lejos, los chinos nos parecen unos cochinos cuando visitamos sus mercadillos y si nos llegábamos a enterar de la noticia nos parecía algo de lo más normal. Es que comen cualquier cosa y venden animales vivos en esos mercadillos que todos parecían conocer, nos decíamos. 

Así que cuando el día 11 de enero se nos dijo que ya se había producido un muerto asignado a este nuevo virus que de momento no tenía nombre ni del que se conocía mucho más que no fueran esas dudas sobre el lugar del inicio, tampoco nos preocupamos mucho. Hemos tenido decenas de enfermedades raras pero siempre muy lejos de nosotros. Todos los temores quedaban encerrados en China entendiendo que podría ser una enfermedad como algunas otras de los últimos años, que afectaba a algunos miles de personas dentro de espacios bastante cerrados. Aparecían como los culpables y todos los demás éramos meros espectadores. Y las semanas iban pasando entre todos sin detectar que ya estaba en Europa el problema.

Pero el 13 de ese enero 2020 el virus se desplazaba y detectaba de forma fehaciente con una mujer hasta Tailandia, una enferma que tras estar en la ciudad china de Wuhan había vuelto a su país. El virus ya había saltado fuera de China y lo sabíamos y empezaba su viaje por el mundo transportado por personas dentro de un mundo globalizado donde viajar constantemente y de forma rápida era ya una realidad fácil entre todos. Ese caso de la mujer de Tailandia es el primer dato durante meses de que el virus salió de China hacia los países vecinos, pero investigaciones posteriores nos han señalado que el 1 de enero de 2020 había al menos siete personas en España con coronavirus, cinco de ellas ingresadas en hospitales de diferentes comunidades: Madrid, Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia. Eran enfermos con gripes o neumonías atípicas sin clasificar.

Según estos nuevos datos publicados por el Ministerio de Sanidad en noviembre de 2020, en las dos primeras semanas de enero hubo 110 personas hospitalizadas con Covid en España pero sin que en esos momentos se sospechara del nombre de la enfermedad y del virus. Y que para cuando terminó ese enero eran 223 enfermos los hospitalizados con Covid en España. No hubo ninguna muerte. 

Hoy se sabe que en Zaragoza por poner un ejemplo ya había gatos infectados por COVID desde humanos en los últimos meses de 2019.

El Instituto de Tumores de Milán junto a la Universidad de Siena (Italia) han asegurado que el Sars-CoV-2 circulaba en Italia desde septiembre de 2019, casi seis meses antes de que en febrero se detectaran los primeros contagios en la ciudad de Codogno. Es posible que muchos casos Covid pasaran como gripe por muy diversos países europeos. 

La duda sobre el nacimiento del virus, de su camino desde el país de inicio que ahora no sabemos si realmente fue China y menos si realmente fue la ciudad de Wuhan y su famoso mercadillo de pescados, es importante trazarlo para evitar otros posibles casos, para tomar medidas de control en el futuro. 

Posiblemente como ha sucedido en otros tipos de virus, con el paso del tiempo detectaremos que el COVID lleva entre los humanos incluso años, silencioso, sin ser detectado al infectar a un número pequeño de personas en zonas muy delimitadas.

No podemos dejar de saber amparados en la dificultad, y mucho menos en el: ¿y para qué? 

Hay decenas de disciplinas distintas que deben estudiar todos los procesos para restarles influencia de cara al futuro. Sabemos ya que esta enfermedad estará entre nosotros décadas cuando incluso es posible que lo haga por siglos como muchos otros procesos similares. Pero siendo grave y matando todos los años, afectará a un número soportable de personas y con la inmunidad de grupo y las vacunas lograremos en un par de años convertirlo en crónico.

Pero de lo que se trata ahora no es tanto adivinar su pasado, como de saber de qué manera nos va afectar en el futuro la pandemia del COVID19, una vez que siendo un problema global al nos negamos admitir como una Guerra aunque sus efectos se le parezcan mucho —por tener un espacio tiempo de incidencia superior al año entre gran parte del mundo— podemos intuir sin error que nos dejará secuelas sociales y económicas, cambios importantes en el corto y medio plazo, que nos moverá los cimientos sobre los que nos creíamos seguros. 

Estamos hablando de una situación crítica durante muchos meses, de la que todavía entrando en el 2021 no sabemos bien definir su salida, que su efecto no ha sido ni lineal ni similar en todas las culturas y sociedades, que lleva ya hacia la pobreza a millones de ciudadanos occidentales que se sentían seguros viviendo en el Primer Mundo.

Existirán salidas a la crisis, pero no sabemos si estarán diseñadas para todos por igual, ni quien se llevará los golpes más fuertes, de qué tamaño será la factura, ni tampoco sabemos todavía a costa de qué pérdidas se podrá pagar —con dinero o con sacrificios o pérdidas de libertades— el coste total de uno o dos años vacíos en el mundo de la economía capitalista ajada y añeja, la misma que fue incapaz de gestionar con sabiduría social la Crisis de 2008.

Y a eso hay que añadir por desgracia, que la misma juventud que sufrió la Crisis del 2008 en sus vidas laborales y de independencia familiar, es la que va a sufrir también esta Crisis de 2020, lo que los dejará todavía más heridos y con más marcas en su débil estructura social. 

Los que tenían 25 años en el 2008, ahora tienen 37 años, y serán los que deben estar en primera línea para gestionar esta Crisis que sin duda podría llegar al 2030, cuando ellos tengan ya 47 años. Van a vivir sus mejores años de vida personal y laboral, sus años productivos más importantes, dentro de periodos de crisis que deben gestionar ellos. No será fácil ver las soluciones si estas ya se empieza con debilidad.

Julio Puente Mateo

19.3.21

¿Se ha convertido la política en un simple oficio? ¿No supone eso entrar en la mediocridad?

La política se ha ido transformando en un oficio más, en un puesto administrativo, casi funcionarial, perdiendo el sentido de altruismo y de sentido común para y hacia la sociedad para convertirse poco a poco en un simple trabajo, en un oficio. No hay diferencias entre las distintas ideologías, y eso es lo más duro de admitir.

A diferencia de lo que piensa la sociedad, no es además el trabajo político altamente remunerado, sino al contrario, muchos de los políticos si son válidos o muy válidos, ganarían mucho más en su vida civil y en empresas privadas. Otra cosa es que utilicen la política como palanca para lanzarse. Pero la mediocridad es lo que impera. E incluso la mayoría de los políticos con diferencia NO COBRAN NADA aunque nadie los considera políticos… sino tontos.

Esta realidad trastoca la excelencia en la política y la mediocridad impera en muchos casos. Al convertirse en un oficio, se trabaja desde el oficio y con una reglas muy distintas a las que debería ser la política de representación de la sociedad, de las ideas, de las reflexiones. ¿Qué es el futuro de la sociedad para un trabajador de la política que ya tiene seguro el sillón y el despacho?

Incluso se da el caso de que hay familias donde los puestos políticos se reproducen, incluso casi se traspasan, como si fueran notarios, médicos o militares. Del padre político surge el hijo y el nieto políticos. Algo que parecería ilógico si estamos hablando de un servicio altruista a la sociedad. ¿Hay familias más predispuestas que otras a ofrecerse a la sociedad para servirlas desde el altruismo?

No confundir altruismo con gratuidad. Soy de los que piensan que la política debería estar mucho mejor pagada y que el Voluntario no debería existir en los volúmenes en que existen en España con 4 millones de desempleados, pero ese es otro tema.

Hay dirigentes empresariales, incluso desde PYMES, que cobran más que un político de ciudad o de Comunidad, pero estos últimos mueven muchos más millones de presupuesto, mueve futuros y puestos de trabajo de a veces millones de personas. Un error por mala gestión de un político de una gran ciudad o de una Comunidad autónoma puede suponer muchos más millones de pérdidas que un robo de un sillón o de un bote de gomina. Pero a nadie se juzga (como también es lógico) a los que comenten errores de gestión que suponen pérdida de dineros a sacos.

Un error de un político torpe o poco preparado para su labor (y ojo con la preparación, pues no se trata de titulitis) puede salir muy caro a una sociedad entera. Por no saber elegir a los mejores, por no tener a los mejores. por muy diversos motivos que conocemos pero que tapamos con el clásico insulto hacia el político en general. Ese es el primer error grave de la sociedad. No todos son iguales, pero si insultamos a todos, solo se queman los que no se creen que esto sea un oficio de sillón.

Y tampoco estoy hablando de potenciar los técnicos para ocupar los puestos de gestión política, sino de tener a los mejores. Y de plantear las reformas necesarias para poder tener a esos mejores, con los innumerables cambios que eso supone. 

Julio M. Puente Mateo

Somos muy torpes con la pandemia y pasaremos a la historia como mediocres como poco


La pandemia va descontrolada y lo sabemos, vuelven a subir los casos en todo el mundo tras unas semanas en bajada, suben en Europa, en algunas comunidades de España y seguimos sin ser capaces de hacer funcionar la vacunación y además creamos idiotamente temores y miedos entre la población con una vacuna que no siempre es bien admitida. Somos torpes, muy torpes. 

Y lo vamos a pagar con un precio alto, más cuanto más torpes seamos por no estar gestionando este problema global desde la globalidad. No hay gestores, o lo que es peor, hay un exceso de gestores mediocres y nadie es capaz de liderar los procesos y ser una voz única que influya en la sociedad.

Todos vemos vídeos que no deberían producirse, que se utilizan para tapar la incapacidad de los que gestionan. ¿Es lógico parar la vacunación una semana? ¿Es lógico tardar tantos días en decidir, en tiempos de tanta rapidez de comunicación? ¿No se puede investigar los efectos secundarios lógicos sin tener que parar la vacunación? 

¿Os habías leído los prospectos médicos de cualquier medicamento que os recetan para ver si es un producto limpio y sin efectos secundarios?